La simpatía habitual que, en la actualidad, muestra el obispo de la Diócesis de León, Sócrates René Sándigo, con el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo es fruto de una extraña metamorfosis. Antes era muy distinto. De hecho, en sus pocas intervenciones públicas, Sándigo ha tratado de distanciarse de ser percibido como afín al gobierno, argumentando que sufrió “en carne propia” el sandinismo en los años ochenta, por lo que tuvo que hacerse un “tratamiento psicológico y espiritual para poder aceptar el uniforme militar” que, en esa época, representaba al Ejército Popular Sandinista.
Sus acciones revelan que, al contrario de esas palabras, su cercanía con el régimen actual es patente. Fue el único obispo que respaldó el proceso electoral que Ortega y Murillo fabricaron para perpetuarse en el poder, encarcelando y anulando a toda la oposición posible en 2021. La comunidad internacional calificó las votaciones de “farsa” y organizaciones como Urnas Abiertas calcularon que el abstencionismo fue del 81%. Sándigo, en cambio, no tuvo empacho en mostrar su dedo manchado con tinta indeleble.
Aquel domingo del siete de noviembre de 2021, tras depositar su voto, declaró: “Después de cumplirle a Dios en la Santa Misa, hemos venido a cumplir este derecho y cumplir con este deber ciudadano, porque no podemos ser apáticos con la patria que nos vio nacer, en la que cada uno tiene, desde su capacidad, que aportar, sumar y no restar”.
Alrededor de Sándigo existen muchas interrogantes. La última es sobre su silencio acerca de la persecución hacia su hermano de fe, el obispo de Matagalpa, Rolando Álvarez, recientemente detenido y asediado desde hace más de dos semanas, al igual que a los demás sacerdotes. DIVERGENTES intentó conseguir una entrevista con el prelado, a través de su Curia de León, pero no fue posible. Mientras Sándigo guardaba silencio sobre ello, se mostraba públicamente en la inauguración de unas obras en la Catedral de León, el pasado 12 de agosto, junto al alcalde sandinista Róger Gurdián. Una bandera rojinegra fue colocada en la tarima donde se realizó el acto. Dos días después, fue el único religioso en todo el país al que se le permitió realizar la Gritería Chiquita, en uno de los peores episodios de represión que sufre la Iglesia Católica por parte de la pareja en el poder.
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Lejos quedaron las declaraciones de Sándigo, en 2011, cuando criticó a la Policía Nacional por no investigar a fondo el crimen cometido entonces contra el padre Marlon Pupiro y por el acoso y amenazas de muerte que recibieron en ese entonces varios sacerdotes.
¿Qué ocurrió en 2011 para ese cambio tan llamativo en la actitud de este obispo? Fuentes cercanas a la Curia de Juigalpa, de la que Sándigo estuvo encargado hasta 2019, aseguran que sufrió un robo en su casa, en esos días. Le sustrajeron una computadora, entre otras pertenencias. “No denunció el robo porque fue una amenaza velada”, dice la fuente. Sin embargo, otras fuentes eclesiales creen que Sándigo empezó a recibir favores de parte del régimen, como el viaje de más de 3 millones de córdobas que realizó a Israel, junto a 26 miembros de su clero, un hecho inédito, por lo costoso, como señaló el obispo emérito Bernardo Hombach: “Si es una donación, bendito sea, pero hay que ver, porque hay donaciones también que nos amarran las manos, quitan independencia”, sentenció.
La Diócesis de Juigalpa comunicó que el viaje era parte de un diplomado de la Universidad Católica Juan Pablo II, que estaba adscrita a la diócesis de Sándigo. Por otro lado, algunos sacerdotes dijeron que los fondos con los que viajaron los obtuvieron de “ayuda del extranjero, apoyo de feligreses” y préstamos que algunos de ellos hicieron porque era “un viaje soñado”.
No se cuenta con más información pero son detalles en los que se trata de hallar una explicación para la metamorfosis del obispo.
El periodista de temas religiosos, Israel González, dijo que el cambio de postura de Sándigo fue evidente a partir de 2015, cuando dejó la presidencia de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN). Durante ese periodo, en el que estuvo al frente del episcopado, Sándigo fue quien leyó ante Ortega un documento de 16 páginas que le entregaron los obispos en 2014, titulado “En búsqueda de nuevos horizontes para una Nicaragua mejor”, en el cual la frase más destacada fue “los años pasan y nadie es eterno”.
Al salir de la reunión, Sándigo dijo que los obispos le plantearon a Ortega los problemas del país, relacionados con la institucionalidad, el respeto al Estado de Derecho, a las libertades públicas, derechos humanos, la privacidad de las familias y la necesidad de restituir la credibilidad en el sistema electoral. “Pedimos que se apunte a unas elecciones en 2016 con la mayor transparencia posible para que el pueblo nicaragüense deje de vivir en esa inquietud de que si las elecciones son o no transparentes y honestas”, señaló Sándigo.
