Después de 12 años consecutivos realizando el rezo de la novena a la Purísima Concepción de María, la familia de Aura Julia Castrillo por primera vez no celebró la tradición, debido a que se fue de Nicaragua en abril de este año. Sin ella, nadie más de su familia realiza actualmente esta festividad, que se mantuvo generacionalmente durante décadas, gracias a su mamá y a su abuela.
La oleada migratoria que desangra a las familias nicaragüenses ha tenido efecto en la disminución de hogares que celebran la Purísima.
Muchas familias que realizaban la tradición emigraron del país y muchas de las que quedan en Nicaragua no la continuaron, terminando de esta forma años y años de celebración en muchos núcleos familiares.
Aura, originaria de Managua, recuerda su niñez en esta época repartiendo paquetes con el rostro de la Virgen, soplando el fuego de los nacatamales, preparando el altar con emoción, rodeada de música mariana.
Recibe nuestro boletín semanal
Una tradición familiar truncada
“Soy de una familia católica profesante. Desde chiquita miraba a mi madre hacer la Purísima. Ella tenía la tradición que venía desde mi abuelita. Aún con muchas dificultades, ella siempre la celebró el 7 de diciembre”, expresa Aura, ahora de 37 años.
“Con mis hermanas nos involucrábamos en atender a la gente y luego nos escabullíamos un ratito para gritar. Solo íbamos a una que otra Purísima, porque después teníamos que ir a ayudar a mi mamá”, relata.
Cuando se casó en 2007, se mudó a otro barrio de la capital. Ahí se encontró con la sorpresa de que en su andén se rezaba la novena a la Purísima, que inicia todos los 28 de noviembre y culmina con la Gritería el 7 de Diciembre. Un par de años después, sus vecinos la involucraron para que ella dirigiera uno de los días de la novena.
“A cada casa le tocaba un día de la novena y quedaba un día vacío. Comenzaron a tomarme en cuenta y a involucrarme en el rezo a la Purísima. Yo respondí que sí porque para mí era algo emocionante”, cuenta.
Así dirigió su primera Purísima en el año 2010. Aunque no tenía mucho dinero y estaba desempleada, con los alimentos que tenía en su casa Aura preparó comida, fresco de chicha y algunas frutas para repartirlas a la hora de los cantos. Si bien fue una celebración “pobrecita”, lo hizo con mucho entusiasmo y devoción.
“Hice un arroz con camarones, cosa que no se da en las purísimas, pero era para lo que yo tenía posibilidades en ese momento porque estaba sin trabajo. Fue bien sencilla. Mis purísimas nunca se caracterizaron por dar lo mejor. No daba panas porque no me alcanzaba el bolsillo, pero intentaba dar cajetas, bananos y naranjas hermosas”, señala.
Pandemia también golpeó las celebraciones de la Gritería
Mientras las purísimas de Aura se realizaban durante el rezo de la novena, las purísimas de su mamá continuaban todos los 7 de diciembre. En ambas purísimas, participaba toda su familia: su esposo, sus hijas pequeñas, sus hermanas, sus sobrinos, incluso sus cuñados. Era una tradición familiar, indica.
Sin embargo, tras la llegada de la pandemia del coronavirus, el fallecimiento de varios familiares y las dificultades económicas que trajo el contexto, la Purísima de su mamá no pudo continuar. Por lo que, ella fue la única que pudo seguir con la tradición en ese momento.
Al mismo tiempo, el país parecía no salir de la crisis sociopolítica en la que está sumido desde 2018. Así que cuando surgió la oportunidad de irse con su familia a Estados Unidos a través del parole humanitario en este año, decidió hacerlo.
“Mi última Purísima fue el año pasado. En este año sufrimos un cambio en la familia. La situación del país no estaba buena y se nos presentó la oportunidad de venir a Estados Unidos, así que lo hice para tener más oportunidades para mi familia y mis dos hijas”, cuenta.
No poder continuar con la tradición también ha supuesto un reto emocional para ella y sus hijas, devotas a la celebración. “Me han salido muchas lágrimas este fin de noviembre e inicios de diciembre. Ha sido un tiempo de nostalgia por saber que no pude hacer mi Purísima, que la hice durante más de 10 años. Es duro estar lejos de tu patria, tus costumbres, tus tradiciones. Duele”, expresa.
