El retorno de Trump a la Casa Blanca y el dilema con Nicaragua: ¿Transar con Ortega o removerlo del poder?

La “nueva era Trump” ha causado mucha expectativa entre quienes se oponen a las dictaduras de Daniel Ortega, Maduro y los Castro. El nombramiento de Marco Rubio como Secretario de Estado atiza esos ánimos, pero aún no está muy claro cuál será la preponderancia que América Latina tendrá en la administración entrante, sobre todo ante la migración y la creciente influencia china en la región. Entre los republicanos hay discrepancias de cómo hacerle frente a estos regímenes

Ilustración de Divergentes.

No hay dudas de que Donald Trump es un personaje particular. En la política de Estados Unidos –y por lo consiguiente en el tablero mundial– ha marcado varios hitos, sobre todo después de ganar con amplio margen unas elecciones que lo trajeron de regreso a la Casa Blanca más empoderado que nunca, de la mano del multimillonario Elon Musk. El magnate se convertirá en el primer presidente estadounidense convicto, es decir encontrado culpable de 34 delitos relacionados con falsedad contable para comprar el silencio de una actriz porno. Un delincuente, según la justicia neoyorquina, ocupará a partir de este 20 de enero el despacho oval y cuya agenda de Gobierno tiene entre sus dianas la deportación masiva de migrantes, la compactación del Estado federal (una especie de motosierra mileista), la imposición de aranceles en una postura proteccionista y una relación peliaguda con China. 

Lo que no está claro aún es cuál será la preponderancia que América Latina tendrá para la “nueva era Trump”, en especial la postura frente a las tres piedras en el zapato de la región: las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Durante su campaña electoral –y ya como presidente electo–, Trump ha cargado contra México por el tráfico de fentanilo, la amenaza de imponer aranceles sino detiene el flujo de migrantes asegurando la frontera con el muro que ambiciona desde su administración pasada… pero poco ha dicho sobre lo que los halcones republicanos bautizaron como “la triada del mal”: La Habana, Caracas y Managua. 

Sin embargo, la designación de Marco Rubio como secretario de Estado ha dado ánimo a quienes se oponen al régimen castrista, al de Maduro y al Ortega-Murillo, ya que se trata de un hijo de inmigrantes cubanos y hablante nativo del español que conoce demasiado bien las cuestiones latinoamericanas. 

Según la revista Foreign Affairs, el nombramiento de Rubio es el más importante que Washington ha hecho de cara a Latinoamérica desde que Nelson Rockefeller fue vicepresidente de Gerald Ford en los años setenta. Sin embargo, la pregunta en boga es qué tanta prioridad tendrá Latinoamérica para una presidencia que tiene otros frentes abiertos, como la guerra de Israel en Palestina, la invasión de Rusia en Ucrania y la creciente influencia de Pekín en la región, donde los chinos avanzan raudos con tratados de libre comercio como el que firmaron con Daniel Ortega en Nicaragua

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¿El peso de Rubio?

El retorno de Trump a la Casa Blanca y el dilema con Nicaragua: ¿Transar con Ortega o removerlo del poder?
El nuevo secretario de Estado de Trump, el Senador Marco Rubio.

O más puntual aún, ¿qué tanto puede pesar el factor Rubio para estas dictaduras que cada vez más se imbrican en el poder, empezando por el fraude electoral de Maduro y su autoinvestidura, la reforma constitucional totalitaria de los Ortega-Murillo que consolida la sucesión dinástica, y el viejo problema cubano que tercia en la diplomacia liberando presos políticos a medias, mientras consigue que la administración saliente de Biden sacara a la isla de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo?

“No es poco el peso, pero depende de la discreción que el presidente electo le dé a Marco Rubio de qué hacer con América Latina”, dice a DIVERGENTES Manuel Orozco, analista e investigador de Diálogo Interamericano. “Lo más probable es que Rubio tenga la discreción de identificar de cuáles herramientas de presión hacer uso”.

En una audiencia ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado este 15 de enero, Rubio se refirió a las dictaduras, en particular a la Ortega-Murillo. Dijo que el régimen sandinista “amenaza los intereses de Estados Unidos”. El nominado a ejecutar la política exterior de Estados Unidos durante la segunda Administración de Trump insistió que el régimen orteguista es un “gran desafío” para los intereses de Washington.

