Tras 43 días de “desaparición forzada”, la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo divulgó la noche del sábado una serie de fotografías de monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, durante un encuentro familiar en el Sistema Penitenciario Nacional, conocido como La Modelo. Aunque el oficialismo intentó demostrar el buen estado de salud del religioso, las imágenes evidencian lo contrario. El prelado luce pálido, delgado, y con ojeras pronunciadas, pero con un espíritu inquebrantable.
Para esta visita, en la que Álvarez estuvo acompañado de sus hermanos Vilma y Manuel Álvarez Lagos, el régimen primero realizó todo un montaje: acondicionó una sala dentro de la prisión, arregló una mesa y la llenó de alimentos y bebidas para que el obispo compartiera con sus familiares, mientras los medios de propaganda grababan el momento.
Con esta exhibición pública la dictadura Ortega-Murillo respondió a los diferentes sectores de la oposición nicaragüense, organismos de derechos humanos y comunidad internacional que exigían una prueba de vida del obispo, tras más de un mes y medio de silencio sobre su paradero.
De hecho, el pasado 23 de marzo el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, aseguró que desde la embajada de Washington en Managua se están “tomando medidas” para presionar por la liberación del prelado, aunque reconoció que la influencia con la dictadura es “limitada”.
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Pese a su evidente deterioro físico, monseñor se mostró sonriente, tranquilo, e incluso abierto a responder las preguntas que un periodista oficialista le realizó en medio del encuentro familiar, una actitud contraria a lo que dijo Ortega el pasado nueve de febrero, que lo tildó de “soberbio”.
– ¿Nos confirma que ha recibido un trato digno como todo ser humano merece? – preguntó el propagandista de la dictadura al obispo.
– Sí, gracias a Dios, agradezco a las autoridades competentes y a las del Sistema Penitenciario – respondió Álvarez.
Seguidamente, el periodista le expresó que le “alegraba” verlo “bien”, “saludable” a lo que el religioso respondió irónicamente: “¡Ah! Bueno. ¿Me ves bien? ¿saludable? ¿y la cara como me la ves?”.
Durante 43 días la dictadura sandinista escondió el paradero de Álvarez, al punto que ni su familia había podido verlo. Cuando el pasado nueve de febrero el régimen decidió desterrar a 222 presos políticos, puso en la cabeza de la lista al obispo Álvarez, sin embargo, el jerarca se negó a abordar el avión que lo enviaba al destierro en Estados Unidos. Ortega dijo entonces que Álvarez tiene comportamientos de “soberbia” y lo tildó de “desquiciado” y “energúmeno”.
El 10 del mismo mes, la justicia nicaragüense condenó al prelado a 26 años y cuatro meses de cárcel, fue despojado de su nacionalidad, y suspendidos sus derechos ciudadanos de por vida, por delitos considerados “traición a la patria”.
Prueba de vida
El Centro de Asistencia Legal Interamericano en Derechos Humanos (Calidh), señaló en su cuenta de Twitter que si bien es una buena noticia el hecho de que monseñor se haya reunido con sus familiares, “continúa vigente el deber del Estado de preservar su integridad, revocar la sentencia injusta, liberarlo en inocencia y reparar integralmente el daño causado”.
Por su parte, el exprecandidato presidencial y exreo político, Félix Maradiaga, señaló que ver a monseñor Álvarez, fuerte y con el rostro iluminado de dignidad y valentía, es “motivo de gozo. Es la prueba de vida que tanto hemos exigido”. Destacó que, aunque sigue secuestrado, la voz del obispo es “más fuerte que nunca”.
Mientras Bianca Jagger, defensora de derechos humanos, también celebró que la dictadura finalmente presentó una “prueba de vida” del obispo. “Sigamos luchando, nuestros esfuerzos no han sido en vano, luchemos hasta lograr que lo liberen. Le doy gracias al señor”.
En un artículo publicado en el diario español El País, el escritor Sergio Ramírez calificó al obispo matagalpino como el “reo incómodo” que en las audiencias judiciales se mostró “digno y desafiante, ajeno a la cháchara de los fiscales y jueces”. La justicia lo condenó a más de 26 años de cárcel por “conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional” y “propagación de noticias falsas”.
“Lejos de ser un hombre común y corriente, aún en su uniforme de presidiario, monseñor Álvarez es un símbolo. El símbolo más poderoso del país”, destacó Ramírez en el artículo titulado “El obispo prisionero”.