En la madrugada del 23 de diciembre de 1972, después que el terremoto convirtió a Managua en un cementerio de vigas retorcidas atravesando paredes y concreto, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal y Carlos Holmann Thompson decidieron ir a visitar, de casa en casa, a los colaboradores de La Prensa. A verificar cómo y en qué estado estaban tras el movimiento telúrico que el mismo periódico describió como “un ensayo del juicio final”. Una de esas colaboradoras –“a las que no hubo un ángel que les avisara”, parafraseando la crónica del periodista Horacio Ruiz, publicada tres meses después que la redacción fue reconstruida– era Rosario Murillo. La actual “copresidenta” de Nicaragua, pero que aquella madrugada era una joven secretaria de 21 años que se encontraba de fiesta en la víspera de navidad cuando la tierra tronó y mató a su hijo.
El único hijo que Rosario tuvo con el periodista y escritor Anuar Hassan, recientemente fallecido y quien trabajaba en La Prensa en aquel entonces. Una viga de madera cayó sobre la cuna del niño y cuando Murillo llegó a la casa perdió el control, tratando de remover escombros para llegar a él. El director de La Prensa –que sería asesinado en 1978 por la dictadura somocista– y Holmann Thompson encontraron a la madre desesperada y le ayudaron a rescatar al pequeño. Con un cuchillo de pan, de esos de sierra, empezaron a cortar la viga fatídica, porque Murillo insistía que escuchaba la voz de su hijo. Pero el rescate fue en vano. El niño ya había muerto como otros casi diez mil managuas tras el seísmo. Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, héroe nacional y mártir de las libertades públicas, llevó a Murillo a su casa de habitación para refugiarla y consolarla esa navidad de luto.
Murillo quedó agradecida con los dos hombres y muestra de eso es que en mayo de 1988, cuando Holmann Thompson falleció, ella estuvo acompañando en los funerales a Ana María Chamorro Cardenal. Dándole su hombro en un momento en que la revolución sandinista ya confrontaba con La Prensa en los ochenta. Era cercana a la familia. Juan Lorenzo Holmann Chamorro, hijo de Holmann Thompson y Chamorro Cardenal, tenía 22 años cuando, a pesar del servicio militar obligatorio, regresó de Costa Rica al entierro de su papá y vio a esa mujer muy atenta con los suyos, sin imaginar, remotamente, que 33 años después sería su carcelera y la principal verduga del diario La Prensa, reconocido este tres mayo por la UNESCO con el Premio Mundial de la Libertad de Prensa por “llevar la verdad al pueblo”, pese a la “severa represión de la que ha sido y es objeto en su país”.
“Ese gesto de agradecimiento de ella se volvió en un odio visceral, sin límites en contra de nosotros, porque sabe de qué madera estamos hechos y por eso nos quiere destruir”, me cuenta Juan Lorenzo Holmann, actual gerente general de La Prensa y excarcelado político. Cuando le pregunto por qué cree que Murillo mantiene tanto encono contra esta redacción histórica, él no sabe responder con una teoría asentada, sino con esta historia del terremoto que, cada vez que era interrogado en El Chipote, se la contaba a los carceleros.
“Ella sabe perfectamente quién soy yo y, cuando la gente me pregunta si la tratamos mal alguna vez, les cuento esta historia del terremoto, mi tío y mi papá. Ahora, yo no sé pensar cómo piensa ella, porque me resulta imposible… pero aparte de la envidia que ella sí siente por La Prensa, porque no ha dejado de ser el diario de los nicaragüenses, a pesar de toda la represión que ordenan, pretenderá que el gesto de agradecimiento cuando murió mi papá tiene que ser ciegamente cumplido por nosotros”, intuye Juan Lorenzo. Pero hasta allí.
Al margen de las explicaciones del origen del odio de Murillo contra el diario decano de Nicaragua –y que hoy está confiscado y toda su redacción exiliada– lo cierto es que el premio de la Unesco ha agriado por completo a la “copresidenta”. Al punto que el gobierno Ortega-Murillo retiró a Nicaragua del organismo y ella ha pasado despotricando contra La Prensa desde el tres de mayo, día mundial de la Libertad de Prensa, un derecho que en Nicaragua ha sido extinguido por ella y su esposo, Daniel Ortega.
