El reloj marca las 11 de la noche y en las afueras de una casa de un barrio de Managua se da un escenario que, en las últimas semanas, es cada vez más frecuente entre las familias nicaragüenses: una madre llora porque dos de sus hijos, Carlos y Esteban*, de 32 y 40 años respectivamente, están a punto de migrar irregularmente a Estados Unidos para mejorar las condiciones de vida que en Nicaragua no tienen. El sonido de los grillos y el sollozo de las personas sobresale en esa noche cálida y silenciosa de la capital.
En la emotiva despedida, Carlos no puede contener las lágrimas al ver a sus dos niños, de 10 y 13 años, aferrarse a sus brazos, minutos antes de abordar un taxi que los llevará a una estación de buses con destino a Guatemala. Allí inicia la travesía con otros grupos de migrantes. Esteban, hermano mayor, se contiene las emociones y prefiere dar una rápida despedida. A diferencia de Carlos, él viaja junto a su esposa y sus dos pequeños hijos.
– No esté llorando mamá… Todo va a salir bien – le dice Esteban a su desconsolada madre.
– Dios primero hijo, le responde, entre llantos, ella, mientras lo abraza fuertemente.
Recibe nuestro boletín semanal
Los dos hermanos contaban con un trabajo, pero el salario no les daba para alimentar a la familia, razón que los obligó a tomar la decisión de emigrar hacia el norte. Los dos ciudadanos perdieron cualquier esperanza de que la crisis económica, política y social pueda mejorar en algún momento en Nicaragua. “Aquí ya no hacemos nada, las cosas van de mal en peor, uno se mata trabajando y no mira el dinero”, afirma Esteban.
Mientras esta familia comienza esta travesía, en otro punto de Managua, Teresa*, una joven de 21 años, se prepara para salir del país, en los próximos días, junto a su esposo. Ella no solo está abandonando su tierra y el calor de su familia, sino también su sueño de ser doctora, además de dejar a un lado sus estudios de inglés.
“En mi caso, se me ha negado poder ingresar a la universidad pública, desde el 2019, por el simple hecho de no ser sandinista. Y aquí, si no tienes un conecte fuerte, no consigues un buen trabajo, y la economía está tan dura que ni trabajando logras ganar lo suficiente, porque se gasta más de lo que se gana”, expone Teresa.
La joven lamenta que, al igual que ella, muchos estudiantes se están “rindiendo” a mitad del camino al ver la falta de oportunidades laborales en el país y que las pocas que hay se las den solo a personas afines al régimen Ortega-Murillo.
“Realmente, ser joven en Nicaragua es un crimen, y vivir en un país así no es vida. Yo admiro a todos esos jóvenes que, aun viendo caer el país, siguen estudiando porque son persistentes en sus sueños, aunque vean que la probabilidad de trabajar en su profesión sea mínima”, manifiesta Teresa.
Caos migratorio
El sentir de Carlos, Esteban y Teresa es el mismo de miles de nicaragüenses que buscan salir desesperadamente del país. Esto se ve reflejado en las largas filas que, a diario, se forman en las diferentes oficinas de Migración y Extranjería, ubicadas en Managua, en busca de solicitar o renovar su pasaporte. Las personas llegan desde muy temprano, otros incluso, se quedan a dormir desde un día antes para ser los primeros.
Según datos de la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) de Nicaragua, solo en septiembre de 2022, esa institución entregó 23 mil 614 pasaportes a nivel nacional, lo que supone el mes con mayor demanda de este servicio en lo que va del año.
El aumento en las solicitudes de este documento de viaje inició entre mayo y junio de 2021, cuando la dictadura desató una cacería contra opositores. Por ejemplo, en los primeros meses de ese año, las entregas de pasaportes oscilan entre 1,000 y 2 mil por mes. Con el recrudecimiento de la represión, los servicios alcanzaron los 15 mil y, desde entonces, el comportamiento se mantiene por encima de esa cifra.
De hecho, la noche del jueves 27 de octubre, el dictador Daniel Ortega reconoció que hay una crisis migratoria que está afectando a países como Venezuela, Cuba y Nicaragua. Sin embargo, responsabilizó al gobierno de los Estados Unidos por las sanciones que impone a los regímenes totalitarios de estos países.
“Los que provocan estas oleadas de inmigrantes, que se van desesperados (hacia EE.UU.), son los gobernantes norteamericanos con sus políticas terroristas, violadores de los derechos humanos”, dijo Ortega durante el acto del 43 aniversario de la constitución del Ministerio de Gobernación.
El caudillo sandinista acusó a Washington de practicar una política de “gangsters”, que consiste, según dijo, en enviar mensajeros a todos los países del mundo con la orden de que se debe hacer lo que los “yanquis” digan o los amenazan con sanciones y agresiones.
“Y luego están allí quejándose de por qué los inmigrantes”, expuso el mandatario quien, además, sostuvo que no existen “puertas que se puedan cerrar para los inmigrantes, porque son una fuerza que tiene el derecho y la moral de ir a abrir las puertas de aquel que le está negando el derecho al trabajo en sus países”.
Éxodo de nicaragüenses
De acuerdo a los resultados del Barómetro de las Américas, un estudio comparativo entre los países de la región, presentado en agosto pasado por Lapop, un laboratorio de investigación con sede en la Universidad de Vanderbilt, Estados Unidos, más de la mitad de los nicaragüenses tiene intenciones de migrar.
Entre las razones por las que piensan migrar, la primera, según el 53% de los nicaragüenses que respondió la encuesta, es la falta de oportunidades económicas. La segunda, (para el 21%) es la falta de oportunidades educativas.
