Los últimos meses no han sido buenos para David, un migrante nicaragüense de 37 años de edad, quien tiene tres años viviendo en Estados Unidos. Después de meses sin poder trabajar, espera poder regresar a Nicaragua en abril de este año. Sin embargo, se encontró con otra mala noticia: el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo cerraron el consulado en Los Ángeles, donde vive desde hace dos años.
David tiene vencido el pasaporte, por lo que ahora, el trámite para regresar a su país lo tiene que hacer en el consulado de Miami, a casi 4000 kilómetros de distancia. Esto significa gastar en un boleto de avión y hospedaje (no tiene familiares en esa ciudad) para realizar los trámites. “Pero yo no tengo dinero, mi situación económica es terrible, por eso quiero regresar a Nicaragua”, nos relata David.
La situación de David es una de las diversas que pueden enfrentar los nicaragüenses residentes en Los Ángeles y otros seis lugares (tres en Estados Unidos y otros cuatro en Guatemala, México, Alemania e Inglaterra) donde han cerrado el consulado de Nicaragua en las últimas semanas, según reportes de diversos medios de comunicación en Nicaragua.
El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo no explica por qué han cerrado los consulados, decisión que se contradice con la apertura de sedes diplomáticas de Nicaragua en países como Corea del Norte, y africanos como Zimbabwe, Angola y Burkina Faso, donde la presencia de nicaragüense es mínima en comparación con Estados Unidos, México y Guatemala.
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En Estados Unidos, por ejemplo, vivían 406 613 nicaragüenses hasta el año 2020, según estadísticas de la Oficina de Censo de Estados Unidos. Sin embargo, en los últimos dos años se documentó la llegada de más de 350 000 nicaragüenses que migraron de forma irregular al país norteamericano, según estadísticas oficiales.
Esta migración supuso una demanda masiva de pasaportes en los consulados de Estados Unidos. Sólo en 2022 se emitieron 70 000 pasaportes en el país norteamericano, según estadísticas del régimen Ortega-Murillo.
Un cartel en una puerta del consulado es la única información brindada
Aunque las estadísticas oficiales muestran un movimiento considerable en estas sedes, la dictadura cortó las operaciones en dichos consulados sin ninguna explicación. Lo único que han hecho es colgar avisos cortos en las puertas principales de los edificios en donde funcionaban: “El consulado está cerrado permanentemente. Por favor lee la nota en la puerta. Disculpe las molestias”.
Los consulados tienen, entre otras funciones, emitir pasaportes, documentos de viajes, visas a los extranjeros; proteger a los menores de edad que se encuentren en su circunscripción; repatriar cuerpos, velar por los intereses de nicaragüenses en tribunales y fortalecer vínculos entre los conciudadanos en ese lugar de residencia.
David dice que sintió impotencia al enterarse del cierre de los consulados. De los seis lugares a los que podía ir hasta hace unos meses, ahora sólo quedan la mitad. Y todos se encuentran en la Costa Este de Estados Unidos: Miami, Washington D.C. y Nueva York.
Para poder trasladarse a esos lugares, David tiene que gastar en un boleto de avión entre 250 y 500 dólares (ida y vuelta), hospedaje y transporte en las ciudades donde va a realizar el trámite. Todo esto representa aproximadamente unos 2 000 dólares. “Una cantidad imposible para mí en estos momentos”, dice.
David trabajaba en una bodega de Amazon en Los Ángeles. Pero una tarde de agosto del año pasado, se lesionó la muñeca, y pidió estar de baja durante dos semanas. Cuando quiso regresar, se encontró con una carta de despido. Él demandó a la empresa por despido injustificado, pero en ese proceso ha pasado más de seis meses en espera de que fallen a su favor.
“No puedo tener empleo porque demostraría que no tengo lesión y puedo perder el juicio”, dice David. Para poder sobrevivir, David ha vivido en casas de amigos y familiares, y se ha endeudado con préstamos que espera pagar cuando fallen a su favor.
Sandinistas cerraron consulados en EE. UU. en los años 80
Anita Wells, presidenta de Abuenica –una organización que asiste a los perseguidos políticos en Estados Unidos–, considera que el cierre de los servicios consulares está dejando desprotegidos a las personas en la Costa Oeste de Estados Unidos. “Esto deja despatriado a una gran cantidad de nicaragüenses”.
