En un nuevo e inédito revés diplomático, el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo tomó la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Managua, en una acción considerada como una nueva “rabieta” del régimen que aísla aún más al país. La medida la dio a conocer el canciller Denis Moncada, quien tildó al sistema interamericano de ser un “instrumento diabólico”. Aunque algunos analistas consideran la acción como un “hecho simbólico” de la dictadura —porque Nicaragua seguirá como miembro del organismo hasta 2023, año en el que se hará válida la renuncia después de haber cumplido todos los requisitos—, también advierten que puede sentar un peligroso precedente en una región donde otros regímenes ven con malos ojos al organismo interamericano.
Pedro Fonseca, especialista en relaciones internacionales, explica que la toma de las instalaciones de la OEA “vulnera completamente el derecho diplomático y consular, porque sienta un precedente peligrosísimo para toda la región”. “Este tipo de acciones son una manifestación simbólica del régimen, siguiendo una línea discursiva de ‘nosotros somos quienes estamos en el poder, nosotros somos un país soberano y podemos confiscar a cualquier nacional, pero también podemos confiscar a cualquiera que no quiera apoyarnos de fuera’”, opina el experto.
La expulsión de la OEA llega en un momento en el que el régimen mantiene graves presiones hacia el cuerpo diplomático en Nicaragua, así como diversos exabruptos. A inicios de marzo, se anunció la salida del país del nuncio apostólico Waldemar Stanislaw Sommertag, por presiones de la dictadura. La diplomacia orteguista también ha lanzado insultos contra los embajadores de otros países, como la ministra de Relaciones Exteriores de España y el cuerpo diplomático de Argentina, país que se pronunció contra la polémica invitación de Ortega a Mohsen Rezai, un iraní imputado por un atentado contra una sinagoga en Buenos Aires, que dejó 85 muertos.
Hasta ahora se desconoce si las instalaciones fueron allanadas por las autoridades, o si se llevó a cabo una confiscación a toda regla. Lo que no le cabe duda a los expertos es que esto viola cualquier tipo de convivencia diplomática. “Nos sentimos libres de las reiteradas insolencias de los empleados del Departamento de Estado yanqui, que representan allí (OEA) el servilismo, el lacayismo, el entreguismo, la decrepitud y decadencia de una institucionalidad deslucida y reducida por la servidumbre al yanqui”, leyó el canciller. Posterior a la lectura, varios agentes de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional se plantaron en las afueras del inmueble.
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Fonseca cree que esta acción del régimen debe recibir una respuesta enfática por parte de la comunidad internacional. “La OEA tiene que adoptar una posición clara, porque hasta la fecha han sido bastante permisivos con los abusos de Nicaragua. Creo que lo ideal sería una resolución en el marco del Consejo Permanente, o bien una sanción clara”, explica.
Nadie está aconsejando a la dictadura
Arturo McFields, quien renunció a su cargo como representante de la OEA hace un mes en una extensa carta en la que denunció a la dictadura frente a los países miembros del Consejo Permanente, afirma que “este retiro es una muestra de incapacidad de defender lo indefendible. Lo más fácil [para el régimen] es retirarse, y eso fue lo que hicieron. Con la toma de la OEA están violentando también la Convención de Viena en cuanto a la protección de sedes diplomáticas”, aclara.
McFields considera que el aislamiento del régimen se agudiza tras una fractura en la OEA que se dio tras su intervención, en marzo. “La gente ya no quería platicar con Nicaragua, porque acercarse a Nicaragua es acercarse a un país que ha metido en prisión a su propia gente”, continúa el exdiplomático del régimen.
Las declaraciones de McFields fueron todo un terremoto político dentro de las filas del partido, acostumbrado a que nada se salga del guión. En sus declaraciones, el embajador abogó por la liberación de los presos políticos y llamó “dictadura” al mandato encabezado por Ortega y Murillo. Un mes después, el régimen ejecuta lo que muchos consideran desde ya como otra de sus rabietas. Todo inició la tarde del domingo, cuando el canciller Moncada se dirigió a la nación “ratificando” la renuncia de Nicaragua en el organismo. “Hay que recordar también que actualmente el Gobierno no tiene personas que le aporten consejos o le aporten análisis. Actualmente solo tiene personas que dicen ‘sí, señor’”, afirma McFields.