“Número uno, por la presión migratoria. Número dos, porque el régimen nicaragüense está permitiendo que las personas vuelen a Nicaragua sin visa desde cualquier parte del mundo y luego transiten a los Estados Unidos”, enumeró el funcionario. “Nicaragua se ha convertido en el punto de entrada para personas de todo el mundo porque entran sin ninguna visa, te cobran 1000 dólares o lo que sea que esté vigente hoy, y de ahí entras en la ruta migratoria y entras a los Estados Unidos”.

A juicio de Rubio, de esta manera el régimen orteguista “ha contribuido directamente a la crisis migratoria” que enfrenta Estados Unidos en su frontera sur, con México. Como tercera razón, destacó que el régimen orteguista ha invitado a los rusos a “establecer un ejército en Nicaragua, en nuestro hemisferio”. Una acción que afirmó que “representa una amenaza a nuestra seguridad nacional que debe ser abordada”.

No obstante, Orozco atenúa un tanto las declaraciones de Rubio, a la luz del concepto de prioridad en política exterior, que depende tanto del manifiesto planteado por cada gobierno como de las circunstancias que se le presentan.  

“La perspectiva de Marco Rubio y en parte de muchos dentro del equipo en el nuevo gobierno es que la premisa de política exterior que guiará el interés nacional es de asegurar que el poderío de Estados Unidos prepondere en el escenario mundial”, dice Orozco, uno de los nicas con mayor conocimiento de los devenires de Washington. “Eso implica corregir o penalizar a quienes se aprovecharon del ‘orden liberal mundial’. Segundo, minimizar el peso geopolítico chino. Contener el daño colateral causado por China o el oportunismo iliberal, entiéndase narcotráfico, dictaduras y migración. Y por último asegurar que la competitividad americana ocurra dentro y fuera del país”. 

Además, prosigue Orozco, cualquier medida que se ejecute tiene que pasar tres puntos: “proteger, fortalecer y beneficiar a los Estados Unidos”. “Rubio ha sido claro en destacar que países como Nicaragua constituyen una amenaza al interés nacional y, en definitiva, afectan cualquiera de esos cuatro ejes de política exterior. En ese sentido, no se trata de si Nicaragua está en el lugar 10 o 20 de los temas prioritarios, sino que es un factor amenazante y no tendrá un trato positivo”, augura el investigador. 

Orozco cree que el régimen Ortega-Murillo puede esperar de “la nueva era Trump” un trato más directo, confrontativo, ya que se encuentra “aplazado” como un transgresor de todo lo que es importante para esta administración entrante.

“Rubio conoce muy bien Nicaragua y la dictadura… de alguna manera lo que están pensando es acciones inmediatas, así como también pretextos para subir la presión”, insiste Orozco. “Hay varias tareas pendientes… primero, la referente a la investigación del Departamento de Comercio Exterior; segundo, referente a cómo reaccionar con las medidas legales que adoptó Nicaragua en noviembre con la reforma a la Constitución, toda vez que muchas tienen efectos sobre Estados Unidos. Tercero, alinear una aprobación con el Congreso de una nueva ley sobre Nicaragua. Cuarto, decidir qué hacer, cómo abordar el contexto migratorio, léase deportaciones, asilo, alivio humanitario, si se suspende o se continúa”.

Ortega y Murillo: poco que transaccionar 

El retorno de Trump a la Casa Blanca y el dilema con Nicaragua: ¿Transar con Ortega o removerlo del poder?

Si bien el retorno de Trump a la Casa Blanca tiende a hacer creer que las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua recibirán un trato más duro, aunque no está claro cuánta atención se les dedicará. Foreign Affairs recuerda que durante su primer mandato, Trump adoptó una estrategia de “máxima presión” de sanciones contra Venezuela, reconociendo a la figura de oposición Juan Guaidó como el presidente legítimo del país, una decisión apoyada por numerosos otros gobiernos de América Latina, así como por Canadá y la Unión Europea. Sin embargo, la estrategia no logró desalojar a Maduro del poder, y las sanciones sólo profundizaron la crisis económica de Venezuela, contribuyendo a una mayor migración de venezolanos hacia los Estados Unidos y otras partes de la región. 