Conversamos con Juan Lorenzo Holmann para hablar sobre el impacto de este galardón mundial para el equipo periodístico que este gerente, antes un empresario dedicado al desarrollo de bienes y raíces, ahora dirige en el destierro con una convicción familiar histórica con las libertades públicas –insiste– blindada “para el resto de su vida” por su dura experiencia como prisionero político.
El premio que la UNESCO le entrega a La prensa Parece sacó de sus casillas a la dictadura Ortega-Murillo. En uno de tus tuits agradecés con ironía a Rosario Murillo. ¿Por qué a ella y no a Ortega? ¿Cuál es la historia de encono de ella con el diario?
La verdad es que el reconocimiento de la UNESCO hubiera pasado, como se dice en el béisbol, de noche. O hubiera sido una cosa un poco más normal. Obviamente para nosotros es un honor, pero para el resto tal vez hubiera pasado de noche. Ella sabía desde el jueves de la semana pasada del reconocimiento porque, por protocolo, la UNESCO le tiene que avisar antes a sus miembros. Entonces le avisaron a ella. ¿Qué pasó entre el jueves y el sábado? No te sabría decir. Viendo la respuesta de ella en su alocución y en la carta oficial, me imagino que estuvo tratando de torcerle el brazo a la UNESCO para que no diera el premio y se revirtiera la decisión. Si lees también lo que dice la UNESCO en su comunicado es que ellos no escogieron a La Prensa, sino que fue un panel de jurado el que ha decidido otorgarle este reconocimiento a la Prensa, el diario de los nicaragüenses. Otro dato importante es que esta nominación no la hicimos nosotros. La Prensa no aplicó a este reconocimiento, sino que alguien más y el jurado evalúa y escoge. En el momento en que nos dijeron nos tomó por sorpresa, una formidable sorpresa. Una cosa espectacular por lo que significa este galardón para la Libertad de Prensa en el mundo.
Enhorabuena por eso, pero ahora retomo mi pregunta: Si bien Rosario es de un estilo vengativo y visceral, ¿cuál es la historia de Rosario Murillo con La prensa y por qué tanto odio contra el diario y tu familia?
Yo no te sé decir porqué, primero para poder contestar una cosa así, tendría que pensar tanto como ella y eso para mí es imposible… Ella trabajó por muchos años en La Prensa y siempre se le trató, como a todos los otros colaboradores, con toda la decencia. Más que una empleada, son todos considerados colaboradores. ¿Qué pasó ahí? ¿Qué pasó después? No sé. Lo único que creo es que eso es un tema de envidia. Envidia de ver cómo La Prensa, a pesar de todo lo que ella le echa con la represión y la propaganda, sigue siendo vista como el diario de los nicaragüenses y los nicaragüenses la reconocen como tal. Los nicaragüenses quieren a La Prensa y no a ella. Disculpa porque no sé cómo más decirlo. En resumen, en La Prensa no se le trató mal. Ahora, yo creo que debemos de ir un poco más allá: no es solo a La Prensa como institución a la que atacan, sino que todos los medios independientes que trabajan diciendo la verdad y desvirtuando, digamos, el discurso o la realidad paralela que ellos quieren imponer.
Claro, no podemos negar eso que decís. Pero el impacto del cierre de La Prensa y los posteriores ataques han sido superlativos. Pareciera algo personal. ¿Qué pensas de eso?
No he podido sentarme a platicar con ella para ver qué es lo que le pasa…
(Risas: ja, ja, ja, ja, já).
Realmente no te sabría decir. Solo veo dos opciones que van juntas. Una, es la envidia y la otra es saber que lo que nosotros hacemos les destruye a ellos el castillo de mentiras que quieren construir. Día a día, con el trabajo que hacemos, lo terminamos destruyendo. Esa es la única razón que yo veo detrás de todo esto.