Actualmente la familia de Aura, quienes viven en Miami, reza la novena en privado dentro de su casa durante la noche, para seguir con la costumbre aunque sea en su nuevo país. En un futuro, espera regresar a Nicaragua para “celebrarla debidamente” y sentirse nuevamente en el calor de su hogar, señala.
Carestía de la vida y persecución política enturbian la celebración mariana
Martha Patricia Molina, investigadora en temas religiosos, señala que muchas familias católicas que celebraban la Gritería han migrado del país, aunque han continuado con la tradición en sus nuevos lugares de destino.
Se estima que más de 605 043 personas nicaragüenses han abandonado el país entre 2018 y el primer semestre de 2023, de acuerdo con el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más. Esto representa el 9% de la población total.
Los efectos de la pandemia, el desempleo y el aumento de la canasta básica, que es de C$19 358.20 córdobas hasta octubre de 2023 acorde con el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide), también han sido otros factores que han afectado a muchos hogares que realizaban la Purísima.
A esto se suma la nueva orden de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo de no permitir la celebración fuera de los templos católicos, únicamente en su interior. Solo entre abril de 2018 y agosto de 2023 se han documentado 667 ataques contra la Iglesia católica, según la investigación realizada por Molina llamada “Nicaragua: ¿Una Iglesia perseguida?”.
A pesar de todo esto, Molina sostiene que “la devoción a la Virgen María por parte del pueblo católico se mantiene siempre fiel y es una condición que trasciende cualquier ataque y persecución dictatorial”.
31 años de tradición detenidos
La tradición que se mantuvo durante 31 años en la familia de Luciana, nicaragüense católica que solicitó el anonimato, también se detuvo tras la migración de su familia a Estados Unidos en 2022.
Luciana inició la celebración a sus tan solo 12 años de edad, cuando su mamá enfermó gravemente por una infección. Una persona cercana le recomendó “encomendar su mamá a la Virgen” para que sanara, y se le ocurrió que la mejor manera de hacerlo era a través del rezo de la novena a la Purísima Concepción de María.
“Yo retomé la tradición porque mi abuela lo solía hacer, pero después ya nadie la continuó. Cuando mi mamá cayó enferma, yo le hice la promesa a la Virgen que si ella sanaba, iba a celebrar la Purísima todos los años”, relata la profesante de ahora 43 años.
De esa manera, ella a su corta edad y con ayuda de su abuelo, iniciaron el rezo a la novena con los niños y niñas de su cuadra. Las personas de la comunidad se dieron cuenta de la causa y decidieron aportar con lo que tenían: helados, chicha, cañas, panas y caramelos.
Hasta que el último día de la novena, culminó el rezo con la asistencia de 30 niños y niñas y el apoyo total de sus vecinos. “Era un rezo improvisado con una Virgen chiquita, pero teníamos mucho amor y devoción”, indica.
La madre de Luciana mejoró y la familia de ella continuó con el rezo a la novena en los siguientes años. Después la celebración se hizo durante los 8 de diciembre, el día de la Virgen de Concepción en Nicaragua. Lo que fue una “Virgen chiquita y un rezo improvisado”, pasó a ser una gran fiesta con chicheros, cohetes y un gran grupo de gente rezando.
“Además de la fe y el aspecto religioso, es algo muy cultural nuestro. Nosotros terminábamos el rezo a la virgen con un almuerzo, para hacerlo en familia y en comunidad”, cuenta.
Igual que en el caso de Aura, Luciana encontró la oportunidad de vivir en Estados Unidos el año pasado. Con un país políticamente inestable y con el riesgo constante de no tener empleo, decidió viajar con su familia a Miami. Desde entonces, únicamente reza la novena en su hogar, pero no con la gran celebración que se hacía en Nicaragua.
“Ahora solo se hace un rosario con nosotros aquí en casa y lo que queda de mi familia en Nicaragua. Estamos casi todos fuera y estamos en diferentes lugares”, expresa.
Como Aura y Luciana, son muchas las otras familias que han tenido que abandonar el país por el caos político, dando fin a tradiciones culturales que perduraron muchos años en sus familias.