La más reciente encuesta de la firma costarricense CID Gallup, realizada entre el 26 de septiembre y 10 de octubre, revela que el 58% de los nicaragüenses entrevistados afirma su deseo de emigrar si tuvieran los recursos para hacerlo. Entre los destinos de preferencia de los compatriotas están Costa Rica, Estados Unidos y España.
“La gente está queriendo salir porque percibe (que) no hay empleo en el país y –aquellos que tienen trabajo– el ingreso no les es suficiente para poder cubrir sus necesidades básicas y, por lo tanto, se ven obligados a salir a buscar nuevos rumbos. No porque quieren dejar Nicaragua”, expuso a Confidencial Luis Haug, director de CID Gallup.
En el año fiscal 2022, la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos detuvo a 164 mil 660 nicaragüenses al intentar ingresar por la frontera sur sin documentos. De ese total, 18 mil 276 intentaron hacerlo solo en el mes de septiembre pasado, lo que confirma el impacto de la represión gubernamental en las familias.
El pasado 20 de septiembre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo que “no es racional” deportar a Venezuela, Cuba y Nicaragua los migrantes que llegan de esos países con regímenes totalitarios, y dijo que trabaja con México para frenar el flujo de estas llegadas.
Tras las declaraciones del mandatario estadounidense, miles de nicaragüenses comenzaron a llenar las excursiones que salen en distintos puntos de Managua con rumbo a Guatemala. Con ello, México también está registrando el desborde de emigrantes, sobre todo venezolanos, que buscan un supuesto permiso para poder transitar libremente por ese país. En el estado de Oaxaca se calcula que hay unos 15 mil migrantes a la espera de ese documento, según reportes del periodista Otoniel Martínez.
La socióloga y defensora de derechos humanos, Haydée Castillo, señala que la salida masiva de compatriotas es parte de la desesperanza de la población en un “desgobierno” que mantiene el país en un completo “caos”, dando la espalda a la juventud, a la adolescencia, a la niñez “y también a la población económicamente activa”.
“Lo que está haciendo esta dictadura es provocar daños irreversibles a la sociedad en su conjunto. Aquí no estamos hablando de oposición, aquí estamos hablando de Nicaragua, de toda esa riqueza colectiva que se produce para fortalecer la identidad y una visión de nación que hoy está totalmente en caos”, apunta la socióloga.
La experta, que es parte de la diáspora de nicaragüenses en el exilio, recuerda que, entre los miles de compatriotas forzados a abandonar el país, hay médicos, maestros, profesionales de la investigación y estudiantes. Con esta fuga de cerebros, Castillo considera que la dictadura está creando una sociedad con una visión de “pensamiento único”, en la que no existan personas críticas con su régimen.
Gaby* es una de esas profesionales que salió de Nicaragua hace algunos meses y, ahora, está trabajando como ayudante de cocina en un restaurante en Estados Unidos. La joven de 23 años cuenta con una licenciatura en periodismo, pero dejó de ejercer su profesión en 2018, tras el estallido de las protestas. Ante la falta de trabajo, decidió emprender la ruta migratoria.
“Mi familia y yo no tenemos casa y, solo en renta, pagamos 200 dólares. Y en lo personal, no me afrento de trabajar de lo que sea, pero ni vendiendo ropa, ni haciendo sesiones de fotos cubría los gastos… Era una obligación salir para poder ser el sostén de mi mamá y mis dos hermanos que son menores de edad”, cuenta Gaby.
La profesional también es de las que cree que la crisis que vive Nicaragua va para largo. “Yo veo a la familia Ortega-Murillo eterna”, dice Gaby con tono resignado.
Entre muchas otras personas, conocemos a Vanessa*, de 34 años, quien afirma que, aunque tenía un trabajo estable en Nicaragua, como operaria en una Zona Franca, los ingresos que recibía a la quincena no le permitían llevar el sustento a su casa. Pero, más allá de la situación económica, señala que la crisis política que vive el país fue una de las razones que la empujaron a emigrar junto a una amiga hacia el sur.
“Es triste y lamentable lo que estamos viviendo. Dicen que es un país libre y no es así, uno no puede decir nada en contra del gobierno porque ya te comienzan a seguir… Está difícil la cosa, muy difícil, sinceramente”, lamenta.
Juan*, otro ciudadano nicaragüense entrevistado, comenta que, aunque tiene un trabajo estable en Managua y gana “bien”, su sueño es viajar a otro país para mejorar las condiciones de su familia.
“Trabajo en concreto hidráulico. En dos o tres días a la semana, saco tres mil o cuatro mil córdobas. Mi esposa es licenciada. Pero es mentira, yo quiero una casa para mi niña. Ya le dije a mi esposa, estoy dispuesto a irme a otro país, me voy dos añitos y regreso. Ya me cansé del concreto”, manifiesta.
“Dentro de Nicaragua sé que todavía hay una gran capa de jóvenes que no han podido salir del país, no porque no quieran hacerlo, sino por diferentes circunstancias”, afirma la socióloga Haydée Castillo. “Pero esa juventud necesita de políticas públicas, de autoridades responsables que la vean como presente y como futuro, que no gobierne a espaldas o en contra de la juventud” concluye.
Aunque Nicaragua aún está por detrás de otros países de la región, como Honduras o El Salvador, en cuanto a población migratoria irregular, pero, en 2021, se convirtió en el segundo país del mundo del que procedían más solicitantes de asilo político, tan solo detrás de Afganistán. Costa Rica espera cerrar el año con 90 mil nuevas solicitudes de refugio de nicas. En 2022, el éxodo de compatriotas con rumbo hacia el norte se ha ido incrementado progresivamente. Las filas en las oficinas de Migración revelan la situación de muchísimas personas que esta misma noche están a punto de partir.
*A petición de los entrevistados, los nombres fueron cambiados por seudónimos.