Samantha Jirón
12 de febrero 2024

Un año desterrada: la batalla contra mis traumas y la depresión

Una fotografía de la autora de este artículo, la excarcelada política Samantha Jirón.

Yo siempre imaginé mi vida en Nicaragua. No pensé verme forzada por el régimen autoritario de Daniel Ortega y Rosario Murillo a salir de mi país. Las opciones que me dejaron eran volver a la cárcel o poder rehacer mi vida en Estados Unidos. Por ello decidí subir al avión hace un año y, así, mi existencia cambió sin pedirlo, ni buscarlo, ni desearlo… de eso quiero contarles, de cuando te expulsan, te destierran de tu país. 

Fui condenada a ocho años de cárcel por los supuestos delitos de “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional y por difundir noticias falsas”. Fui la más joven de las presas políticas, una de las 222 personas presas políticas que hace un año aterrizamos sin nada, en Dulles, a menos de una hora de distancia de Washington. 

Antes de seguir contándoles, agradezco a los representantes de la comunidad internacional y organismos de derechos humanos, que no han descansado día a día denunciando la situación de Nicaragua; al Departamento de Estado por su gestión para nuestra liberación hace un año… A Eva Buendía, representante del Gobierno de España por el ofrecimiento de la nacionalidad española cuando la dictadura Ortega-Murillo nos arrebató la nuestra. El día que cumplí 24 años recibí un regalo poco convencional de parte de España: mi nacionalización como española el pasado 16 de enero. Fue mi primer cumpleaños en libertad, después de pasar los últimos dos en la cárcel. 

Llegué a este país sin nada y he logrado, como un rasgo inequívoco de mi nicaraguanidad, resistir y reinventarme. Igual que sucedió durante mi primer exilio en Costa Rica. Estados Unidos es una nación de oportunidades, pero también de soledades. Un país donde la libertad alumbra, y aunque lo aprecio, creo firmemente que todos merecemos ser libres en el país donde nacimos, la tierra que amamos. 

Recibe nuestro boletín semanal

Una de las cosas que más agradezco es encontrar a personas invaluables que me han mostrado el camino para tratar de reconstruir una vida nueva, tratar de recuperar la libertad, la dignidad, el tiempo perdido y que han estado en cada momento apoyándome a superar mis traumas y ganarle la batalla a la depresión. 

Pero no solo me arrebataron mi familia, mi hogar, mi carrera universitaria, sino que también en un acto de venganza y perversidad sin fin, me despojaron de mi nacionalidad. Fue hace un año, después que me enviaron al destierro en ese avión junto a 221 personas más que se opusieron a los Ortega-Murillo. 

En ese vuelo iba un amigo que no veía desde que él fue apresado. Hablo de Michael Healy, quien fue la primera persona que abracé y miré al subir al avión que nos condujo al destierro. Mike, como le llamábamos de cariño, me provocó una carcajada genuina después de muchos días en prisión: Mike trató de aplacar nuestra algarabía haciéndose pasar de azafato, pidiéndonos que nos sentáramos para que el avión lograra despegar. Y, no sé cómo, le obedecimos con risas y despegamos a otra vida que no pedimos, esa que me tiene hoy aquí, junto a 220 amigos excarcelados políticos. La misma vida que a Mike se le acabó de sorpresa el 25 de enero por un infarto. 

Mike, al primero que abracé en el avión, falleció despojado de su nacionalidad nicaragüense, confiscado, lejos de su patria, con el deseo encendido en su pecho de regresar, pero con la esperanza intacta de una Nicaragua mejor. Esa esperanza de Michael, la misma que tenía Hugo Torres y Eddy Montes, es lo que hoy me empuja a mí, a los que estamos aquí, para luchar contra la barbarie que Nicaragua vive… y sobre todo para que no se repita nunca más. Esa esperanza es la que, a pesar de la cárcel, condenas, las confiscaciones, el exilio, el destierro, las torturas y las más sucias y aberrantes prácticas de la dictadura, no ha logrado apagarse.

A pesar de todo, seguimos denunciando la represión, el secuestro y el control total de nuestro país, las violaciones de los derechos humanos, la persecución de la Iglesia católica, el deterioro de todo el sistema estatal… por Mike, por Hugo, por las más de 355 personas asesinadas desde 2018 y los más de 100 presos políticos que continúan en los calabozos del régimen. 

Tras un año desterrada, tampoco puedo dejar de pensar en los miles de exiliados que abandonaron nuestra patria por la persecución y en busca de esperanzas en otro país, sobre todo los que dirigen su esperanza hacia el norte, a este país, Estados Unidos. No todos lo han logrado, decenas se han ahogado en el Río Bravo, han sido secuestrados en México, otros continúan desaparecidos, y otros cientos solo han podido regresar a Nicaragua en ataúdes. El único responsable es la dictadura Ortega-Murillo.

Quiero, después de un año, también reconocer el esfuerzo de mis compañeros de vuelo, muchos con sus jornadas laborales de hasta 13 horas al día e incluso dos trabajos, han logrado independizarse, reunirse con sus familias, matricularse en clases de inglés, en cursos técnicos relacionados a sus carreras, someter sus solicitudes de asilo a pesar de lo traumático que resulta. No es fácil salir de la cárcel después de tanto tiempo y actuar como que no pasa nada, es un acto de resistencia también, porque para ayudar a Nicaragua primero debemos estar bien nosotros. 

Pero también no todos hemos estado en las mismas circunstancias, solo un aproximado de un 30% han logrado la reunificación familiar; muchos hemos enfrentado problemas de salud graves de salud. Kevin Solís, después de tres años en una cárcel de máxima seguridad bajo torturas, sufrió parálisis facial a causa del estrés. Donald Alvarenga, quien sufre insuficiencia renal crónica y le impide tener un trabajo, ha sido golpeado por el desempleo. Vive en inestabilidad económica y emocional.

Los adultos mayores, que tienen un estado mayor de vulnerabilidad y enfermedades crónicas, también sufren en el destierro. No es fácil empezar tu vida con 81 años como don Edgar Parrales, doña Violeta Granera, Nidia Barbosa, por mencionar nombres. Esto no es solo un testimonio, también es una petición; una petición más humanitaria que política. 

Confiamos en la buena voluntad de los organismos de derechos humanos y organizaciones de la comunidad internacional; en los funcionarios de este y otras naciones para que sigan denunciando las diarias violaciones a los derechos humanos, pero también aplicando sanciones que realmente se implementen. Sabemos que el conflicto nica nos toca a los nicas resolverlo, pero necesitamos el apoyo de la comunidad internacional. 

En suma, les exhorto a que se aumenten los mecanismos de presión hacia la dictadura en Nicaragua, para la liberación de los presos políticos, el cese de la persecución, la desnacionalización, el destierro y el exilio de miles de nicaragüenses por motivos políticos.

* Palabras de Samantha Jirón, leídas en un foro de Raza e Igualdad.


Ver el documental: Operación Guardabarranco

ESCRIBE

Samantha Jirón

Era estudiante de Ciencias Políticas y Comunicación Social. Hizo activismo político en la Unidad Nacional en Nicaragua, UN, y la Alianza de Jóvenes y Estudiantes Nicaragüenses (AJEN). Es parte de la 7ma promoción de Formación de Liderazgo para personas jóvenes “Lidera y deja tu Huella” de la Fundación Konrad Adenauer Stiftung; FLACSO COSTA RICA; Consejo de la persona joven, y Ministerio de Cultura y Juventud. Fue presa política de la dictadura Ortega-Murillo.