La crueldad de la dictadura de Ortega con los hijos de los presos políticos: “¿Por qué no puedo ver a mi mamá?”

Las niñas y niños de los presos políticos también están siendo sometidos a tratos crueles por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, al impedirles ver a sus padres o tener cualquier tipo de contacto con ellos desde hace casi un año.“Estos hechos afectan de manera desproporcionada a niños y niñas pequeñas”, advierte la CIDH

Foto de archivo de Támara Dávila junto a su hija en un viaje familiar. Tomada de Facebook.

Tamara Dávila le cantaba la canción Antes, de Jorge Drexler, a su hija de cinco años. Hay una foto que la muestra sentada en el piso mientras arrullaba a la pequeña. Pero desde hace casi un año no lo hace. El 12 de junio de 2021 fue capturada por la Policía y en febrero de este año fue condenada a ocho años de prisión. Es presa política de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Desde entonces la niña le pregunta a su abuela: “¿Por qué no me dejan ver a mi mamá?” 

Es lo mismo que preguntan las niñas y niños cuyos padres están detenidos en las cárceles de Nicaragua por ser opositores al régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. La niña de siete años de Miguel Mendoza; el niño de cuatro de Suyen Barahona; la niña de ocho de Félix Maradiaga; las dos niñas de Róger Reyes, de dos y cuatro años de edad; los niños de José Adán Aguerri y los de Luis Rivas Anduray; el hijo de Miguel Mora, de 21 años y con discapacidad, que en septiembre del año pasado fue ingresado a cuidados intensivos por síntomas de Covid-19. Cuando salió lo primero que hizo fue preguntar: “¿dónde está mi papá?”. 

Son niñas y niños a los que la dictadura les cambió la vida por completo. No piden juguetes en Navidad y reciben, en su mayoría, terapia psicológica desde su corta edad. Dibujan casi a diario a sus padres, les escriben mensajes –que hasta el momento sus padres no han podido leer–, y solo cuando duermen dejan de hablar de ellos. La hija de Tamara, por ejemplo, en enero fue con su abuela a la playa. Lanzó dos conchitas al mar y pidió dos deseos. La niña confesó que lo único que quería era que regresara su mamá para siempre y que se acabara la pandemia. 

El aislamiento al que están siendo sometidos los presos políticos es completamente ilegal. Viola las leyes del país, los tratados y principios internacionales. Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para el tratamiento de los reclusos, conocidas como Reglas Nelson Mandela, expresan, en su apartado 45, “la prohibición de emplear sanciones de aislamiento y medidas similares con mujeres y niños”. Cabe destacar que la regla 43 señala que entre las sanciones disciplinarias o medidas restrictivas a los reclusos no podrá figurar “la prohibición del contacto con la familia”. 

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Los niños de los presos políticos, sin embargo, están siendo sometidos a torturas, porque tienen casi un año sin ver a sus padres. El artículo 17 de la Ley No. 287 del Código de la Niñez “obliga al Estado a brindar protección especial a la niñez, e incluso a ser escuchada en cualquier juicio que afecte a sus derechos y garantías”. El principal derecho que reclaman las niñas y niños de los presos políticos es ver a sus padres. Sin embargo, las autoridades del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo no escuchan sus reclamos.

Afectaciones psicológicas y emocionales

La crueldad de la dictadura de Ortega con los hijos de los presos políticos: “¿Por qué no puedo ver a mi mamá?”
Félix Maradiaga junto a su hija, que este año cumple 9. Foto tomada de Facebook.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) emitió un comunicado el pasado 13 de mayo en el que urgía al Estado de Nicaragua a garantizar que las personas presas políticas tengan contacto directo, regular y digno con sus familias. La CIDH señaló la restricción absoluta de visitas por parte de personas menores de edad, de llamadas, así como el intercambio e ingreso de correspondencia, fotografías, dibujos y mensajes. “Estos hechos afectan de manera desproporcionada a niños y niñas pequeñas, quienes no han tenido comunicación por más de seis meses con sus madres o padres, por lo que sufrirían afectaciones psicológicas y emocionales”. 

La hija de ocho años de Félix Maradiaga sabe que su padre está preso “porque está luchando por Nicaragua”, según Berta Valle, madre de la pequeña y esposa de Félix. “Siempre pregunta: ‘¿por qué mi papá no me llama?’ y ha sido doloroso el proceso”, dice Valle. 

En cambio, a las niñas del preso político Róger Reyes les han dicho que su papá se encuentra en un viaje de trabajo en un lugar lejano. Varias veces al día preguntan “¿dónde está mi papá?”. Otro niño que cree que su mamá está de viaje es el niño de Suyen Barahona. El día que arrestaron a su madre estaban en la misma casa, pero no vio cuando se la llevaban porque ella salió a entregarse antes. No obstante, el niño sufrió el allanamiento de varias horas que realizaron policías armados en su casa. “¿Cuándo regresa mi mamá del viaje?”, pregunta el niño. Son preguntas cada día más difíciles de contestar para los familiares que quedaron a cargo de ellos y que intentan mitigar el vacío de los padres condenados. 

Algunos de los niños han sufrido traumas emocionales. Les cuesta ir a la escuela, sueñan con sus padres; todavía preguntan por qué la Policía registró durante varias horas sus cuartos el día del arresto. Varios continúan dibujando a sus padres junto a ellos o junto a sus mascotas, miran fotografías de la familia. En la casa de Tamara han adornado con fotos de ellas, y escuchan la canción Antes, de Jorge Drexler, que le cantaba a su hija: “Antes de mí tú no eras tú/ Antes de ti yo no era yo/ Antes de ser nosotros dos/ No había ninguno de los dos/ No había ninguno de los dos…/ Que no entiendo como podía vivir antes/ No entiendo como podía vivir antes…”


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