Desaparecidos de la vida política
Para este artículo buscamos las versiones de los otros aspirantes presidenciales encarcelados por la dictadura: Noel Vidaurre, Medardo Mairena, Miguel Mora, Arturo Cruz y Cristiana Chamorro —para conocer cómo se encontraban un año después del destierro—, pero sólamente obtuvimos los testimonios de Juan Sebastián Chamorro y Félix Maradiaga.
Cristiana Chamorro, desde su excarcelación, se ha mantenido alejada de toda agenda pública. Arturo Cruz, regresó a la docencia, impartiendo clases en la sede del INCAE, en Costa Rica. Medardo Mairena se encuentra trabajando en Estados Unidos, y ha viajado a Costa Rica para mantenerse en contacto con las bases del Movimiento Campesino.
Por un breve tiempo estuvo vinculado a la plataforma Monteverde, pero luego se distanció de la misma. Noel Vidaurre, igual que Cristiana Chamorro, también se mantiene fuera de toda actividad política desde su llegada a Estados Unidos.
Sebastián Chamorro y Félix Maradiaga, junto a Medardo Mairena, son los únicos que se mantienen activos —al menos públicamente— en plataformas políticas y de incidencia internacional para la denuncia de las violaciones a los derechos humanos que comete el régimen Ortega-Murillo en Nicaragua.
Durante los 611 días que Juan Sebastián estuvo en El Chipote fue de los pocos presos políticos que no recibía visitas de sus familiares más cercanos. Esto era así porque su esposa, Victoria Cárdenas, fue acusada de “traición a la patria” como represalia por una campaña global de derechos humanos que realizó, junto a Berta Valle —esposa de Félix Maradiaga— para denunciar el encarcelamiento de los presos políticos en Nicaragua; mientras que su hija, Victoria Chamorro viajó a Estados Unidos para estudiar en la Universidad de Notre Dame, donde ahora Juan Sebastián es profesor.
Cuando sus carceleros llegaron a su celda, en la noche del 8 de febrero de 2023, Juan Sebastián llevaba más de dos años sin ver a su esposa y a su hija. Compartía el lugar con Roger Reyes, otro preso político, con quien charlaba todas las noches hasta que los vencía el sueño o el tedio.
Pero esa noche, cuando los policías les entregaron su ropa para que se cambiaran el “mono” azul que usaban en la cárcel, ambos pensaron que les esperaba lo peor.