Las secuelas tras El Chipote, la prisión de las torturas para quitar el sueño

Faltas de sueño, problemas de memoria, desajustes de salud física y mental. Las personas que salieron de El Chipote se preparan para un largo camino para reconstruir sus vidas. La mayoría revelan un patrón de “tortura blanca”

Ilustración de Divergentes.

El plan no era otro que estar más tiempo en casa. Después de más de 500 días recluido en una celda en total aislamiento y sin noción del tiempo, lo primero que Alex Hernández tenía en mente para cuando pudiera salir de la cárcel era dedicar más tiempo a la familia, descansar, ver series en Netflix o escuchar música. Pero todo desde su casa en el municipio de Catarina, Masaya. Sin embargo, a 20 días de su excarcelación y destierro hacia Estados Unidos, el opositor no sólo no ha logrado materializar sus planes, sino que le ha resultado “misión imposible” conciliar el sueño. “Duermo tres horas al día”, dice el joven. Sus ojeras lo secundan. 

“Estoy tomando melatonina para tener sueño, pero hay tantas cosas que ver y entender mientras estuve encerrado, que no sé por dónde empezar… Es una especie de caos inicial en el que me veo sumergido, porque en la cárcel me adapté a hacer casi nada”, dice Hernández, tras casi dos años de prisión.

La falta de sueño ha sido la principal afectación que sufren los presos políticos desterrados que estuvieron en El Chipote, uno de los presidios más infames de Latinoamérica según organismos de derechos humanos, donde sufrieron malos tratos y torturas psicológicas. Ahora, los exreos que están esparcidos en diferentes ciudades de Estados Unidos, conviven con el insomnio. 

En esas horas de vigilia, muchos están empezando a digerir otros trastornos psicológicos, agravados por la honda incertidumbre por el futuro, el desarraigo familiar y las torturas que aún no han procesado. Son las secuelas del horror, que se agrandan con el paso de los días; una herida que crece sobre el cuerpo y la mente. 

Recibe nuestro boletín semanal

Hernández percibe en su interior sufrimientos por duelos en los cuales aún no se atreve ahondar. Pero reconoce algunos, como estar “lejos de su tierra”, contra su voluntad en un país distinto y un idioma que no habla. “No me pude despedir de ningún allegado”, lamenta el exreo, quien actualmente reside en el estado de Maryland.

Muchos presos políticos que han conversado con DIVERGENTES coinciden en que necesitan recuperar la salud mental para mejorar su estabilidad y la salud física. La mayoría salieron con diversas afecciones de El Chipote. 

A Hernández, en concreto, la prisión le agravó problemas de “hipertensión y ansiedad”. Y además, sufrió una enfermedad renal. “Me hizo lucir totalmente demacrado. Es evidente que todo lo que nos hicieron pasar en El Chipote se ve reflejado en el cuerpo”, dice Hernández.

Aunque ya se encuentra a miles de kilómetros del centro de torturas donde permaneció encerrado por más de un año, Hernández relata que hay momentos en que su mente dista aún de estar en libertad. “Todo pasó tan rápido”, repara. 

¿Cómo sobrevivió a las alteraciones de estar bajo aislamiento total en aquella cárcel? “Aunque no hay muchas cosas que hacer en la cárcel, uno tenía una rutina diseñada para soportar el día a día. Son cosas que ahora te afectan. Por ejemplo, yo tomo medicamentos, y ahora se me olvida que tengo que tomarlos, porque ya estaba acostumbrado a que me lo iban a dejar ellos (los custodios) para poder conciliar el sueño”, manifiesta el opositor. 

Las secuelas tras El Chipote, la prisión de las torturas para quitar el sueño
El preso político Alex Hernández, desterrado por la dictadura Ortega-Murillo. Foto: Wilfredo Miranda | Divergentes.

Lo que describe Hernández es una práctica que consistía en que los carceleros administraban pastillas somníferas y relajantes, como Royaline, a los presos que “se portaban bien”. A los que no, les dejaban sin ellas por lo que pasaban los días y noches insomnes.

Samantha Jirón, la joven que durante más de un año estuvo encerrada en la cárcel de mujeres La Esperanza, ha desarrollado cuadros de migraña. La afectación la arrastra desde que fue excarcelada y desterrada a Estados Unidos, el 9 de febrero. Su día a día ahora está lleno de ansiedad, estrés, incertidumbre y sobre todo de dolor, por haber dejado su tierra y su familia. “Siento que me arrancaron algo por dentro”, confiesa.