(Juan Lorenzo se pausa, piensa y trae a colación el relato del terremoto, su tío, su papá y Murillo).
Retomo tus palabras: continúan desvirtuando la propaganda. A pesar de que confiscaron sus bienes, toda la redacción está en el exilio, ¿cuál es el estado actual del diario La Prensa y cómo funciona en esta circunstancia tan complicada?
El equipo que tenemos es sumamente pequeño en comparación a como era anteriormente. Todas las personas que son parte del equipo son muy comprometidas y, gracias a ellos, a esa testarudez, a ese apostolado que ellos han decidido practicar, es que seguimos adelante. Hay responsabilidades y sacrificios que tenés que hacer para poder seguir adelante con ese compromiso y pagarles a tus colaboradores. Trabajar desde el exilio es una cosa sumamente difícil… Nos hemos tenido que reinventar completamente. Antes teníamos una serie de ingresos. Por ejemplo, nuestra imprenta comercial era un factor muy importante de la parte financiera y que ayudaba a que tuviéramos todo el personal variado que teníamos.

Ustedes eran un medio solvente. Quizás el más grande de Nicaragua. En términos cuantitativos, ¿cómo era La Prensa antes y cómo es hoy para entender mejor ese compromiso?
La Prensa entera, entre empleos directos, sin meter agencias, distribuidores, voceadores y demás, éramos 400 personas… Y en la actualidad somos menos de 50 personas. En aquel entonces teníamos en redacción, incluyendo no solo los periodistas, sino que fotorreporteros, diagramadores, diseñadores, etcétera, 125 personas. Hoy somos 18 personas.
¿Y esas personas cómo trabajan? ¿Dónde están?
Es una redacción virtual. Hay gente en Costa Rica, en los Estados Unidos, España, México, Canadá y Alemania. Están por todos lados y eso hace bastante más difícil el trabajo, porque uno estaba acostumbrado a que una redacción se nutre de la bulla que generan los reporteros en una sala. Muchas veces el periodista está haciendo una nota o tratando de elaborar un reportaje y entonces le pregunta al otro y así se complementan. Esa es una cosa que se perdió, aunque el tema de la pandemia ya había marcado precedente de trabajar a distancia. Muchos periodistas no llegaban a la redacción en Managua también por un tema de seguridad. Eso nos ayudó a construir un andamiaje para poder trabajar de forma remota. Pero con eso no quiero decir que sea fácil… Es completamente difícil mantener el vínculo con Nicaragua desde donde estás reporteando, que es el exilio.
Cuando uno la lee al periodismo independiente da la sensación que ese vínculo persiste, pero con cierto declive por las circunstancias represivas. ¿Cómo hacen ustedes para sostenerlo?
El vínculo también se vuelve uno virtual con las personas, con las fuentes. Las fuentes siguen existiendo y dando la información. Lo que pasa es que ahora se vuelve más importante el tema de la seguridad y de no revelar quién es la fuente. Proteger aún más a tu fuente. Hay ciertas noticias que demoran más en hacerlas porque tenés que verificar más por el tema del anonimato. Digamos, en vez de hacer una nota que te podría tomar uno o dos días en hacerla, tarda mucho más tiempo. Entonces el esfuerzo y el sacrificio de lo que estás haciendo se vuelve mayor y el costo económico también, al tener la redacción afuera. El tema de los salarios se vuelve sumamente primordial, porque los periodistas dejaron todo lo que tenían en Nicaragua y están comenzando sus vidas en unos lugares en los que, generalmente, el costo de vida es mayor. Entonces el salario se los tenés que subir. Hacés el esfuerzo, pero aún así muchas veces no les alcanza.
