Complices Divergentes
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Ortega rompe su silencio y cautela ante Trump: comete “crímenes horrendos y actúa como que el poder es solo él”

El caudillo sandinista tronó por primera vez contra el presidente republicano, criticando su política migratoria, los aranceles globales y el desprecio por el debido proceso. Lo hizo tras un informe del Departamento de Estado que sitúa al régimen Ortega-Murillo entre los “adversarios a combatir” de Washington, justo cuando Trump cumple cien días en el poder. Con una puesta en escena repleta de paramilitares, Ortega terminó retratándose a sí mismo al denunciar el autoritarismo del magnate: un autorretrato involuntario en la víspera del primero de mayo.

Fotos tomadas de Presidencia.

Daniel Ortega ha aprovechado el histórico acto del Día Internacional del Trabajador en Managua, en la víspera del primero de mayo, para romper su silencio y su cautela ante Donald Trump. Es decir, por primera vez desde que el magnate retornó a la Casa Blanca, el caudillo sandinista arremetió de manera explícita contra la política antimigratoria, la guerra arancelaria, los delirios expansionistas y los ademanes autoritarios del republicano. Es un viraje repentino, provocado por un informe que el Departamento de Estado difundió este 30 de abril, en el que Washington coloca al régimen “copresidencial” entre sus “adversarios a combatir”.

La administración Trump –como parte de sus auto congratulaciones por los primeros cien días de gestión– asegura que el secretario de Estado, Marco Rubio, “ha implementado una política exterior decidida y enfocada en el principio de América Primero”, y enlista una serie de “logros”, entre los que aparece Nicaragua en el apartado cinco del informe, titulado “Combatiendo a nuestros adversarios”. “Hacer que la dinastía autoritaria Ortega-Murillo rinda cuentas: impuso restricciones de visa a más de 250 funcionarios del régimen nicaragüense para hacerlos responsables de privar al pueblo nicaragüense de sus libertades fundamentales y obligar a muchos al exilio”, especifica el Departamento de Estado.

Esa mención del informe ha irritado a los Ortega-Murillo, quienes, hasta antes de este 30 de abril, día número cien del retorno de Trump al Despacho Oval, habían mantenido una reserva total ante sus movimientos. La pareja dictatorial estaba expectante, a la espera de señales más claras para reacomodarse en el ajedrez geopolítico –y en extremo caótico– provocado por el mandatario estadounidense, quien desde sus primeras semanas ha mostrado afinidad con la Rusia de Vladimir Putin y se ha distanciado de aliados históricos de Estados Unidos, como Europa.

De hecho, los “copresidentes” se habían mostrado cooperantes con la política de deportaciones del republicano, recibiendo en silencio en Managua más de media docena de aviones cargados de migrantes expulsados. Además, retiraron el primero de abril pasado a Nicaragua de la causa sudafricana ante la Corte Internacional de Justicia, que acusa a Israel de genocidio.

Sin embargo, en la vispera del primero de mayo, Ortega no solo volvió a ser propalestino, sino que criticó las deportaciones de Trump, en especial el envío de migrantes a El Salvador de Nayib Bukele. También se refirió a los nicas retornados, a quienes Washington ha obligado a hacer escala en la cárcel de Guantánamo, en Cuba, y de quienes el “copresidente” dijo que este 30 de abril llegaron más al aeropuerto Augusto C. Sandino, sin precisar mayores detalles.

“Ha caído otra bomba sobre el mundo y viene del presidente de los Estados Unidos, que ha lanzado un paquete de medidas económicas (aranceles) sin consultar con ningún país”, dijo Ortega por primera vez sobre la segunda presidencia de Trump.

“Simplemente lo decidió y ahí está: amenazando la economía mundial y amenazando también a la economía norteamericana. Ya el mismo pueblo norteamericano se empieza a rebelar. ¿Por qué? Porque sienten el impacto del encarecimiento de la vida. Y, por otro lado, la actitud criminal del gobierno norteamericano de estar persiguiendo, encarcelando a todos los que han estado ahí trabajando por años (migrantes). Que han estado derramando sudor y sangre para que ese país tuviese más riqueza”, agregó sobre las deportaciones.

Ortega criticó a Bukele por poner a disposición la megacárcel CECOT a Trump, a cambio de un pago por cada migrante deportado, en su mayoría venezolanos que, según la Casa Blanca –y sin pruebas–, son todos de la banda criminal del Tren de Aragua. El caudillo sandinista mencionó, sin dar nombre, el caso de una migrante separada de su hija menor de edad al momento de la deportación. “Son crímenes ya horrendos; horrendos como tener en prisión, ahí secuestrada, a una niña de dos años y la pobre madre atacada”, sostuvo.

Ortega rompe su silencio y cautela ante Trump: comete “crímenes horrendos y actúa como que el poder es solo él”

En un alarde de cinismo, Ortega –que ha tenido miles de presos políticos torturados en las prisiones de Nicaragua, sin el menor respeto a las reglas Nelson Mandela– criticó a Trump por no respetar el debido proceso de las personas deportadas.

“Sin ley alguna, (Trump está) pasando en contra de las decisiones de los poderes judiciales de los Estados Unidos. Es decir, está actuando como que en Estados Unidos, con su llegada al gobierno, desaparecieron todos los poderes y el poder es solo él. Y él decide qué se hace y qué no se hace”, resaltó Ortega, tal cual como si describiera su manera despótica de gobernar.

