El pasado 9 de febrero, cuando desterraron a 222 presos políticos a Virginia, Estados Unidos, se generó una imagen que llamó la atención: opositores exiliados abrazándose con los desterrados en el hotel Westin, donde el gobierno estadounidense hospedó durante los primeros días a la mayoría de los expulsados. La curiosidad no fue por las muestras de cariño hacia los recién liberados -que se vieron por transmisiones a través de redes sociales-, sino por la coincidencia de que hubiera una comitiva amplia y diversa de actores políticos en el mismo lugar donde los desterraron.
Una de las hipótesis que se manejó públicamente fue que los opositores que se encontraban en Washington supieron con anticipación sobre la operación que liberó y desterró a 222 presos políticos. Sin embargo, fuentes consultadas para este reportaje negaron esta versión y explicaron que la coincidencia ocurrió porque aquellos opositores participaban en una reunión en la capital de Estados Unidos, como parte de los esfuerzos para lograr la unidad de la oposición.
“Dicen que en política no existen coincidencias, pero en este caso sí fue una casualidad que varios actores de la oposición estuvieran en Washington, justo el día del destierro de los presos políticos”, dijo Douglas Castro, miembro de la Alianza Universitaria Nicaragüense (AUN) y la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, dos organizaciones que surgieron a raíz de la rebelión de abril de 2018.
Fuentes consultadas aseguran que los opositores que estaban ese día en Washington forman parte de una agrupación llamada Grupo Monteverde, que reúne a miembros de la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), la Alianza Cívica, Ciudadanos por la Libertad (CxL), Unamos (antes Movimiento Renovador Sandinista), Movimiento Campesino, entre otras organizaciones. Aquel día en el hotel Westin se encontraban Ana Quirós, de la UNAB, Daisy George West, de la Alianza Cívica, Kitty Monterrey, de CxL, Luis Carrión, de Unamos, y Francisca Ramírez, lideresa campesina, entre otros actores políticos.
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Douglas Castro, miembro de la Alianza Cívica, confirmó las conversaciones entre fuerzas opositoras que no fueron capaces de ir unidas a las elecciones presidenciales de 2021. “Nosotros no hemos parado las conversaciones con la UNAB. En Costa Rica hemos hablado con ellos, también con el liderazgo del partido CxL”, dijo Castro.
Desde la revuelta de abril de 2018, la oposición nicaragüense no ha logrado unirse para crear un contrapoder de Ortega y Murillo. La Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) convocó a diferentes opositores, que conformaron la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia para participar en los dos diálogos nacionales, que se desarrollaron entre 2018 y 2019, con la pareja presidencial. Pero después del fracaso de las negociaciones aquella alianza se debilitó.
Posteriormente surgió la Unidad Nacional Azul y Blanco, una organización más amplia que, en un inicio, incluía a la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia. Pocos meses después ambas organizaciones continuaron sus caminos por separado y más tarde apareció la Coalición Nacional, que también fue afectada por diferencias internas.
Finalmente, previo a las elecciones de 2021, los actores políticos no pudieron inscribirse juntos en la misma casilla de CxL, el último partido político en ser inhibido de participar en los comicios que Ortega y Murillo se adjudicaron sin competencia, y cuyo resultado fue desconocido por la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos.
Douglas Castro dijo que mucha gente cree que no hay conversaciones porque antes de las elecciones de 2021 “hubo mucho roce y los actores de oposición se lastimaron mucho (…) Pero eso se superó rápido porque ese fue un momento, luego se empezó a trabajar en conjunto en temas como la liberación de presos políticos, incidencia diplomática para que haya más presión en Nicaragua, pero también para que se trate de abrir camino para la solución pacífica y cívica a la crisis”.
El escenario, sin embargo, es más complejo. Con el fracaso de los partidos opositores desde antes de la crisis de 2018, y la falta de unidad en la oposición ha surgido, principalmente en Costa Rica y Estados Unidos, otras organizaciones opositoras en el exilio. Fuentes diplomáticas calculan que actualmente existen entre 60 y 70 grupos opositores que han querido cabildear en Washington en representación de la oposición nicaragüense.
Entre los grupos más recientes que se identificaron en este reportaje se encuentran Espacio de Diálogo para la Concertación Nicaragüense, Vocería en Unidad, Plataforma de la Unidad Democrática, Congreso de Unidad de los Nicaragüenses Libres, entre otras organizaciones.
Un sociólogo y analista político, que habló en condición de anonimato, dijo que estos grupos en realidad son “espacios de encuentro para el análisis y definición de posibles acciones”. El analista aclaró que ninguna de estas organizaciones todavía es un actor político, aunque están conformadas por actores políticos, pero “de ahí va a surgir algo”, apuntó el sociólogo.
