A solo horas de que se lleven a cabo unos comicios electorales sin competencia y sin parangón en Nicaragua, en medio de una pandemia mundial, con un estado policial de facto y el encarcelamiento de 7 de los precandidatos a la presidencia, los partidos políticos de papel que decidieron prestarse al juego de los Ortega-Murillo desarrollaron un simulacro de campaña electoral que sólo ha servido como reflejo de una democracia muerta. A partir de una recopilación de archivos fotográficos históricos, DIVERGENTES te muestra cómo ha sido la involución política y democrática bajo la dictadura Ortega-Murillo.
2006: El génesis de la dictadura
En 2006, cuando Daniel Ortega no era más que un competidor que tenía bajo su manga el pacto con Arnoldo Alemán, la masividad era notable en los actos de campaña que realizaban los candidatos, con giras a los barrios y los departamentos claves. Las calles se llenaban de murales, gigantografías y afiches alusivos a la campaña electoral de cada partido.
La Alianza Liberal Nicaragüense (ALN), con su candidato Eduardo Montealegre, representaron la segunda fuerza política en los resultados finales, con un 29% del electorado, ya que el 8% restante de los votos nunca fue revelado por el Consejo Supremo Electoral (CSE).
En ese entonces, Ortega acompañaba su fórmula electoral con Jaime Morales Carazo. Sin embargo, su campaña la realizó siempre con Rosario Murillo.
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Las campañas partidarias se concentraban principalmente en las calles, los barrios y las plazas. El contacto con la población era la principal estrategia que retomaban los políticos para promover el voto, en especial el caudillo sandinista. Algo que no sucede en la actualidad, cuando todos los actos son televisados.
En este año, uno de los candidatos que se perfilaba como el gran competidor de la fórmula Ortega – Morales, Herty Lewites, murió sospechosamente cuatro meses antes de los comicios. A pesar de no poder ejecutar por completo su campaña política, su rostro no dejaba de aparecer en las concentraciones de Edmundo Jarquín, candidato que le sustituyó con el cantante Carlos Mejía Godoy como su fórmula.
2011: La campaña de la reelección
Este año, la campaña tuvo otro matiz: Ortega iba en búsqueda de su primera reelección y la oposición protestaba por su descontento con la falta de transparencia y legitimidad del proceso.
El caudillo sandinista ya no tenía tantos baños de masa como antes, desde el poder, su campaña se mantuvo a través de sus medios de comunicación. Producciones musicales, videoclips y eventos televisivos.
Por otro lado, la oposición no podía permitirse esos lujos, las visitas a los barrios y a los departamentos se mantuvieron durante el año electoral, cuando existía competencia.
El principal candidato de la oposición era el empresario Fabio Gadea Mantilla, quien corría por el Partido Liberal Independiente, y se mantuvo como segunda fuerza, tanto en las encuestas como en los resultados finales, a pesar de que muchas de sus concentraciones intentaban ser boicoteadas por turbas del FSLN.
Los otros candidatos que competían con Ortega realizaron sus campañas sin tantos obstáculos, y concentrados en limpiar infructuosamente su imagen de denuncias de corrupción, como fue el caso del expresidente y en ese momento candidato por el PLC, Arnoldo Alemán, junto a su compañero de fórmula Francisco Aguirre Sacasa, quién actualmente se encuentra encarcelado por el régimen.
2016: Murillo da un paso al frente
En una democracia ya debilitada, con una reforma constitucional que habilitaba la reelección indefinida de Ortega, la campaña electoral de 2016 ya empezaba a pasar desapercibida. Muchos partidos políticos ya se encontraban en alianzas colaboracionistas con Ortega, y el manejo oficial de las fuerzas públicas y turbas afines al partido FSLN, marcaban pauta en las calles.
Los mares de gente no se observaban más, ahora el recurso más utilizado eran las caravanas de vehículos, encabezadas por un candidato quien desde la tina de un camión o camioneta saludaban a algunos partidarios que salían de sus casas.
Los salones de hoteles también empezaban a ser alternativas de escenarios de campaña. Durante convenciones partidarias, o actos con público reducido por la represión incipiente, los políticos desarrollaban su campaña.
Daniel Ortega se mantenía en el poder, con una reforma a la Constitución había preparado el panorama para reelegirse por tercera vez.
Al igual que la campaña anterior, sus apariciones con sus seguidores se habían limitado a celebraciones partidarias como el 19 de julio o aprovechaba alguno que otro acto oficial. Sin embargo, la campaña de este año se centraba más en su compañera de fórmula, su esposa Rosario Murillo.
2021: Una campaña sin competencia
Este año, el escenario preelectoral, fue casi orquestado y ausente. En un estado de sitio policial, con el control casi total de las calles, pequeños grupos de seguidores de los partidos zancudos se encargaron de empapelar la ciudad con publicidad electoral para simular un proceso competitivo.
Las calles se llenaron de pequeños afiches, pero pasaban completamente desapercibidos por los transeúntes. En unos comicios sin precedente de cero competencia, toda publicidad estaba de más, a pesar de ello, los candidatos insistían en sus pequeños actos, ser quienes le harían competencia al régimen.
Ortega por su parte, no se esmeró ni en realizar un acto televisado como cierre de campaña, en las calles tampoco se perfiló su publicidad ni la de Rosario Murillo, a quien nombró como co-presidenta en un acto oficial.
Fueron las instituciones, en sus edificios, las encargadas de rendir odas al mandatario con los lemas gubernamentales, pero nada nuevo para el año electoral.