Crónica

El Real Estelí termina de caer con valía en la “catedral” roja y negra tica

El equipo nicaragüense, ensombrecido por la corrupción de Fidel Moreno, salió al campo de la Liga Deportiva Alajuelense a buscar lo improbable: remontar a uno de los mejores equipos de Costa Rica para ganar la Copa Centroamericana. No lo lograron, pero dejaron sobre el césped un fútbol a ratos impreciso y en otros muy eficaz. Pese a empatar, y perder 4-1 en el marcador global, el Real Estelí se convirtió en el primer equipo nacional en quedar como subcampeón de una de las competencias más importantes de la Concacaf. Esta es la crónica del encuentro desde el estadio Alejandro Morera Soto

El alma del Real Estelí fue el lateral izquierdo Byron Bonilla. Fotos de Carlos Herrera | Divergentes.

Primer tiempo: barra manuda confiada

Los aficionados del Alajuelense llegaron al estadio Alejandro Morera Soto, su “catedral” futbolera, con la sobrada seguridad que la noche de este 5 de diciembre su equipo levantaría la Copa Centroamericana. “Hoy hay fiesta en Alajuela”, repetían los ticos mientras esperaban que el bus con la oncena roja y negra llegara a la cancha. “Tienen tres adentro, ¡treeees!”, le gritaban a un puñado de nicaragüenses que viajaron para apoyar al Real Estelí FC, el equipo sorpresa de esta competencia. La “cenicienta” que, a pulso en las canchas, llegó a esta instancia final donde las piernas se batieron a tope contra el contrincante, pero no pudieron derribar las veces necesarias la cabaña del portero Leonel Moreira; convertir goles. Apenas uno en los dos juegos finales. Por eso los fans manudos insistían antes del silbatazo inicial: “¡Tienen treeeeees!”. La triada de tantos letales que el “Tren del Norte” recibió el 28 de noviembre en casa, en el estadio Independencia que Fidel Moreno, zar de este club y hombre de confianza de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, les remodeló ocupando ilegalmente dinero público

Las altas graderías del Morera Soto, heladas por el primer frente frío decembrino que pega en la Gran Área Metropolitana de Costa Rica, se llenaban poco a poco de la hinchada de Liga Deportiva Alajuelense. La tranquilidad con la que estos fans afrontaban esta final, sin mayores aspavientos, daba la sensación de que venían convencidos a una fiesta que iniciaría sin sorpresas después del trámite de los noventa minutos reglamentarios. En sus caras, extasiadas después de no ganar la Copa Centroamericana desde hace diez años, la posibilidad de un duelo real con el Real Estelí ni se asomaba. Y Joel Campbell, bien temprano, al minuto cinco les reafirmó el sentimiento de superioridad: tiro de esquina de Michael Barrantes. El balón hizo parábola sobre territorio esteliano, un cabezazo defensivo que desvió la pelota hacia el poste derecho, donde Campbell estaba íngrimo y, sin marca de Arley Bonilla y Harold Medina, metió pie para abrir el marcador. 

La barra del Real Estelí, condensada en la gradería L-Oeste, es decir en la propia esquina donde Barrantes cobró el córner, vio a escasos metros esta jugada efectiva que hizo callar un canto que, pese a la gestión turbia y corrupta asociada al “Tren del Norte” por Fidel Moreno y el sandinismo, remueve a los nicas, sobre todo más cuando estás exiliado… un canto que aprendemos en los colegios de primaria y suele acompañar a Nicaragua Nicaragüita como himnos alternativos de nuestra patria arrebatada por la dictadura: 

¡Qué linda, linda es Nicaragua
Bendita de mi corazón
Si hay una tierra en todo el continente
Hermosa y valiente
Esa es mi nación!
Soy puro pinolero
Nicaragüense por gracia de dios

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Qué dicotomía nos impone el deporte, el fútbol en este caso: ¿Cómo apoyar a un equipo cuyo patrocinio y sostenimiento emana de Fidel Moreno, por consiguiente de la dictadura criminal? ¿Cómo negar que el Real Estelí se ha erigido como el mejor club del fútbol de Nicaragua, sin duda gracias a la mano de Moreno, originario de Estelí, sandinista de toda la vida, todopoderoso operador de los Ortega-Murillo y líder de un cartel de empresarios que se lucran del erario de la Alcaldía de Managua? ¿Cómo obviar que la oncena de Otoniel Olivas ha hecho historia al ser el primer equipo nicaragüense en disputar una final de la Copa Centroamericana de la Concacaf? ¿Cómo soslayar que el “Tren del Norte” arrolló a clubes referentes de la región –¡como el mismísimo Saprissa!– para llegar a este último partido en el Morera Soto, si bien es cierto heridos de gravedad con tres goles en contra, pero con la esperanza de Juan Barrera coleando y pronosticando antes del encuentro marcar cuatro goles para buscar la improbable remontada? ¿El triunfo? 

