La cancillería del gobierno de México anunció la noche de este domingo que al final no enviará a ninguna delegación a la investidura presidencial de Daniel Ortega en Managua este lunes diez de enero. Aunque la vicepresidenta Rosario Murillo había dicho que el canciller azteca, Marcelo Ebrard, iba a encabezar una comitiva de ese país, luego circuló la versión de que la administración de Andrés Manuel López Obrador enviaría como representante a su director general para América Latina y el Caribe, Martín Borrego Llorente.
Sin embargo, en un giro sorpresivo en horas de la noche de este domingo, México informó “que ningún funcionario de la cancillería mexicana acudirá a la toma de protesta en Nicaragua”. Al preguntar la razón de la decisión, la cancillería azteca alegó que “tenemos la reunión de embajadores y cónsules”.
El hecho de que México se haya planteado enviar una delegación de alto nivel a Nicaragua generó críticas a la administración de López Obrador. El diputado del Partido Acción Nacional (PAN), Héctor Téllez, al igual que la ex senadora de ese partido, Mariana Gómez del Campo fueron los primeros en reaccionar. A estos señalamientos se unió el director regional de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco.
La cancelación de México se suma a la de Argentina, país que este sábado también informó que ninguna delegación de alto nivel volaría a Managua. Según informó el periódico Clarín, el único representante del Gobierno de Alberto Fernández es el embajador Daniel Capitanich. Anteriormente, el diplomático divulgó que estaba pendiente la confirmación de una comitiva del Gobierno, pero finalmente la información fue aclarada a dicho medio argentino.
De esta forma, los dictadores nicaragüenses serán investidos en una tarima desolada, sin la presencia de presidentes o delegaciones de alto nivel, más que la de sus aliados. A pesar que Murillo anunció el arribo de unas 300 personas, ninguna de ellas tiene el peso diplomático que una toma de posesión amerita, según han dicho diversos analistas a la prensa independiente.
La ratificación de México y Argentina deja a los mandatarios más solos que antes, pues se espera únicamente la presencia de delegaciones de Latinoamérica provenientes de Venezuela, Cuba y Bolivia, y ningún líder centroamericano. Este escenario contrasta con las anteriores investiduras de Ortega, en las que han estado monarcas europeos y altos representantes gubernamentales, sobre todo en la de 2007, cuando llegó al poder. La dictadura atraviesa actualmente un desgaste producto de la represión ejercida contra las voces críticas en pleno año electoral. Con el fin de mantener el control, Ortega y Murillo ordenaron el apresamiento de siete aspirantes de oposición y decenas de liderazgos que hasta hoy permanecen arrestados.
La estrategia represiva ha provocado sus costos, pues los caudillos iniciarán un nuevo periodo sin legitimidad, asfixiado por una comunidad internacional que eleva sus presiones a través de sanciones y mayor aislamiento. Al menos 57 países rechazaron los resultados electorales, mientras que distintos sistemas como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea tacharon el proceso como ilegítimo y antidemocrático. La respuesta de los mandatarios ha sido mantener su intransigencia y estrechar lazos con potencias como Rusia y la República Popular China.