En las encuestas de Cid Gallup el porcentaje de simpatizantes de las organizaciones opositoras es incluso menor que el del propio Frente Sandinista, partido de Ortega y Murillo. El más reciente estudio de esta firma costarricense refleja que entre todos los partidos políticos y organizaciones opositoras, como la Alianza Cívica y la Unidad Nacional, apenas llegan al 8%, mientras que el FSLN obtuvo el 22%. Los que se declaran sin ninguna tendencia representan un 70%.
Cabe aclarar que especialistas consultados indicaron que esta encuesta puede no expresar claramente las opiniones de los entrevistados debido al temor a represalias, en un país cuyo gobierno persigue, encarcela, destierra y quita la nacionalidad a todo ciudadano que se le opone.
Haydée Castillo, miembro del Espacio de Diálogo para la Concertación Nacional, dijo que el papel de la oposición debe ser convertirse en esa opción política para la mayoría de las personas que dicen no tener preferencias por ningún partido político. “Para dar el último envión para derrocar a la dictadura no se puede hacer con este montón de vigores dispersos y liderazgos”, dijo Castillo. “Se tiene que consensuar un programa político, un liderazgo que responda a ese programa político, y acercarse al pueblo de Nicaragua para dar esperanza y recuperar su confianza, y la confianza de la comunidad internacional”, añadió.
Las trabas de la unidad
Las explicaciones de por qué la oposición no se ha unido son complejas y diversas. El sociólogo consultado dijo que el nivel de represión que han sufrido los opositores, y el encierro de los líderes nacionales y territoriales; en el último año y medio “dificulta la reestructuración de la oposición de forma rápida”.
Los opositores continúan siendo blanco de la represión, incluso en el exilio. Desde el 9 de febrero se contabilizan 317 críticos del régimen despojados de su nacionalidad, a quienes se confiscaron sus bienes y fueron declarados prófugos de la justicia. “La lógica de Ortega es mantenernos ocupados, resolviendo estos problemas personales y familiares para no estar enfocados en la política”, dijo Douglas Castro, de la Alianza Cívica.
Hasta el momento, la oposición nicaragüense ha trabajado en denuncias y documentación sobre violaciones de derechos humanos; campañas por la liberación de los presos políticos y apoyo humanitario para los reos y sus familiares; incidencia internacional, entre otras acciones de diálogo entre grupos opositores. “Para mí, lo que se está haciendo desde la oposición es limitado en comparación con la magnitud del problema que tenemos en Nicaragua”, dijo Castro.
El excontra Luis Fley, del Frente Democrático Nicaragüense (FDN), dijo que están formando un nuevo bloque con ocho organizaciones que tienen presencia dentro de Nicaragua: miembros del Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y del Partido Liberal Independiente (PLI) en el exilio, el Grupo de Reflexión de Excarcelados Políticos (GREX), la Asociación Médica Nicaragüense (Amen) y parte del Movimiento Campesino. “Nuestro ámbito de operaciones es dentro de Nicaragua, para coordinar trabajos de forma clandestina”, dijo Fley.
Para Fley, las principales diferencias entre los bloques opositores son los incumplimientos de los acuerdos a los que llegan en las reuniones, y los encontronazos ideológicos y personales. “Hay algunas personas que dicen que no se unen con otra ni a patadas, otras dicen que sólo muerto se unirían”.
El veterano político piensa que la oposición está dividida en dos: la que está en Nicaragua y la que se encuentra en el exilio. “La oposición interna está silenciada por la represión de la dictadura, y la que está en el exilio trata de juntarse, pero ha sido difícil hacerlo porque han prevalecido los intereses particulares de estos grupos, y no el interés superior de rescatar la democracia en Nicaragua”, dijo Fley.
Proyectos políticos
Aunque todos los grupos opositores tienen como objetivo sacar a la pareja Ortega-Murillo del poder, no todos están de acuerdo en la estrategia que se debe utilizar. En el panorama político hay quienes sugieren que la salida a la crisis debe ser violenta, como ocurrió con la dictadura de los Somoza en 1979.
Otros opositores abogan por la presión a través del multilateralismo: sanciones internacionales, cortar el flujo de financiamiento y el aislamiento internacional. Por otro lado, hay algunos grupos que piensan que la salida a la crisis debe ser por medio de un proceso de negociación que permita, poco a poco, lograr la transición democrática.
