Simpatizantes sandinistas no “entienden” la estrategia de “liberar” a los presos políticos

La expulsión de los presos políticos tuvo un “sabor agridulce” para algunos nicaragüenses. Por un lado manifestaron su alegría porque los opositores no iban a estar más en las celdas de la dictadura. Sin embargo, lamentaron que el régimen sandinista haya despojado de su nacionalidad a 222 nicaragüenses. Los fieles al régimen no terminan de entender el por qué de la decisión de la dictadura sandinista

Simpatizantes del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo durante una marcha convocada para "celebrar" la decisión de desterrar a 222 presos políticos nicaragüenses. EFE/Jorge Torres

Carlos está desconcertado. Todavía no termina de entender por qué el dictador Daniel Ortega decidió expulsar a 222 opositores que estaban confinados en las celdas de los distintos centros penitenciarios de Nicaragua. “Sigo sin comprender por qué los liberaron y los enviaron a otro país”, dice este oficial de la Policía Nacional que habló con DIVERGENTES bajo condición de anonimato.

Desde su óptica y la de varios de sus compañeros, los opositores debían cumplir sus condenas y no servir como una puerta de negociación o moneda de cambio del régimen con Estados Unidos. 

“Fueron juzgados, se les encontraron todas las pruebas, y se les dictó una sentencia firme”, insistió el oficial, quien tiene siete años dentro de la institución policial y admite haber reprimido a manifestantes en abril de 2018. “Bien presos estaban por todo el daño que hicieron”, continuó.

Según el agente policial, cuando el régimen confirmó la información de la expulsión de los opositores el pasado 9 de febrero, en la estación policial en la que trabaja, no se comentó absolutamente nada sobre el tema. Los cuchicheos fueron a través de las aplicaciones de mensajerías que disponen los agentes para intercambiar información. Algunos hablaron lejos del trabajo, en casa con sus familias y en las redes sociales.

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“Solo al padrecito dejaron (monseñor Rolando Álvarez). Aunque dijo el presidente que no se quiso ir. Ahora tiene que cumplir su condena como lo manda la ley”, opinó el agente policial.

Dos días después de que los opositores fueron desterrados, el régimen organizó varias caminatas en todo el país con el objetivo de “celebrar” la expulsión de periodistas, sacerdotes y activistas hacia Estados Unidos.

En Managua, la caminata salió desde la rotonda Jean Paul Genie, al sur de la capital, y culminó en los alrededores de la Avenida Bolívar. La convocatoria gubernamental contó con la participación de secretarios políticos de los barrios de la capital y trabajadores de las distintas instituciones del Estado. Carlos asistió por voluntad propia.

“No estoy de acuerdo con lo que hizo el comandante, pero tampoco estamos para discutir la decisión del presidente. Es el jefe supremo de la Policía. Por algo lo hizo”, indicó Carlos.

Este miércoles la dictadura sandinista despojó de su nacionalidad nicaragüense a 94 personas acusadas por el Ministerio Público de “traición a la patria”, así como el decomiso a favor del Estado de Nicaragua de todos los bienes inmuebles y sociedades, que los procesados tengan inscrita a su favor, ya sea a título personal, señaló el magistrado del Tribunal de Apelaciones de Managua (TAM), Ernesto Rodríguez.

En la lista emitida por la justicia nicaragüense figuran periodistas, exdiplomáticos, activistas, escritores, defensores de derechos humanos, exdiputados, exguerrilleros y líderes religiosos como monseñor Silvio José Báez, obispo auxiliar de Managua, actualmente exiliado en Estados Unidos. 

La orden del régimen provocó distintas reacciones en redes sociales. Por un lado los simpatizantes sandinistas celebraron la decisión de la dictadura calificando de “traidores” a la patria a los opositores, y por otro, los afectados, expresaron que pese al despojo no dejarían de ser nicaragüenses.

Un empleado del sector público que pidió omitir su nombre expresó que los Ortega- Murillo quizás habían ejecutado esta nueva forma represiva para levantar el ánimo entre sus bases. “En el grupo del trabajo los más fieles se alegraron por la noticia”, afirmó.