De modo que el periodista tiene que buscar otras fuentes de ingreso y tener segundos o terceros trabajos para poder llevar el sustento a sus casas. Es mucho mayor el sacrificio del periodista y las audiencias tienen que entender que ese sacrificio es, como lo suelo llamar, un apostolado. Un apostolado por la libertad de expresión y prensa. Por las libertades públicas de todos. Que la gente entienda que esto ya no es un oficio ni un trabajo, sino que lo haces porque crees verdaderamente en ello, porque quienes no creen verdaderamente en el periodismo ya lo dejaron… Y se fueron a hacer otra labor cualquiera.
Ahora hablemos un poco de vos. Es decir, vos pasaste de ser un gerente que manejaba una empresa, un medio de comunicación, solvente a una empresa quebrada por la represión del régimen. ¿Cómo ha sido ese cambio gerencial para vos, pero también para tu vida después de experimentar la prisión política y la tortura?
Así como La Prensa perdió todo, yo perdí todo también… Me quitaron todo.Yo vine desterrado a Estados Unidos sin nada. Gracias a Dios pudo salir mi esposa de Nicaragua y mis hijas estaban ya fuera. Nos reunimos afuera, pero cada quien aquí hace su esfuerzo por salir adelante. Eso es lo que te decía: yo también hago otras cosas además de esto (dirigir La Prensa), para poder subsistir, salir adelante, pagar las facturas que a diario llegan. Las facturas no se paran. En el tema del medio, la parte más difícil es, efectivamente, cuando vos tenías una empresa que generaba más dinero del que estabas gastando. Todo es felicidad. Todos quieren estar ahí y al final del año hasta repartía dividendos, que dicho sea de paso, La Prensa repartía el 10% con todos los colaboradores. Ahora, ¿qué dividendos? Eso no existe. Entonces La Prensa pasó de ser una sociedad anónima con fines de lucro a ser una fundación sin fines de lucro. Podríamos decir que el único lucro que buscamos es restablecer la democracia en Nicaragua. Volver a Nicaragua a reconstruir Nicaragua, aportar para que Nicaragua vuelva a ser república.

Vos, antes de asumir la gerencia de La Prensa, ¿qué hacías? O sea, uno conoce a tu familia, porque ha estado ligada a la tradición histórica del diario. Pero vos no eras como un nombre muy cercano al periodismo. Pero de pronto asumís la dirección. ¿Esperabas timonear en este contexto tan adverso, quizá uno de los más duros del siglo de existencia del periódico?
Dios te pone en el camino. Te pone situaciones y retos que uno asume. Yo me dedicaba a otras cosas, pero desde el 2011 estaba en la Junta Directiva como miembro. Si bien es cierto no estaba dando la cara, no estaba en el día a día, sí estaba enterado de todo lo que estaba sucediendo, porque teníamos reuniones mensuales en que tomábamos decisiones y estábamos al tanto de todo lo que estaba sucediendo. Llega 2018 y algunos nos involucramos un poco más. Cuando decidimos terminar el contrato con el anterior gerente (Hugo Holmann), la junta directiva formó un grupo para apoyar a mi tío Jaime (Chamorro Cardenal), que era el presidente de la Junta Directiva. Éramos tres y me nombraron coordinador. Yo hacía desarrollo de bienes raíces y esas cosas, pero estaba un poco estancado por toda la situación de 2018 y entonces tenía un poco más de tiempo que los demás. De modo que cuando me vieron más involucrado tomaron la decisión de nombrarme gerente general. Tomé la batuta y me dije que era un reto más, sobre todo cuando he crecido oyendo todo lo que hemos pasado durante esta historia de La Prensa. Pero la verdad es que nunca me esperé que fuera a ser secuestrado por el régimen.
Te quiero decir que a mí en marzo del 2021 me operaron de corazón acá en los Estados Unidos. Yo acababa de regresar en mayo, recién operado del corazón. Me habían cambiado unas válvulas y unas cosas, es decir, una operación fuertísima y en agosto caí preso… Y la gente decía ‘lo acaban de operar del corazón, lo van a matar’. Pero yo pienso que Dios hace las cosas de forma correcta. Si a mí no me hubieran operado del corazón, yo me habría muerto en el Chipote. Así de sencillo. Entonces todo cabe. Hay una mano divina detrás de todo. Dios le da los retos a las personas que sabe que los van a asumir. Este es mi papel ahorita.