Este viraje de Ortega-Murillo no solo ocurre después del informe del Departamento de Estado de Rubio, sino horas después de que Ucrania firmara con Trump el acuerdo para extraer tierras raras del país invadido, a cambio de que Estados Unidos le siga proveyendo soporte contra la agresión de Putin. El caudillo sandinista usó su discurso para dejar claro su alineación total con China, una de las obsesiones de Trump en su guerra comercial.

Admite organización de la Operación Limpieza

Ortega rompe su silencio y cautela ante Trump: comete “crímenes horrendos y actúa como que el poder es solo él”

Antes de arremeter contra Trump, Ortega reescribió una vez más –a su antojo– la rebelión pacífica de abril que sus paramilitares y policías reprimieron con fusiles de guerra hace siete años. En su relato, el caudillo sandinista elogió el modelo corporativista que mantenía con el gran capital, en específico con el Consejo Superior de la Empresa Privada. Dijo que esa “relación de diálogo y consenso”, que incluso alcanzó rango constitucional en su momento, trajo beneficios a los trabajadores y “al pueblo de Nicaragua”.

“Un gran acuerdo nacional”, sostuvo, pero que se rompió a partir de 2018 con las protestas sociales. Como antesala a las críticas a Trump, Ortega culpó “al imperialismo” de “destruir y paralizar el proceso revolucionario”.

“Los primeros incidentes se dieron porque se estaban haciendo unas reformas a la seguridad social para que durara más el ingreso de los trabajadores. Ese fue el determinante. Pero se levantaron pequeños grupos de vendepatrias, agentes del imperio que venían siendo entrenados desde algunas embajadas y los llevaban a hacer prácticas y entrenamientos para el sabotaje”, resumió Ortega, y aseguró que Estados Unidos ejerció coacción sobre la clase empresarial para apoyar la rebelión de abril.

A partir de esa ruptura entre el régimen y el sector privado –siguió Ortega– se desató una violencia inicial en la que presenta a su gobierno como víctima, sin decir que durante los primeros días los policías asesinaron a los primeros 46 de las más de 350 personas asesinadas en 2018.

Luego, el “copresidente” se refirió al diálogo nacional mediado por los obispos y los acusó de confabularse con los opositores para causar “un golpe de Estado”. “Trancaron el país y en un momento la Conferencia Episcopal nos pidió una reunión. Nos leyeron una carta firmada por todos los obispos (…) Era una carta como la que un Ejército le presenta a un gobierno que consideran derrotado. Nos dieron tres días para disolver el Parlamento y escoger una nueva directiva. Un Consejo Supremo Electoral. Y que dejáramos el gobierno en tres días. Yo recibí la carta y dije: ‘están locos’, porque esto se llama golpe de Estado”, narró.

Ortega aprovechó para disimular las riñas que mantuvo con el recién fallecido Papa Francisco y descargó sobre “algunos” obispos nicaragüenses por su papel en la mediación del diálogo nacional. A partir de ese momento –siempre según el relato orteguista– no tuvieron “otro camino más que desmontar sus tranques”. “Capturar a quienes hubiese que capturar. Se montó la operación entre la policía y combatientes históricos”, detalló.

De esa forma, reconoció de manera explícita la Operación Limpieza, una estrategia represiva de corte militar que combinó fuerzas regulares de la Policía Nacional con grupos paramilitares y parapoliciales, que actuaron de manera coordinada y utilizaron armas de guerra contra la población civil. El resultado fue una de las represiones más violentas en América Latina en las últimas décadas, dejando más de 200 personas muertas entre junio y julio de 2018, según informes de organizaciones de derechos humanos.

El nuevo “ornamento” de los actos

Ortega rompe su silencio y cautela ante Trump: comete “crímenes horrendos y actúa como que el poder es solo él”

La dictadura “copresidencial”, desde febrero pasado, cuando selló una reforma constitucional totalitaria, cambió la ornamentación de los platós de sus actos partidarios. La –decorativa y coreográfica– Juventud Sandinista desapareció, y ahora es la legión de paramilitares encapuchados, policías y militares los que son presentados como un solo puño del terror de Estado.

El Monitoreo Azul y Blanco dijo que la mayoría de estos paramilitares son empleados públicos obligados a ponerse la capucha. “Hoy, los trabajadores públicos son exhibidos abiertamente en las calles, convertidos en paramilitares encapuchados. Marchan bajo consignas partidarias y armados simbólicamente como muestra de fuerza del aparato represivo estatal”, critica el organismo.

Según el Monitoreo Azul y Blanco, esta “transformación de empleados civiles en fuerzas de choque es una grave violación a los derechos humanos, y contraviene de forma directa los compromisos internacionales que Nicaragua ha asumido”.

Compromisos que no le importan a un régimen que machaca cualquier derecho. En contraste, en un mundo en descenso al fascismo, esos millares de paramilitares encapuchados, rodeados de policías y militares con fusiles en plaza pública, resultan una imagen fehaciente de esa involución que en Nicaragua inició en 2018, mucho antes del retorno de Trump al poder, y cuyo movimiento político y cultural ha azuzado las fuerzas de ultraderecha alrededor del planeta. En síntesis y salvando distancias, en la víspera del primero de mayo, las críticas de Ortega sobre Trump le calzaban a él mismo. Fue como escuchar un autorretrato, mientras la “copresidenta” sonreía y asentía en la tarima


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