Una de cal y otra de arena 

Simpatizantes sandinistas no “entienden” la estrategia de “liberar” a los presos políticos
Un grupo de nicaragüenses reunidos en un “plantón” en San José (Costa Rica), para celebrar la libertad de más de 222 presos políticos que el gobierno de Daniel Ortega excarceló y traslado a los Estados Unidos. EFE/ Jeffrey Arguedas

El teléfono de Gloria vibró una vez a las 6:45 de la mañana. A esa hora iba camino a su trabajo ubicado en las afueras de Managua. Vibró diez veces más en menos de dos minutos y pensó que era una llamada telefónica. “Revisé el celular y vi varios mensajes de WhatsApp”, relata. A las 7:30 de la mañana, poco después de marcar su entrada en su centro de labores, notó que tenía más de veinte notificaciones de la aplicación. “No era normal que recibiera tantas alertas. En ese momento pensé lo peor, que era una emergencia familiar”, afirma.

El primer mensaje que leyó fue el de su primo Rubén. Un joven de 29 años de edad que se mudó en el 2019 a Canadá para tener mejores oportunidades laborales. “Confirmame por favor eso de que liberaron a los presos políticos”, preguntó su familiar. “No sé de qué hablás. Vengo llegando al trabajo”, respondió Gloria. “Ya mismo te llamo para que me contés”, insistió.

“Hablamos como veinte minutos. Era él quien me estaba contando lo que estaba pasando. Mi primera reacción fue de sorpresa. Después colgué la llamada y le prometí que iba a averiguar lo que estaba ocurriendo”, expresó la mujer, quien es contadora en una empresa privada.

Lo primero que hizo Gloria fue buscar en los medios digitales nicaragüenses si existía una nota informativa relacionada con la pregunta de su primo. Buscó en La Prensa y encontró el siguiente titular: “Dictadura libera a más de 200 presos políticos y los envía a Estados Unidos”.

Lo que ocurrió después fue una mezcla de emociones. Primero sintió alegría porque dentro del enorme grupo de presos “liberados” estaba un amigo de su familia. Luego dudó de la información porque para ella no tenía sentido que el dictador sandinista “soltara a sus presas” así tan fácil y los montara en un avión rumbo al “imperio”.

A medida que transcurrieron las horas la duda de Gloria se aclaró a tal punto de sentir tristeza y rabia a la vez. Los medios informaron que a los 222 presos políticos los desterraron y les arrebataron su nacionalidad por ser considerados “traidores a la patria”. 

“Estaba molesta. En ese momento pensé que no era posible que te mantuvieran preso por meses en condiciones inhumanas, que luego te expulsaran del país y encima te dijeran que ya no eras nicaragüense”, expresó la contadora. “Pero también me ganaba el sentimiento de paz, porque al final ya no iban a estar en la cárcel, ya eran libres”, agregó.

Contrario a lo ocurrido en 2019, cuando el régimen liberó a una buena cantidad de presos políticos que habían sido capturados en 2018, esta vez en la capital no hubo manifestaciones en las carreteras. Tampoco en las casas de los familiares de los presos políticos. La algarabía se palpó en las redes sociales, donde el control del régimen sandinista es ínfimo.

Gloria pudo compartir sus alegrías y tristezas con varios de sus compañeros. En su centro de labores no hay restricciones al momento de comentar este tipo de noticias. De hecho su jefe, según relató, también compartió el mismo sentimiento que ella, ese que tenía un poco de alegría y también rabia.

“Después envié varios enlaces de noticias a mi primo. Como el trabaja en un sitio donde no le permiten el uso del teléfono más que en los entretiempos que tienen a lo largo de la jornada laboral, me respondió casi a mediodía. Estaba alegre. No se enojó tanto porque dijo que era mejor que la gente estuviera libre que encerrada”, contó Gloria.

El silencio en una institución del Gobierno

Simpatizantes sandinistas no “entienden” la estrategia de “liberar” a los presos políticos
La alcaldesa del condado de Miami-Dade, Daniella Levine Cava (C), habla en una rueda de prensa junto a un grupo de expresos nicaragüenses que llegaron a Miami como refugiados, en el Centro Gubernamental Stephen P. Clark en Miami, Florida. EFE/EPA/CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH

Los 222 presos políticos aterrizaron en el aeropuerto de Dulles, en Washington, el jueves 9 de febrero poco antes del mediodía. Luego fueron trasladados hasta el Hotel Westin, a las afueras de la ciudad, donde fueron sometidos a exámenes médicos exhaustivos para valorar su estado de salud. Los opositores también respondieron algunas preguntas de inteligencia y posteriormente pudieron reunirse con sus familiares y brindar algunas declaraciones a los medios de comunicación.

