Eliseo Núñez
23 de julio 2024

Los elevados riesgos de la sucesión familiar

Rosario Murillo y Daniel Ortega en el acto del 45 aniversario de la revolución sandinista en Managua. Foto tomada de Presidencia.

La sucesión en modelos autoritarios es de los momentos más vulnerables que atraviesan los autócratas. Normalmente, estos regímenes se construyen alrededor de una figura central y esta figura no necesariamente tiene la capacidad de designar su sucesor post mortem. La sucesión por tanto se convierte en una lucha sorda cuando aún se encuentra viva esa figura central y, por lo general, estalla cuando esta muere y se manifiesta en una diversidad de acciones políticas en su mayoría violentas y antidemocráticas. No hay que olvidar que los seguidores de un régimen autoritario son en sí mismos antidemocráticos y violentos.

La sucesión familiar en el poder es aún más compleja. Requiere el reconocimiento por parte de la base política del autócrata. Es decir la aceptación de que nadie más que los parientes y descendientes del caudillo son capaces de dirigirlos… o en otras palabras la aceptación de un modelo sultánico en el que no requerís tener méritos, sino tener un apellido que te dé la posibilidad de ascender al poder. De nada sirven tus “servicios al partido y al gobierno”: si no te apellidas como el autócrata, no tendrás acceso al poder. 

Es una sucesión humillante, más aún cuando quienes lo suceden por ser familiares no compartieron vida partidaria o militancia y más bien edificaron sus fortunas a costa de la lealtad de los partidarios de su padre o madre. Ellos o ellas ascenderán al poder por un tema de sangre y no de mérito.

Miremos ahora dos modelos de sucesión recientes: Cuba y Venezuela. En Cuba, Fidel Castro decidió generar un modelo de sucesión que primero pasó el poder al hermano y luego al Partido Comunista cubano. Este modelo implicó la rectoría política en vida del propio Fidel y luego de su muerte de su hermano Raúl. Ambos eran reconocidos como líderes históricos por sus adeptos y aun así se decidieron por una sucesión partidaria y no familiar. 

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El caso de Venezuela en una sucesión inesperada debido a la enfermedad de Hugo Chávez. El caudillo decidió también optar por una sucesión dentro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y no por la sucesión familiar que pudo haber recaído en el hermano de Hugo Chávez. Ambos casos lo hicieron no por ser demócratas, lo hicieron para minimizar los riesgos de colapso del régimen por luchas intestinas y con esto perder sus fortunas en influencias construidas desde el poder, es decir fueron decisiones estratégicas.

En Nicaragua, Daniel Ortega decidió heredar el poder a su familia. Desde la designación de su esposa Rosario Murillo como vicepresidenta estaba claro que la línea de sucesión continuaba en ella y con los cargos y nombramientos a Laureano Ortega, hijo de ambos, también queda claro que después de Rosario es Laureano. Es decir no solo hay un sucesor, hay toda una línea de sucesión familiar ya determinada para cuando Ortega parta de este mundo.

Los riesgos de la sucesión familiar son mayores que los de la sucesión partidaria. Por esta razón es que el régimen ahora está en una cruzada abierta por eliminar a priori cualquier resquicio de rebelión interna. De aquí las purgas en la Policía, Poder Judicial, ministerios entre otros: llevan la misión de destruir feudos partidarios y sustituirlos por feudos familiares. La misión de construir una coraza en contra de las protestas internas de sus propios partidarios a quienes con la sucesión familiar le están diciendo que ellos pasaron de ser seguidores políticos a súbditos familiares.

En la búsqueda de reducir las vulnerabilidades de la sucesión familiar finalmente entrara el Ejército, que ahora se ve como ajeno a estas purgas. Esto no seguirá siendo así, pues un régimen familiar requiere de un modelo de Ejército diferente al Ejército partidario que tenemos; requiere un modelo que se comprometa con las familia por generaciones y para este caso los actuales mandos del Ejército estorban, no porque sean democráticos, si no porque creen tener méritos partidarios o políticos… y eso a los Ortega-Murillo no les interesa ni les sirve. La familia requiere de otro tipo de lealtades que han estado construyendo al margen del partido.

Ortega y su familia al final del día han escogido repetir el modelo de los Somoza en el poder. Incluso, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que llevó este modelo a otro nivel: la distribución de cargos oficiales entre hijos y nietos nos indican que ellos ven el poder político como una empresa familiar. Creen que todo lo que hacen les debe ser recompensado y que el mismo hecho de llevar el apellido Ortega o tener un vínculo familiar con este les da derecho a riqueza e influencia.

Los niveles de crueldad con quienes piensan diferente es otra característica que primero afectó a opositores y que ahora afecta a sus partidarios. Esta lógica represiva sólo aumentará pues al ser Laureano el segundo en la línea de sucesión, este deberá mostrar que su imagen refinada y débil no debe prestarse a malas interpretaciones. Y para sostener el poder será mucho más cruel que su padre y que su madre.

Por el bien de Nicaragua debemos hacer todo lo necesario para impedir esta nueva dinastía, todo menos volver al conflicto armado. Debemos romper el ciclo perverso de mesías armados derrotando dictadores y luego mesías armados y poderosos convirtiéndose en dictadores.

ESCRIBE

Eliseo Núñez

Abogado con más de 20 años de carrera, participa en política desde hace 34 años sosteniendo valores ideológicos liberales.