La noche de este tres de mayo, la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo arreció sus métodos represivos en varios municipios de Nicaragua, acosando y secuestrando a personas inocentes. La dictadura debe saber que sus acciones generan consecuencias. Así lo hemos hecho saber, exigiendo una fuerte respuesta de la comunidad internacional. Con sus propias acciones se ganan más sanciones.
En mi opinión, la estrategia es desarticular cualquier rastro de oposición, por pequeño que pueda ser, continúa. Quieren erradicar toda forma de resistencia local, de manera tal que cualquier acción externa contra el régimen tenga menor impacto al interior del país. El régimen intuye que pueden venir acciones de gran presión internacional, y por ello consideran importante sofocar cualquier expresión local de resistencia.
A este aspecto se le suma la represión a la Iglesia Católica. El régimen sabe que esa persecución religiosa puede elevar la indignación ciudadana de una nación de gran sentimiento católico, y por ello ejercen una política represiva directa contra personas que, en la paranoia del régimen, podrían canalizar ese descontento ciudadano.
Es importante señalar que dado que Ortega no tiene ninguna legitimidad y que sólo se sostiene por el poder de las armas y la represión, su estrategia represiva es contra todo lo que pueda significar algún tipo de organización ciudadana. Va contra toda forma de organización social que a la dictadura le parezca que está al margen del aparato estatal.
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Desde la oposición hemos insistido de que, en esta fase de resistencia, las principales acciones deben realizarse desde el exterior, ya que no queremos que la gente se exponga más. El régimen sabe que hay una resistencia en silencio y perciben mucha tensión en el ambiente. Creen que en cualquier momento una chispa enciende la pradera. Por eso quieren seguir provocando el exilio del mayor número posible de opositores, y que la población que quede, no tenga ninguna posibilidad de expresarse. Es una política del terror.
En este momento me encuentro en Canadá atendiendo una reunión de la Internacional Liberal, que es un consorcio de más de cien partidos liberales de cuarenta países del mundo. A propósito de esta importante cumbre de partidos liberales, muchos de los cuales son partidos en el poder o partidos parlamentarios. Se me ha pedido exponer ideas sobre cómo la comunidad internacional puede apoyar los esfuerzos de una oposición democrática en el exilio.
En ese sentido, el exministro de Justicia y exfiscal general de Canadá Irwin Cotler, lideró una sesión de preguntas y respuestas. Cotler es una de las principales autoridades mundiales en el tema de arrestos arbitrarios. Fue parte del equipo de abogados defensores de Nelson Mandela.
Ante la pregunta de Cotler: “¿qué es lo mejor que puede hacer la comunidad internacional por los grupos de oposición que enfrentan dictaduras?”, respondí algo que le quiero compartir:
Lo mejor que puede hacer la comunidad internacional es ayudarnos a sacar a esos dictadores del poder. Si bien las principales acciones, el sacrificio y la entrega viene de nosotros los mismos ciudadanos de nuestros países, sabemos que la efectividad de dichas acciones depende en gran parte del apoyo internacional. Mientras esos tiranos estén en el poder, la ciudadanía seguirá siendo encarcelada y perseguida; los periodistas seguirán siendo censurados, las elecciones seguirán siendo robadas. Por ejemplo, con presión internacional se puede lograr la libertad de algunos presos políticos, pero mientras estos dictadores estén en el poder, seguirá habiendo personas detenidas arbitrariamente. Se deben buscar soluciones de largo plazo y apostar a lo máximo, a sacar a estos regímenes.
ESCRIBE
Félix Maradiaga
Presidente de la Fundación para la Libertad de Nicaragua. Es académico, emprendedor social y defensor de derechos humanos nicaragüense. En el año 2021 fue candidato presidencial en las primarias de la oposición por parte de la Unidad Nacional Azul y Blanco. Por ser una de las voces más críticas contra el régimen de Ortega, fue arbitrariamente encarcelado por más de veinte meses.