“Yo me fui al baño, me puse mis auriculares y escuché todo lo que dijo Juan Sebastián Chamorro”, dice Orlando, un trabajador del Ministerio de Salud (Minsa) que aceptó hablar con DIVERGENTES bajo condición de anonimato. “Me alegró tanto verlo, escuchar todo lo que dijo, sobre todo que tuvo palabras para Dios”, continuó.

Orlando salió del baño con una enorme sonrisa y se acercó a una de sus compañeras de trabajo para contarle lo que había visto. Apenas susurraron lo que estaba pasando y su colega se contagió de su alegría. Sus posturas, a pesar de trabajar en una institución del Gobierno, no compaginaron nunca con el régimen sandinista.

A la hora de almuerzo el trabajador del Minsa salió hasta la parada de buses para enviar un audio de voz a otros amigos: “Revisen las noticias, soltaron a los presos. Los sacaron a todos y los mandaron a Estados Unidos”, comentó a través de WhatsApp.

Todos sus amigos respondieron con emoticones de alegría, corazón y otros de llanto. Uno de ellos, según cuenta Orlando, envió ese emoji porque ya había visto el video del reencuentro de Félix Maradiaga con su hija y su esposa. También se conmovió con las transmisiones que hicieron algunos medios de comunicación en redes sociales en las que mostraban a los expresos políticos entrando al hotel donde se hospedaron por algunos días.

“Estábamos alegres, no te lo voy a negar. Pero cuando uno de nuestros amigos envió un mensaje diciendo que monseñor Rolando Álvarez se había quedado en Nicaragua, ahí mi semblante cambió. Primero pensé que había sido una venganza porque monseñor es crítico, después leí que se había sacrificado por los demás. Fue hasta en la noche que habló Daniel que entendí lo que ocurrió”, relató Orlando. 

En menos de una semana Daniel Ortega ha despojado de su nacionalidad a 316 nicaragüenses. Foto: Presidencia.
En menos de una semana Daniel Ortega ha despojado de su nacionalidad a 316 nicaragüenses. Foto: Presidencia.

El dictador sandinista dijo esa misma noche del destierro que Álvarez no quiso montarse al avión en el que viajaron los 222 presos políticos hacia Estados Unidos. “Él está haciendo la fila y llega a las gradas y empieza a decir que él no se va. Que primero tendría que reunirse con los obispos y exigir una reunión”, contó Ortega. “Yo no sé qué piensa este señor. Que frente a una decisión del Estado nicaragüense dice que no acata. Una resolución de un tribunal de justicia que lo está mandando a irse del país. Dice que no acata”, agregó.

Según Ortega, el obispo Álvarez quería hablar con los sacerdotes que ya habían subido al avión. “Total, que no podíamos montar a la fuerza al que no quisiera irse”, dijo Ortega, quien añadió que por esa razón lo enviaron a la cárcel La Modelo.

El mandatario dijo que a Rolando Álvarez, en su régimen de casa por cárcel, se le ha tratado “de manera increíble, como a ningún prisionero en la historia de este país”. Según Ortega, en la casa donde estaba Álvarez “le hacían comidas especiales todos los días, llegaban los médicos dos veces al día, las hermanas a cocinarles. Vivía en una mansión”. 

“Todo el día anduve con la intriga de por qué monseñor no estaba en Estados Unidos. Después de mi hora de almuerzo regresé a mi puesto y le comenté a mi compañera de trabajo si sabía algo sobre el tema pero me dijo que estaba igual que yo, o sea, no sabía nada”, afirmó Orlando.

El trabajador del Minsa explicó que en su sitio de trabajo hubo muchos comentarios sobre la noticia del día pero a diferencia de lo que ocurrió en la oficina de Gloria, no pudieron hacer tertulia sobre el tema. Tampoco comentar con tranquilidad en algún momento de la tarde y mucho menos ver videos publicados en redes sociales.

Un supervisor de su área, que Orlando identificó como leal al partido de Gobierno, se encargó de hacer recorridos por las distintas oficinas de su centro de trabajo para vigilar que nadie comentara sobre la liberación de los presos políticos.

Por la noche, poco después de llegar a su casa, Orlando revisó el grupo de WhatsApp de su oficina, cuyo contenido es enteramente partidario, y leyó un mensaje de uno de sus superiores anunciando una marcha el fin de semana a la que tendrían que asistir sin excusas.


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