Mientras que la administración Biden intentó negociar con el régimen de Maduro, solo para ver que este recurriera a un fraude masivo en las elecciones presidenciales de julio y encerrara a otro grupo de opositores políticos. “Trump casi con seguridad volverá a un enfoque más beligerante hacia las tres dictaduras, que son causas particularmente importantes para Rubio y otros de su equipo de asesores de Florida. Sin embargo, parece haber una división entre quienes creen que los regímenes están ‘débiles y tambaleándose’, como recientemente afirmó el representante de Florida Mario Díaz-Balart, y otros republicanos que, quemados por la experiencia del primer mandato de Trump, argumentan que las nuevas sanciones importantes y otras tácticas de presión tendrían pocas posibilidades de restaurar la democracia y podrían desatar otra gran oleada de migración”, plantea la revista. 

Mientras Venezuela tiene petróleo sobre cualquier mesa de negociación, en Managua, Ortega no tiene mucho para transaccionar, a excepción de los presos políticos usados como fichas de canje o la moneda de la geopolítica con su viraje hacia China, Rusia, Irán… “Y en lo migratorio, la posibilidad que Murillo decida negar la entrada a nicaragüenses retornados (sea porque se venció el parole o porque son deportados) se encontrará con mucha resistencia de parte de Estados Unidos y confrontará situaciones inmediatas de tener que lidiar con lo inevitable: hablar con Estados Unidos”, dice Orozco.

“Arrancar el mal de raíz”

El retorno de Trump a la Casa Blanca y el dilema con Nicaragua: ¿Transar con Ortega o removerlo del poder?

Eliseo Núñez, exdiputado en el exilio y desnacionalizado, recomienda a los funcionarios estadounidenses a “arrancar el mal de raíz”, porque Ortega apuesta a las negociaciones para sacar ventajas y mantenerse en el poder. 

“Rubio dijo que todo lo que se haga tiene que terminar beneficiando a Estados Unidos. El tema de la amenaza de Seguridad Nacional puede ser visto bajo dos ópticas… Primero, o lo desactivas por la vía de la negociación, y esa es la apuesta de Ortega, porque cree que el Gobierno de Trump va a hacer transaccional y le va a aceptar cualquier tipo de arreglo con tal que deje de mandar migrantes. O lo ves desde otra óptica, la óptica de los halcones republicanos, que es cortar el mal de raíz en Nicaragua y sustituir a Ortega en el poder. Lo segundo es mucho menos probable”, plantea Núñez. 

El exdiputado sostiene que si la decisión de la “nueva era Trump” es golpear al régimen para aislarlo, debería ser “una política más integral”. “No puede ser gradual, porque en la gradualidad la dictadura se va adaptando”, dice Núñez, quien cree que Ortega espera llegar al siguiente acuerdo: no sigue enviando migrantes a Estados Unidos, recibe a los deportados y se compromete a algún tipo de control en el tema de drogas y terrorismo. 

“Pero creo que la nueva administración debe entender que Ortega es el problema. Si vos tranzas con Ortega esos temas que te he mencionado, tenes que estar claro que mañana o pasado él se va a conseguir otros temas nuevos para ser un problema para Estados Unidos y seguir sacando concesiones”, advierte el también analista político. “Si mañana el tema no es migración, es la instalación de una base rusa en Nicaragua o una concesión a los chinos… de modo que la manera de enfrentar un régimen como Ortega no es transar con él, es aislarlo y removerlo del poder. No hay otra forma”. 

Mientras que para Orozco, por ahora, la conclusión tácita debe ser el no depositar esperanzas en la confrontación directa. “Hay que medir como el equipo entrante aborda las diferentes amenazas y oportunidades en el exterior y así anticipar en donde ubicar a Nicaragua. Es una amenaza menor y ofrece pocas oportunidades económicas o diplomáticas”, apunta. 

El nuevo elemento entre la relación de Washington con los Ortega-Murillo es la investigación abierta por el Departamento de Comercio Exterior, que averiguará sobre violaciones de derechos humanos y laborales, lo que abre la puerta a una renegociación del país del tratado de libre comercio CAFTA. 

“Es asunto que, creo, puede cambiar o agregar oportunidad frente a esa amenaza es la determinación del Departamento de Comercio Exterior de que un Estado forajido como el de Nicaragua, no solo incumpla con la normativa internacional y comercial, sino que ha abusado de estas. Por lo que, el trato diferenciado con dictaduras tiene que ser aparte al de socios democráticos”, zanja Orozco. “La investigación sobre Nicaragua es única, por primera vez se evalúa si una dictadura está afectando el interés nacional de Estados Unidos. Esta determinación sentará precedente”. 


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