El cambio de postura más evidente ocurrió dos años después, en diciembre de 2016, cuando Sándigo acusó al partido político Movimiento Renovador Sandinista (MRS, ahora Unamos) y oenegés de manipular a los campesinos que se oponían al proyecto del Canal Interoceánico, con el que les confiscarían sus tierras.
“El MRS ha estado presente allí, manipulando a nuestros campesinos, y organizaciones no gubernamentales que cogen a nuestros campesinos por aquella demanda tal vez justa que ellos hacen. Los lanzan como punta de lanza”, dijo Sándigo, al salir de una reunión de los obispos con el secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro. Un discurso muy similar al que utilizó el régimen, dos años después, durante las protestas de 2018, cuando acusó al MRS y oenegés de azuzar las manifestaciones.
En ese mismo contexto de 2018, Sándigo volvió a alinear sus palabras con el discurso del régimen, en este caso, contra los medios digitales. El gobierno anunció una ley para el control de los mismos, y el obispo comentó: “Si la finalidad es controlar la violencia, me parece bien, porque los medios tradicionales juegan un papel importante en la promoción de la paz o la violencia (…) Para esos medios no hay una aplicación de ley que los censure o los castigue”, dijo, mientra que, desde el oficialismo, se argumentó que la regulación a las redes sociales se haría para “evitar la promoción de la violencia”. Cuatro años después, el régimen ha cerrado prácticamente la mayoría de los espacios de libertad de expresión en el país.
¿Beneficios, amenazas o atracción por el poder?
Monseñor René Sándigo es uno de los pocos obispos que la Policía no asedia, en medio de una persecución religiosa directa contra el catolicismo y sus prelados. Las autoridades sandinistas le permiten realizar actividades y no le persiguen durante sus visitas pastorales en las comunidades alejadas, según una fuente que lo conoce en la Diócesis de León. “No creo que existan amenazas contra él”, asegura.
Por otro lado, desde que Sándigo está al frente de la Diócesis de León, en agosto de 2019, también ha sufrido, como el resto de iglesias, la eliminación de las asignaciones en el Presupuesto General de la República, según pudo confirmar DIVERGENTES. Como parte de la guerra del régimen contra la Iglesia, a partir de 2020, se eliminó una partida que se llamaba “subvenciones a iglesias, templos y organizaciones religiosas”. En 2017, el monto asignado fue de 19,1 millones de córdobas. Pero a raíz de la crisis de 2018, el presupuesto menguó: 7,6 millones ese año y 3,8 millones en 2019.
Desde 2020, ni siquiera la Catedral Metropolitana de Léon recibe recursos asignados por el Ejecutivo. El templo es considerado patrimonio de la humanidad por parte de la Unesco. Generalmente se asignaba a la Catedral de León más de 3 millones de córdobas anuales para el pago de servicios básicos: luz eléctrica, agua, y mantenimiento. Sin embargo, en los últimos tres presupuestos no se refleja el monto destinado para esto.
Las fuentes consideran que la afinidad de Sándigo con el régimen es porque “siempre le ha gustado estar cerca del poder”. El periodista Israel González dice que, como obispo, ha sido “autoritario” en su diócesis de Juigalpa y, ahora, en la de León. “Se siente muy cómodo al lado de las autoridades orteguistas; ya sean policiales o municipales”, refiere González.
“Carismático y afable”
Sócrates René Sándigo Jirón es su nombre completo. Nació en Diriá, en el departamento de Granada. Actualmente tiene 57 años de edad. Es hijo de Enrique Sándigo e Isabel Jirón, una pareja que tuvo 12 hijos. Sócrates René es el noveno.
De pequeño, estudió la primaria en Diriomo y la secundaria en el colegio Salesiano. Ingresó al Seminario Menor de Granada y luego al Seminario Mayor Nuestra Señora de Fátima de Managua. Posteriormente fue enviado a estudiar Teología al Seminario Conciliar de Medellín, Colombia. Realizó estudios de Teología Bíblica en Roma, y fue ordenado sacerdote en Diriá, el 11 de enero de 1992. El nombramiento como obispo de la Diócesis de Juigalpa lo hizo el papa Juan Pablo II, el 28 de octubre de 2005, cuando Sándigo tenía 39 años de edad. “La experiencia del primer amor”, dijo en una entrevista sobre sus años al frente de la Diócesis de Juigalpa.
Los que lo conocieron en su trabajo pastoral en Juigalpa lo describen como un hombre “carismático y afable”, que se lleva bien con los sacerdotes de sus diócesis. Un feligrés de la pastoral de Juigalpa dice que Sándigo visitó todos los lugares recónditos de Juigalpa. Además, trabajó para una mejor organización y condiciones de su clero. Envió a varios sacerdotes a estudiar fuera del país.
