En medio de la emergencia nacional causada por semanas de lluvias en Costa Rica, la maquinaria de propaganda y desinformación del Bukelismo aprovechó la plataforma provista por Rodrigo Chaves para sumar likes, retuits y ataques a figuras políticas costarricenses. El ajedrez del presidente Chaves: sumarse a los discursos de mano dura y la supuesta “doctrina” de seguridad del Bukelismo. Repetir discursos autoritarios ante la ausencia de una política de seguridad propia; el arranque de la campaña electoral de 2026.
Sin embargo, lejos de los discursos de excepcionalidad ticos, Costa Rica no es El Salvador. Las trayectorias históricas e institucionales nos diferencian desde el auge del café. El rol de los militares en El Salvador ha sido histórico, no solo en la protección de los intereses de la oligarquía cafetalera, sino también como perpetradores de las mayores masacres y violaciones de derechos humanos en la historia latinoamericana. Ejemplos: masacre de 1932, asesinato de Monseñor Romero (1980) y los Jesuitas de la UCA (1989), y la masacre del Mozote (1981).
En términos económicos, las élites salvadoreñas han sido reacias a participar y ceder espacios de distribución de la riqueza. Al decir de un empresario salvadoreño: “para que voy a querer campesinos educados, si lo que necesito es que me recojan el café”. Lejos de la supuesta “bitcoinización” de la economía salvadoreña, el mayor bien de exportación salvadoreño es la gente. Cerca del 24% de la economía salvadoreña lo dinamizan las remesas. Sencillo: cerca del 25% de los salvadoreños viven en el extranjero y sostienen a sus familias, el consumo y la seguridad del país desde el extranjero.
Rodrigo Chaves al igual que Bukele son producto de un sistema político roído por la corrupción y los pactos entre élites políticas. Los malestares con el sistema político en ambos casos responden además a la ruptura de la cohesión social a lo interno de cada sociedad y de la sociedad con sus partidos políticos.
Recibe nuestro boletín semanal
En Costa Rica, el colapso del bipartidismo en 2006 dio pie a una mayor consolidación del Partido Liberación Nacional, cuya agenda giró a responder más a sus financistas que a un proyecto socialdemócrata. Sin rodeos, desde los gobiernos de Arias y Chinchilla se atacaron a las Universidades Públicas con recortes de presupuesto producto de las posiciones críticas de estas durante las negociaciones del TLC con EE.UU. Los ataques contra la independencia del poder judicial son herencia también del PLN.
Este pacto excluyente lo heredó y consolidó el gobierno de Carlos Alvarado y su pacto con el Partido Unidad Social Cristiana. A Alvarado hay que reconocerle además ser el artífice de la repatriación de Chaves a Costa Rica. Lejos de su base electoral, el último gobierno del PAC consolidó un proyecto fiscal que benefició a grandes contribuyentes sin hacer cambios sustanciales en las rutas de la evasión-elusión fiscal del país, dinamitó el sector público, recortó presupuestos a la educación, persiguió sindicatos y sindicalistas y vació de contenido toda agenda política progresista.
La fascinación tica con Bukele no puede achacarse solamente a los partidos políticos. Un día sí y otro también, las familias ticas almuerzan con noticieros cargados de discursos punitivistas, autoritarios y anti-política. Pilar Cisneros, hoy jefa de fracción del Partido de Chaves, fue durante más de 20 años la vocera del punitivismo y antipolítica en el canal de mayor audiencia del país. El sistema de medios de Costa Rica, concentrado en pocas familias ha hecho de su control sobre el debate público un espacio idóneo de pactos con las élites políticas, exclusión de voces disidentes y de discursos que socavan la integridad de la función pública y de la convivencia pacífica.
Aunado a lo anterior, lejos de las promesas económicas, la Costa Rica no asociada a los mercados internacionales –zona franca y turismo- encuentra pocos trabajos y baja remuneración. La bronca con la economía y las promesas incumplidas de prosperidad dan paso a economías de subsistencia, marginación y criminalidad. La pérdida de la cohesión social además está enmarcada por ciudadanías de primera y segunda: barrios populares versus comunidades cerradas; educación privada versus pública; salud pública versus salud privada.
Así las cosas y sin una seria autocrítica de las élites costarricenses –todas ellas–, y de su responsabilidad del momento actual, y en ausencia de un nuevo pacto social que priorice una nueva ruta educativa de calidad en el sistema público, empleos y salarios dignos y una mayor distribución de la riqueza, el Chavismo de hoy, será el inicio de una oscura noche para la institucionalidad democrática y convivencia costarricense. Si no, que nos lo adviertan en El Salvador.
ESCRIBE
Francisco Robles Rivera
Profesor Catedrático de la Universidad de Costa Rica. Realiza investigaciones comparativas sobre la desigualdad, los medios de comunicación, las élites, la financiación privada de los partidos políticos y el poder en América Latina. Es doctor en Ciencias Políticas por la Freie Universität de Berlín (DE), así como máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional de Costa Rica. La mayor parte de su investigación se ha centrado en Centroamérica, una región poco estudiada en América Latina. Ha publicado en diferentes revistas en Español e Inglés en España, Ginebra, Reino Unido, México y Colombia.