Esto la ha llevado a pasar largas horas en vigilia, estos primeros días de destierro. Cuando logra conciliar el sueño, cuenta, la despiertan las pesadillas: Sueña que todavía está en prisión y mira a las custodias de La Esperanza que normalmente estaban cerca de ella y las demás presas políticas. “Un día de estos me levanté en la madrugada asustada gritando”, asegura.

Aunque estos episodios ahora forman parte de su día a día, no repara en decir que lo más duro ha sido el desapego familiar, pero mantiene viva la esperanza de que en algún momento pueda reencontrarse con sus seres queridos. Confiesa que hay momentos que se siente totalmente ajena a todo lo que le rodea. “Me estreso, me da ansiedad al punto de querer salir corriendo”.

Jirón reconoce lo difícil que ha sido adaptarse a una nueva vida, pero considera que esta transición tiene que ir acompañada con la atención de especialistas. De hecho, comenta que ya inició a realizarse chequeos médicos generales y está a punto de tratarse con un psicólogo.

“Creo que lo primero que tengo que hacer es estabilizarme emocionalmente para poder dar un segundo paso… Yo funciono de cierta manera, tengo que tener mis emociones estables para poder continuar con alguna actividad”, dice la joven, quien estuvo detenida desde el 10 de noviembre de 2021 hasta su liberación.

La situación de Hernández y Jirón no es ajena a la del excarcelado político Yubrank Suazo, quien, a la fecha no puede hablar de Nicaragua sin que se le quiebre su voz. Ya no tiene cerca a sus verdugos, pero su sistema de alerta aún se mantiene activo y sensible. “Ante cualquier ruido mi cuerpo reacciona, incluso, una simple imagen me puede ocasionar algún tipo de reacción”, señala el joven desde Miami, donde reside actualmente.

Suazo tampoco puede conciliar el sueño, a pesar que ahora ya no duerme sobre un camarote de concreto frío, sino en una cama amplia y suave. Ha sido un avance poder descansar un poco más de cuatro horas al día en sus primeros 20 días en el destierro. Suazo salió de la cárcel con una lumbalgia que ahora se está tratando con analgésicos y terapia física.

Sin embargo, más allá de las dolencias físicas, el joven opositor considera que lo más difícil para él ha sido sobrellevar la crisis emocional que le ha provocado el alejamiento de su círculo familiar. “Yo nunca me había trabajado esa posibilidad de un exilio; entonces el destierro me ha golpeado fuertemente”, reconoce.

Aunque Suazo ya había sido encarcelado en el 2018, manifiesta que en esa primera ocasión, que estuvo encerrado por nueve meses, sintió que pudo sobrellevar todo el proceso emocional, después de salir de prisión. Sin embargo, la última liberación, acompañada de destierro y despojo de nacionalidad, sí le produjo un duelo emocional fuerte que, cree, “solo puede ser tratado desde la parte espiritual y profesional”.

“Desde mi formación, desde mi creencia, creo que es importante la atención psicológica, pero mi pilar fundamental, mi sostén es el aspecto espiritual que lo estoy reforzando con los sacramentos. Quiero sanarme de manera integral, porque no quiero dejar este duelo sin cerrar, porque puede perjudicar mis decisiones tanto (a nivel) personal como familiar y en el área en la cual decida desarrollarme”, señala Suazo.

“Yo no estoy loco”

Las secuelas tras El Chipote, la prisión de las torturas para quitar el sueño
El cronista deportivo Miguel Mendoza durante una entrevista con Divergentes y otros medios internacionales. Foto: Miguel Andrés | Divergentes.

“Yo me sentía bien, no me sentía débil”, dice el cronista deportivo Miguel Mendoza. Creía que no padecía ninguna secuela tras su encarcelamiento.  Pero fue hasta que sus amistades le preguntaron insistentemente si se sentía bien de la cabeza, cuando se dio cuenta que su estado de salud estaba desmejorado, al verse en las entrevistas con su cuerpo demacrado, su piel flácida y con dificultades para expresarse. Trataba de buscar palabras y no las encontraba. 

