Los movimientos juveniles se han convertido en la principal oposición para los cada vez más autoritarios gobiernos de Centroamérica. Especialmente, las activistas feministas, que en Guatemala, en Nicaragua o El Salvador no solo se están movilizando para combatir los recortes de derechos y libertades que afectan a toda la ciudadanía, sino también la negación de derechos sexuales y reproductivos como el aborto, así como la impunidad con la que el Estado sigue permitiendo las violencias machistas.

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