Wilfredo Miranda Aburto
6 de marzo 2023

César Zamora no puede negar que se lo advirtieron

El preso político y expresidente del Cosep, José Adán Aguerri, juramenta para un cargo a César Zamora. Foto: Cortesía.

Si hay algo que César Zamora no puede negar es que esto se lo advirtieron: que el Consejo Superior de la Empresa Privada (Cosep) iba a terminar arrollado por el totalitarismo de Daniel Ortega y Rosario Murillo, como sucedió este seis de marzo, cuando la personería jurídica de la patronal y todas sus cámaras asociadas fueron canceladas de un plumazo. Se lo advirtieron de muchas formas, con diversas señas, pero el empresario del sector energético no hizo más que desdeñar los señalamientos con esa arrogancia que tanto se parecía a la de Kitty Monterrey, cuando ufana por la tutela de la personería de Ciudadanos por la Libertad (CxL), trabó la unidad opositora. Ambos fueron guillotinados. Murieron advertidos. 

El caso del empresariado es más claro que el de CxL: mantuvieron una relación corporativista con el régimen hasta 2018, en la que sacaron demasiado provecho económico, mientras sin decir mucho veían de reojo la construcción del autoritarismo Ortega-Murillo, fraude tras fraude electoral, institución tras institución destruida… Luego de las protestas sociales (que fueron desarticuladas con una brutal represión que los expertos de la ONU califican como crímenes de lesa humanidad con características nazistas), el amorío entre la patronal y el oficialismo se resquebrajó. 

Los dos expresidentes de Cosep, José Adán Aguerri y Michael Healy, junto con el empresario Álvaro Vargas, pasaron encerrados en la infame prisión de El Chipote. Ellos pagaron el precio más alto en los círculos del infierno de los Ortega-Murillo: el de “traidores”. Antes de sus detenciones en 2021, el Cosep resarció su credibilidad después de años de “co-legislar” con el régimen. Los empresarios tuvieron un rol activo en el apoyo a las víctimas de los crímenes de lesa humanidad y liberación de la primera oleada de presos políticos. Sin embargo, con el paso del tiempo, de cara a las elecciones generales de 2021, decidieron volverse a enredar desde la Alianza Cívica, espacio que llegaron a controlar. Respaldaron a CxL en su intento por ser la única e “impoluta” casilla de la oposición, a pesar que les fue advertido que la desunión llevaba al despeñadero. 

Cuando el régimen se percató que la jugada de CxL podía salirse de las manos con la incorporación de otros precandidatos presidenciales debido a la presión social, lo que hizo fue guillotinar. Es decir, CxL y Kitty Monterrey dejaron de ser útiles como le ha ocurrido a César Zamora. 

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El controvertido empresario asumió la presidencia de Cosep en octubre de 2021, ya con sus expresidentes y socios presos en El Chipote. Aunque Zamora nunca dejó de abogar por ellos, lo hizo más en privado que en público, sobre todo a nivel personal. El Cosep bajo su mando empezó a ofrecer una danza pública de reconquista al régimen. Comunicados sobre los presos políticos y la situación del país inocuos, dichos en susurros para no molestar a la dictadura y, porque sería el colmo, quedarse callados ante la barbarie. Tibios, pues. 

Zamora intentó sumarse al intento de los Ortega-Murillo de simular un país que va por la ruta de la “bienandanza”, con recuperación económica, “reactivando diálogos” con el Gobierno, mediados por el Banco Centroamericano de Integración Económica (el gran financiador de la dictadura), hasta llegar a agradecer al régimen por el destierro de 222 presos políticos a Estados Unidos, entre ellos sus predecesores en la presidencia del Cosep. Pero nada, como se lo advirtieron, le sirvió frente a una dictadura que dispara a matar, tortura y destierra. Quiso volver a entablar conversaciones con los dos sociópatas que ocupan la presidencia, quienes están acostumbrados a imponer lo que les plazca.  

Sin embargo, el empresariado por suerte es un espectro variado. No todos contribuyeron a fomentar esta falsa normalidad que el oficialismo intenta imponer sobre Nicaragua. De modo que los piropos de Zamora hacia el régimen cayeron en saco roto. La dictadura Ortega-Murillo en un arrinconamiento total, aislada como nunca antes, y al mismo tiempo sumida en la fiebre totalitaria, decidieron guillotinar al Cosep, porque al final no lo pudieron someter y controlar por completo. 

Resulta más fácil decapitarlos que lidiar con los empresarios ahora que la lucha por democracia en Nicaragua se revitaliza con la liberación y destierro de los principales liderazgos opositores. Liderazgos que también tienen el reto mayúsculo de aunarse, viendo hacia el pasado inmediato, aprendiendo de sus errores (los de CxL y los del Cosep sobre todo), después de ese terrible paso por la cárcel que, esperamos muchos, los haya hecho madurar políticamente de una vez por todas. 

Sin embargo, no es Zamora el que más sale perdiendo con la decapitación del Cosep y sus cámaras, sino la economía del país y la gente de a pie. El sector privado es el principal motor de la economía nacional y el tiro de gracia contra este poderoso músculo productivo se sentirá más temprano que tarde, complicando más todo, entre ello la misma supervivencia de la dictadura.

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Wilfredo Miranda Aburto

Es coordinador editorial y editor de Divergentes, colabora con El País, The Washington Post y The Guardian. Premio Ortega y Gasset y Rey de España.