Una parte de la oposición se declara abiertamente conservadora: antiaborto y rechaza a movimientos feministas y de la comunidad LGTBI. Durante las pláticas para lograr la unidad opositora, en 2021, el aspirante presidencial Félix Maradiaga dijo que estos temas fueron una de las razones para que no se concretara la unidad. “Se acusó a la Coalición Nacional y particularmente al PRD de agrupar a grupos LGBTI y a movimientos feministas, lo cual no es enteramente cierto”, dijo Maradiaga, quien pertenecía a la Coalición Nacional, un grupo opositor que albergaba a movimientos feministas y de la diversidad sexual en Nicaragua, pero que no eran mayoría en esa organización.
Un sociólogo explica que estos movimientos reivindican el llamado “progresismo cultural”, una corriente orientada a la defensa de los derechos sexuales y reproductivos, el feminismo y el ecologismo. Sin embargo, pocos son los políticos que levantan la bandera del “viejo progresismo”, cuyo centro es la justicia social y la redistribución de la riqueza, con la misma beligerancia.
No hay interlocutores válidos
El problema de que no exista una oposición unida en Nicaragua se explica desde la física, dice el sociólogo vinculado a organizaciones opositoras. “Si hay distintos frentes dispersos, las fuerzas se diluyen, mientras que si se canaliza en un solo punto toda la energía, se logra un mayor impacto”, explicó.
Fuentes diplomáticas consideran que el problema de la dispersión de las fuerzas opositoras es que no existe un interlocutor confiable que lleve el mensaje ante los distintos organismos internacionales y países interesados en resolver la crisis de Nicaragua, como la Unión Europea, Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA). “Todas las semanas la OEA recibe diferentes grupos opositores con propuestas, pero estos le dicen ‘tienen que unirse’, ésta es siempre la recomendación que le hacen, pero no se logra”, confía el diplomático.
Haydée Castillo, socióloga y defensora de derechos, confirma que la comunidad internacional cuestiona esta dispersión de propuestas de diferentes grupos opositores. “Se tiene que presentar una propuesta para que el pueblo la juzgue y, además, que la comunidad internacional mire que la iniciativa la tenemos los actores políticos nicaragüenses, y no dependamos de los tiempos de ellos (actores internacionales)”, dijo Castillo.
Oxígeno para la oposición asfixiada
Max Jerez es uno de los 222 desterrados. Durante el tiempo que estuvo en prisión vivió uno de los momentos más duros de su vida. Max tiene 29 años y es un dirigente estudiantil, miembro de AUN y de la Alianza Cívica. Fue capturado el 5 de julio de 2021, durante una redada contra unos 50 líderes que pretendían desafiar al régimen Ortega-Murillo en las elecciones presidenciales de 2021.
Como casi todos los reos que estuvieron en el penal de El Chipote durante más de un año, Max durmió en camarotes de concreto, con el calor del día y el frío de la noche, y las nubes de zancudos acribillándolo. Ninguno de esos sufrimientos fue comparable al que sintió cuando le dijeron que su madre había muerto. Max se encontraba en aquel momento en una celda de castigo y recibió la noticia un mes más tarde.
Posteriormente regresó a su celda, que compartía con otro preso político, Róger Reyes, miembro de la UNAB. “Agradezco a mi compañero de celda, porque fue la única persona que estaba conmigo y pudo apoyarme en aquel momento”, dijo Max, con la voz entrecortada.
Parecido a este caso fue el de Víctor Hugo Tinoco, de Unamos, con Pedro Joaquín Chamorro Barrios, de CxL, quienes compartían la misma leche Ensure mientras estuvieron presos en El Chipote, antes de que fueran enviados a sus casas por motivos de salud. Las diferencias políticas entre ellos se remontan a la guerra de los años 80, cuando ambos eran figuras destacadas de los bandos enfrentados: Tinoco como ex vicecanciller del régimen sandinista, y Chamorro como miembro del directorio de la Contra. La cárcel, para todos, parece haber forzado los acercamientos de posiciones ideológicas que, a lo largo del tiempo, han sido difíciles de conciliar.
La comandante guerrillera Dora María Téllez, quien también fue desterrada hace unas semanas, dijo que Daniel Ortega “nos enseñó una cosa muy importante en esa cárcel, y es que teníamos en común cosas más importantes que nuestras diferencias”. Téllez cree que Ortega los encarceló porque los vio como iguales. “Sí, somos iguales en la aspiración de la lucha por la democracia, aunque seamos distintos en un montón de cosas más”, añadió la exguerrillera.
Por esta razón, Douglas Castro cree que la cárcel formó relaciones humanas que van a impactar en la parte política. “Es un aire de refresco para una oposición en la que estábamos asfixiados”. De momento, el acercamiento entre políticos ha sido más fácil y existe mayor empatía en las conversaciones. “Pero eso hay que trabajarlo para que se logre capitalizar y que se logren los frutos”, dice Castro.