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La silenciosa resistencia de monseñor Rolando Álvarez,

quien por once meses rechazó el destierro de la dictadura

El rechazo firme de monseñor Rolando Álvarez a ser parte del destierro masivo de 222 nicaragüenses determinado por la dictadura en febrero de 2023, le costó once meses de cárcel, vejámenes y aislamiento. Sin embargo, la resistencia espiritual del religioso desnudó la falsedad de las acusaciones en su contra y la hipocresía política del régimen, que no pudo doblegar al obispo

Por Divergentes (@DivergentesCA)

8 de febrero 2024

Cuando los 222 presos políticos desterrados por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo abordaban el avión facilitado por Estados Unidos la mañana del 9 de febrero de 2023, entre las decenas de preguntas que estallaron en sus cabezas sobre su futuro y sus familias, resaltaba una: ¿Dónde estaba monseñor Rolando Álvarez?

Ese día, monseñor Álvarez siquiera llegó al Aeropuerto Internacional de Managua. Su libertad le había sido privada la madrugada del 19 agosto de 2022, cuando un escuadrón de la Policía del régimen lo secuestró, junto otros religiosos y laicos, luego de asaltar la Curia Episcopal de Matagalpa. Se había convertido en el preso político más relevante de la dictadura orteguista.

Monseñor Álvarez fue llevado a una vivienda bajo resguardo, y al resto de sacerdotes y laicos, los enviaron a las cárceles de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), conocida como El Chipote.

El misterio sobre el destino de monseñor Álvarez fue aclarado por el mismo Daniel Ortega el día del destierro de los 222 reos de conciencia, en una comparecencia en la que fustigó al obispo, de quien incluso no se refería usando su nombre o cargo en la Iglesia católica, llamándolo incluso el “sujeto Álvarez”. 

“Él está haciendo la fila y llega a las gradas y empieza a decir que él no se va. Que primero tendría que reunirse con los obispos y exigir una reunión. Yo no sé qué piensa este señor. Que frente a una decisión del Estado nicaragüense, dice que no acata. Una resolución de un tribunal de justicia que lo está mandando a irse del país. Dice que no acata”, relató el dictador.

Los excarcelados políticos, ya libres en suelo norteamericano, revelaron que en realidad, monseñor Álvarez nunca fue visto en la terminal aérea. Lo que se supo posteriormente, lo cual fue omitido por Ortega en su discurso, es que luego de negarse al destierro, el dictador, en un acto de furia, lo envió directamente a la cárcel La Modelo, para encerrarlo en una celda de máxima seguridad, llamada por los reclusos como El Infiernillo.

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La molestia del dictador se hizo evidente mientras continuaba con su retorcido relato. Dijo que Álvarez actualmente se encontraba “irritado, porque ahora sí está en la cárcel”. También afirmó que el religioso “tenía rabia” y por eso no acató “la decisión de las autoridades nicaragüenses”. 

Añadió que Álvarez tenía comportamientos “soberbios” y se consideraba el jefe de la Iglesia en Nicaragua. “Está desquiciado. Llegó a La Modelo energúmeno (…) No acepta que lo metan a una celda donde hay centenares de presos”, dijo el dictador.

Desde ese día, monseñor Rolando Álvarez inició una silenciosa resistencia, frente a los constantes atropellos y vejámenes de la dictadura. Fue juzgado y condenado en ausencia y sin derecho a la defensa, a 26 años y cuatro meses de prisión.

Se enteró de su sentencia hasta el 25 de marzo de 2023, en una visita familiar programada por el régimen para exhibirlo ante los medios de propaganda.

Cinco fueron las veces que fue exhibido por la propaganda de la dictadura, en un intento de aliviar la presión nacional e internacional que exigía su libertad incondicional, durante el tiempo en el que monseñor Álvarez estuvo encarcelado. 

Mientras el régimen seguía encarcelando y desterrando religiosos, monseñor Álvarez se mantenía firme en su calvario. Visiblemente más delgado, siempre se mostró sereno y cordial con los operadores de la dictadura que se prestaban al sainete organizado desde El Carmen.

Finalmente, producto de negociaciones directas entre el Vaticano y la dictadura, el 14 de enero de 2024, monseñor Álvarez se sumó a un nuevo grupo de 18 sacerdotes desterrados por la dictadura. La cifra de religiosas y religiosos víctimas de esta medida represiva del orteguismo, ya supera los 203.


La última vez que se le vio fue en el Vaticano, libre y sonriente, haciendo lo que más le gusta, oficiando una misa, como parte de su labor pastoral. En las palabras de monseñor Silvio Báez, cuando emocionado anunciaba la liberación de monseñor Álvarez, “la dictadura criminal de Ortega y Murillo no han podido contra el poder de Dios”.