¿Cómo lidiar con esta dicotomía en la que nos pone el Real Estelí, sobre todo para una ciudadanía que, para mal o para bien, encuentra en estas competencias internacionales –inéditas para nuestro balompié nacional– alivio para la vida desangelada bajo el régimen? Es un gran dilema que no puedo resolver en este momento, cuando presencio un primer tiempo agónico, cenizo, negado para el Real Estelí. Salta el viejo dilema: ¿se debe separar la obra del artista? O mejor dicho, ¿a Fidel Moreno y su aura corrupta y criminal de este equipo que sudaba a tope la camiseta en este estadio bullicioso, persiguiendo a esa deidad redonda que giraba y giraba sobre el césped sin concederles la gracia del gol? No lo sé porque allí venía a la carga, otra vez, el alajuelense. 

Segundo tiempo: barra manuda en aprietos

El Real Estelí se fue a los vestuarios abucheado, sólo con una clara amenaza en su haber: el bombazo de larga distancia de Marlon López que impactó en el travesaño alajuelense. La barra manuda se burlaba sin piedad de los nicas, callados al medio tiempo, pero sin generar decepción en sus rostros. En cambio gritaban, cuando arrancó la segunda parte, “¡sí se puede, sí se puede!”. No sé si sucedió en el vestuario o fue el influjo de la barra nica que no se da por vencida lo que surtió algún efecto revitalizante en el Real Estelí. Volvieron al juego con agresividad, plantearon duelo para sorpresa de la barra alajuelense. 

La falta de presión, en algunos casos la resistencia física, una tenencia de balón inútil y la falta de definición frente al arco del primer tiempo –y sobre todo del partido anterior en El Independencia– quedaron atrás. El técnico Olivas ajustó la alienación ingresando en el mediocampo a Abel Méndez y moviendo de posición a Barrera, quien sacó su casta y experiencia en las grandes fechas. Sin embargo, el pálpito imprescindible del Estelí estuvo todo el tiempo en las piernas de Byron Bonilla. Agilidad, torque, empuje, atrevido y escurridizo fue el lateral izquierdo, que transformó casi todo los balones que tocó en esperanzas para la hinchada nicaragüense. 

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El aficionado del Alajuela (de anteojos y camisa blanca que apunta con la bandera) que lanzó los insultos discriminatorios.

En el minuto 46 Bonilla marcó el primer gol y el único del Real Estelí en esta final, después que Abel Méndez remató y él aprovechó el rebote para desfondar la red alajuelense. Fue en ese momento cuando la barra local comenzó a salir de quicio. Lo que en el primer tiempo eran cánticos manudos, pronto se convirtieron en ansiedad ante las llegadas y la insistencia de los estelianos. Algunos aficionados ultras, al ver al Alajuelense arrinconado por momentos, recurrieron a lo más decadente en las graderías: los insultos xenófobos y discriminatorios. “¡Ocupamos peones para recoger café!… ¡y a las mujeres también!”, dijo un hombre ya entrado en edad, pero cuya ofensa de inmediato fue mal vista por sus pares rojo y negros en las gradas. 

La barra nica, por la distancia y el bullicio, evidentemente no escuchó la barrabasada. Siguieron creyendo hasta el final, condensados en la gradería L-Oeste, en la remontada prometida por Barrera, “el iluminado” que fue relevado en la cancha. No hubo tal remontada y los fanáticos locales no se equivocaron: levantaron el trofeo, aunque pasaron por ansiedades que no pronosticaron. El Real Estelí se fajó y se convirtió en el primer equipo nicaragüense en ser subcampeón de la máxima competición centroamericana de la Concacaf. Queda otra ironía del deporte: el Real Estelí de Fidel Moreno fue avasallado por un equipo que viste de rojo y negro, el color de su partido político cuyos líderes, Ortega y Murillo, dirigen una dictadura cavernaria en nuestra Nicaragua. El Real Estelí ahora mira, escupiendo en rueda con los grandes clubes centroamericanos, a la Concachampions el año entrante. 


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