“Yo les dije que no estaba loco”, fue lo primero que respondió el cronista a las preguntas de sus allegados. “Los expertos que he consultado sobre mi caso me dicen que es producto de la falta de lectura, y que el no hablar con nadie hace que el cerebro pierda agilidad”, sostiene Mendoza. 

Aunque en los últimos días de febrero, luce un mejor semblante, no ha podido conciliar el sueño en su totalidad. Se duerme pasada la medianoche y se levanta con la salida del sol. “Yo nunca había tomado pastillas para dormir, pero me dieron unas cuando llegué a Washington, las probé tres o cuatro días y no me dieron resultado”, confiesa.

Otros efectos de la tortura

Las secuelas tras El Chipote, la prisión de las torturas para quitar el sueño

Los trastornos del sueño y otros efectos que presentan estos nicaragüenses opositores no están producidos solo por haber permanecido en prisión, sino como consecuencia de las torturas psicológicas a las que fueron sometidos. “Celdas pequeñas, poca luz, sin acceso a lectura, sin permiso a poder dialogar entre sí, son situaciones que suprimen el sistema sensorial de una persona”, explicó una psicóloga forense del Instituto de Medicina Legal (IML) al abogado Yader Morazán en septiembre de 2022, cuando el oficialismo presentó públicamente a los presos políticos.

La especialista explicó que, debido a estas condiciones carcelarias, las personas pueden incluso sufrir pérdidas de capacidades cognitivas, como las de la expresión y la memoria. El hecho de prohibirles hablar o leer un libro tiene el efecto de que el cerebro “se apague”. “La estrategia del silencio hace que el cerebro se vuelva similar al del retardo mental”, prosigue la experta. 

Esa crisis posiblemente sufrió el abogado Roger Reyes durante el tiempo en que estuvo recluido en El Chipote: “Cuando estaba en la celda de aislamiento olvidé los rostros de mis hijas, los nombres de mis hijas y es algo que no se puede olvidar: olvidar que olvidaste a tu familia. Es algo que me va a servir para valorar a la familia”, dijo el exreo político.

La Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH) señaló que son muchos los casos de los nicaragüenses excarcelados y expulsados de su país que sufren secuelas emocionales y psicológicas. Además de los problemas comunes de sueño, algunos “están durmiendo en el suelo, todavía no se sienten para acostarse en una cama”, dijo el organismo.

Algunas de las torturas referidas por los presos políticos son las de someterlos a estar totalmente a oscuras las 24 horas del día o, al contrario, bajo luces encendidas, sin colchones ni cobijas o almohadas, entre otros malos tratos.

Edgar Stuardo Ralón, relator sobre los Derechos de las Personas Privadas de Libertad y para la Prevención y Combate a la Tortura de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), usa un término sobre las condiciones en las que Ortega mantiene a los presos políticos: “tortura blanca”.

“El término se utiliza cuando existen regímenes (carcelarios) de extremo aislamiento”, asegura Stuardo Ralón. El objetivo es que la persona (encarcelada) pueda ser afectada en su salud mental, incluso (hasta) llegar a perder su propia identidad”, añade el relator en un reportaje publicado anteriormente en DIVERGENTES.

Aunque Hernández, Suazo y Mendoza tienen diferentes perspectivas sobre su futuro, todos coinciden que, por ahora lo prioridad es atender las secuelas emocionales y psicológicas que hoy están presentando tras más de 500 días de encierro y bajo tortura.

“Estoy aceptando mi lejanía de las personas que perdí y que el camino de regreso a Nicaragua va a tomar mucho tiempo. Va a ser bien largo. Debo prepararme”, reflexiona Alex Hernández.


La información que publicamos en DIVERGENTES proviene de fuentes contrastadas. Debido a la situación en la región, muchas veces, nos vemos obligados a protegerlas bajo seudónimo o anonimato. Desafortunadamente, algunos gobiernos de la región, con el régimen de Nicaragua a la cabeza, no ofrecen información o censuran a los medios independientes. Por ello, a pesar de solicitarlo, no podemos contar con versiones oficiales autorizadas. Recurrimos al análisis de datos, a las fuentes internas anónimas, o las limitadas informaciones de los medios oficialistas. Estas son las condiciones en las que ejercemos un oficio que, en muchos casos, nos cuesta la seguridad y la vida. Seguiremos informando.