Ha sido profesor en los tres Seminarios Mayores de la Provincia Eclesiástica de Nicaragua. Fue secretario de la CEN y delegado ante el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).
Silencio sobre el caso Álvarez
Monseñor Sándigo ha guardado silencio sobre el caso de monseñor Rolando Álvarez, a quien llevaron por la fuerza a Managua bajo arresto domiciliario. Durante dos semanas, Álvarez estuvo encerrado en su propia Curia por la Policía Nacional, bajo una supuesta investigación en su contra por “intentar organizar grupos violentos”. La Policía acabó por sacarlo de allí a la fuerza, en la madrugada de este viernes.
Durante los días previos, para poder resistir, monseñor Álvarez y sus acompañantes tuvieron que racionar los alimentos que el obispo guardaba en su alacena, ya que la dictadura sandinista no permitía el ingreso de víveres ni medicamentos a la residencia del religioso. El sitio policial fue dirigido por el comisionado Ramón Avellán, leal a los Ortega-Murillo y encargado de operaciones violentas contra opositores desde 2018.
La postura de los obispos de la CEN ha sido calificada como “tibia” al referirse a este caso. El comunicado conjunto del pasado siete de agosto expresó “fraternidad, amistad y comunión episcopal, ya que esta situación nos toca el corazón como obispos e Iglesia nicaragüense, pues si un miembro sufre, todos sufrimos con él”.
Ese día, durante una misa, el cardenal Brenes leyó un comunicado de la Arquidiócesis de Managua, en el que manifestaba “cercanía” con Álvarez y los sacerdotes que lo acompañan “ante las circunstancias difíciles que están viviendo”. Y la Diócesis de Bluefields, de monseñor Francisco Tijerino, fue la otra que expresó su “cercanía, amistad y oración” para con Álvarez.
Salvo monseñor Silvio Báez, quien se encuentra exiliado en Estados Unidos, y dijo que condenaba “el secuestro de mi hermano de parte de la dictadura de Nicaragua”, el resto de obispos no se han referido de forma directa al caso. “Existe miedo en la Iglesia ante una dictadura brutal como la de Ortega”, dijo un sacerdote consultado de forma anónima.
Sin embargo, sólo a monseñor Sándigo se le ha visto en estos días junto a funcionarios del Frente Sandinista y adornando sus actividades con banderas rojinegras. “Lamentablemente está quedando en evidencia como un mal pastor, ya que en la forma que actúa pareciera que no siente lo que vive monseñor Álvarez”, dijo el sacerdote.
La defensa del obispo
Unas de las actitudes más criticadas a monseñor Sándigo es la intermediación que hizo entre la Policía y los campesinos en julio de 2018, para que los ciudadanos quitaran el tranque –bloqueo de carretera– que habían colocado en la entrada de Juigalpa, Chontales, para presionar la salida del régimen Ortega-Murillo. Sándigo, en ese entonces, era el obispo de Juigalpa, y llegó a un acuerdo el 13 de julio con la Policía y organismos de derechos humanos. El trato establecía que los manifestantes iban a abandonar el tranque a cambio de que no los persiguieran. Los campesinos cumplieron con el compromiso. Sin embargo, la Policía los persiguió, apresando a varios.
Sándigo guardó silencio ante el incumplimiento de la Policía. No condenó el hecho, y los campesinos lo percibieron como un abandono hacia ellos.
En una entrevista con La Prensa, Sándigo negó que simpatizaba con el Frente Sandinista, porque dijo que su familia era liberal “muy afectada por el sistema comunista de los años 80”. Dijo que “algunos tíos comunicadores murieron en el exilio” después que les cerraran sus emisoras. Uno de ellos salió del país en la valijera de un vehículo de un embajador.
En esa misma entrevista se refirió a la crisis de 2018 y aclaró que un fragmento de la homilía del nueve de mayo de ese año fue manipulado. “Queriendo hacerme quedar mal a mí y queriendo sacar provecho de una reflexión ante la virgen que no mencioné a la Conferencia Episcopal. Me refería a los nicaragüenses que tenemos que pedirle perdón a la virgen”, dijo Sándigo.
Por otro lado, el obispo dijo que, a partir de la crisis de 2018, Nicaragua “no es la misma”. La presencia de los paramilitares durante la crisis de abril, para el obispo “evidenciaban la crisis” en la que se encuentra el país. Hay un feligrés que manifestó a DIVERGENTES su respeto por el obispo Sándigo, porque según aseguró, “actúa con mucha dignidad”.
El obispo suele defenderse de los señalamientos de simpatizar con el régimen orteguista recordando que él también firma las cartas pastorales y las comunicaciones de la CEN, en las que se denuncian los problemas del país. “Las firmamos todos los obispos”, dijo Sándigo en julio de 2019, cuando supo de su nombramiento como obispo de León. “Allí está el aval, a ningún obispo lo hacen firmar a ciegas, es consciente y consecuente con lo que está allí escrito”.