Wells es hija de un marino estadounidense y una nicaragüense. Migró a Estados Unidos en los años 80, a raíz de que los sandinistas tomaron el poder. Por eso asegura que esta medida “no es nueva” en aplicarse.
“En los 80 fue difícil acceder a servicios consulares en los diferentes estados de Estados Unidos, porque querían controlar quiénes pertenecían a la Contra (la guerrilla de la contrarrevolución) o si estaban relacionados a la Contra”, explica Wells.
El contexto actual es diferente, pues no existe una guerrilla que amenace el poder de la familia Ortega-Murillo. Por otro lado, la nueva ola de nicaragüenses en Estados Unidos ha significado un aumento de las remesas sin precedentes en la economía pinolera.
Régimen cierra consulados, pero celebra las remesas de los migrantes
El año pasado las remesas procedentes de Estados Unidos ascendieron a los 336.6 millones de dólares, según estadísticas del Banco Central de Nicaragua (BCN). El último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) señaló que las remesas apuntalaron la economía en Nicaragua para que esta tuviera un crecimiento del 3%.
El FMI explicó que las remesas representaron en 2023 el 28% del Producto Interno Bruto (PIB) de Nicaragua, junto con las exportaciones. El director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Diálogo Interamericano, Manuel Orozco, dijo que la economía de Nicaragua se sostiene por la expulsión masiva de nicaragüenses a causa de la represión y la crisis política. “El principal producto de exportación de Nicaragua es la gente”, concluyó Orozco.
“El consulado de Houston no ayudaba a repatriar cadáveres”
Eduardo Canales dedica gran parte de su tiempo en buscar cadáveres. Es el director del Centro de Derechos Humanos del Sur de Texas, y a menudo recibe llamadas de personas de diferentes países que quieren ayuda para encontrar a un familiar desaparecido. Entonces, Canales visita morgues o cementerios de tumbas sin nombres, y realiza trámites para la identificación y repatriación de los cuerpos.
La zona donde trabaja Canales, un tramo de unos 110 kilómetros de la frontera entre Estados Unidos y México, es de alta peligrosidad. Muchos migrantes suelen cruzar por matorrales para evadir los retenes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos, y ahí es donde encuentran la muerte. En los últimos dos años, al menos 140 nicaragüenses han fallecido en la ruta irregular para llegar a norteamérica.
Canales dijo a DIVERGENTES que el cierre del consulado en Houston no supone ninguna diferencia “porque no estaban asistiendo en ningún sentido” a los familiares que querían repatriar los cuerpos de sus seres queridos a Nicaragua.
De los casos de nicaragüenses que buscaron ayuda para repatriar cadáveres en este centro de derechos humanos, Canales asegura que ninguno lo logró. “Los cuerpos han quedado enterrados aquí en Estados Unidos, porque el Gobierno de Nicaragua no tiene un proceso para estos casos”, señala.
Las morgues en Houston suelen colapsar por la gran cantidad de migrantes fallecidos. Los cuerpos, en ocasiones sin identificar, son directamente enterrados en bolsas con sus pertenencias. A los que son hallados sin documentos de identidad sólo les colocan un código común en su tumba, por ejemplo, “John M”.
Para poder hacer una repatriación, los cuerpos deben tener nombres, dice Canales. “Un cuerpo que no está identificado no puede salir de Estados Unidos”, señala.
“Ni siquiera contestaban el teléfono”, en consulado de Houston
La identidad de los cuerpos se tiene que comprobar científicamente. En ocasiones, los documentos de identidad como cédula o pasaporte no son suficientes, porque el estado de descomposición en el que a veces se encuentran los cuerpos hace que sean imposibles de reconocer.
Esto es lo que dificulta repatriar los cadáveres a Nicaragua: las autoridades no colaboran en las gestiones de identificación. Para poder hacer una exhumación del cuerpo, por ejemplo, deberían facilitar una prueba de ADN o huellas dactilares de los familiares. Pero si no existe colaboración de la sede consular, el trámite es imposible de realizar.
“Todos los consulados manejan ese proceso y ayudan, menos el de Nicaragua, y también el de Honduras es lento en ese proceso”, agrega el activista.
Cuando Canales llamaba al consulado de Nicaragua en Houston para colaborar con familiares que querían repatriar cadáveres, “ni siquiera me contestaban el teléfono”, asegura.