¿Ese compromiso del que hablas qué tanto lo renovó la prisión política que sufriste? ¿Cuál fue la principal lección o enseñanza de ese paso por el Chipote?
El tema de la libertad de expresión y prensa siempre ha estado presente en nuestras casas. Siempre lo vivimos, pero en el Chipote realmente reforzó más en mí ese sentimiento. Tomé la decisión de dedicar el resto de mi vida a defender, promulgar y a tratar de construir el tema de la libertad de expresión y prensa en Nicaragua… Y a donde sea que pueda, aunque no sea un sacrificio sólo de uno, sino que involucra a tu familia. Es decir, yo pudiese estar haciendo otras cosas perfectamente, cosas que traen más beneficios económicos. Evitando que mi familia esté expuesta a la perversidad o lo que sea de la dictadura. Pero he tenido mucho respaldo de mi esposa, de mis hijas y del resto de mi familia. Por ejemplo, en el caso de haber sido secuestrado en el Chipote no es porque yo, Juan Lorenzo, hice algo indebido, sino que yo estaba defendiendo el patrimonio no sólo de la familia, sino que el patrimonio de Nicaragua, que es La Prensa. No fue una cuestión personal. Y eso se les decía a los que me interrogaban en el Chipote. Les decía a los interrogadores que todos los que me conocen, mi familia y mis amigos estaban orgullosisimos de que ellos me tuvieran allí.
Diferente es uno que haya violado a una hija, porque no creo que una familia esté orgullosa de eso. O de alguien que haya asesinado a una persona o a más de 300 personas…. Es muy diferente. Es decir, si yo hubiese lavado dinero como el régimen pretendió decir, mis amigos me estarían volteando la cara. En cambio, se sienten orgullosos de ser amigos míos. Es una medalla la que nos pusieron en el Chipote. A todos los que estábamos ahí. Fue una oportunidad de reflexionar y de buscarse a uno mismo. Encontrar una razón buena por la cual existir, vivir, luchar y ser recordado.

Una última pregunta, Juan Lorenzo. No solo el Premio Guillermo Cano de la UNESCO, sino hace poco también el premio Rey de España al mejor medio de comunicación de Iberoamérica, que reconoce esta tradición histórica y de resistencia de La Prensa en un contexto en el que muchos periodistas que resisten están muy desgastados por la cuestión del exilio. ¿Cómo recibieron estas dos noticias de estos premios entre ustedes, la redacción?
Vienen a fortalecer la llama que nosotros estamos tratando de mantener prendida: la de la libertad de expresión. Yo ya dije que esos dos reconocimientos no eran únicamente para La Prensa, sino que eran también para todos aquellos medios y periodistas independientes que siguen en esa testarudez de seguir adelante de informar. Y también para todos los nicaragüenses que aman y quieren ser libres. Al Premio Rey de España aplicamos, pero al de la Unesco no y esa fue la cereza sobre el pastel. Pero la cereza no por el premio como tal sino por la reacción de la dictadura.
Sí, al punto de retirar a Nicaragua de la Unesco. ¿Previste eso?
¡No, hombre! ¿Cómo vamos a esperar eso? Es como puse en un tuit (sobre Murillo): ‘estamos presentes en tu día a día, aunque sea de pesadilla’. Los trolls del gobierno dicen que nadie se acuerda de nosotros, pero les respondo que sí y no sólo eso: los dictadores leen La Prensa y se acuerdan más del diario que de sus propios seguidores, militantes que escriben en redes sociales. A ellos es que nos los leen. Somos importantes. El trabajo que nosotros hacemos tiene incidencia y lo está demostrando con esa actitud tan bochornosa de escribir una carta de cuatro páginas llena de epítetos contra la Unesco. De descalificativos a todos los países del mundo que son parte de la Unesco. Incidimos. Allí lleva dos días, tres días la mujer hablando sobre nosotros, La Prensa… Y seguirá y seguirá.