El comandante Henry Ruíz, alias ‘Modesto’, tenía un prejuicio en contra de Humberto Ortega Saavedra, uno bien serio que se lo habían inculcado sus compañeros de armas de la ciudad cuando él bajaba de la montaña: “Que Humberto no entraba por cochón (miedoso)” a los combates guerrilleros que condujeron al Frente Sandinista a derrocar a la dictadura somocista en 1979.
Pero, cuando Ruíz vio correr sobre la costa del mar al hermano menor del dictador Daniel Ortega, después del triunfo de la Revolución, se dijo a sí mismo: “Pero si este pobre ‘Puñal’ —así le decían—, ¡qué puta!, si ni correr puede, con las manos delgaditas, verdad, sin peso. Qué va a poder este jodido en la clandestinidad, ni el monte serviría, ni aquí en la ciudad… y se lo dije de manera muy fraterna: —¡No jodás, fue mejor que te quedaste afuera!”.
El episodio que narra Ruíz, contenido en Memorias de la Lucha Sandinista de la historiadora y exguerrillera Mónica Baltodano, no sólo hace énfasis en las secuelas físicas que inhabilitaron al general Humberto Ortega Saavedra de los combates desde 1969, cuando dirigió y participó en una fallida incursión guerrillera desde Alajuela, Costa Rica, para intentar liberar de una prisión a Carlos Fonseca Amador, figura referencial del sandinismo.
Pero lo que también dice el comandante ‘Modesto’, en especial sobre la pérdida del prejuicio en contra de Humberto, es cómo este guerrillero lesionado de por vida se ganó el respeto de sus pares sandinistas al idear la insurrección urbana contra el somocismo, clave para derrotar a la dinastía. Es decir, un militar alejado del campo de batalla, pero nunca retirado de él, que se granjeó la fama de un buen “estratega” militar, al punto que se quedó con el mando del Ejército Popular Sandinista en los años ochenta.
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Humberto fue el segundo hombre más fuerte de Nicaragua durante la década fratricida de los ochenta, sólo detrás de su hermano mayor, el actual dictador que le impuso al militar en retiro casa por cárcel de facto. Después de la derrota de la Revolución sandinista en las urnas en 1990 frente a la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, Humberto se convirtió en el primer jefe militar en democracia y figura clave para la profesionalización de las fuerzas armadas en los años noventa.
El general en retiro falleció la madrugada de este lunes 30 de septiembre bajo custodia del régimen de su hermano y su cuñada, la “copresidenta” Murillo. Según un comunicado oficial, la causa de muerte fue un paro cardiorrespiratorio.
“La Dirección del Hospital Militar Escuela Dr. Alejandro Dávila Bolaños del Cuerpo Médico Militar del Ejército de Nicaragua, da a conocer, que el día 30 de septiembre de 2024 a las 01:55 horas, el paciente Humberto Ortega Saavedra de 77 años de edad, presentó paro cardiorrespiratorio, y luego de atenderlo con maniobras de resucitación cardiopulmonar no salió de tal condición, declarándose fallecido a las 02:30 a.m.”, dice el comunicado difundido por los medios oficialistas al mismo tiempo.
La noche antes de su fallecimiento, el Ejército de Nicaragua emitió un comunicado en el que informaron que el militar “presentó un deterioro brusco de su condición con choque cardiogénico”. “Se recibió quejumbroso, con tendencia a la hipotensión, con ruidos pulmonares sugerentes de falla cardíaca agudizada y con datos de infección de tejidos blandos en miembro inferior izquierdo, concluyendo que el paciente cursaba con datos de sepsis y falla cardíaca”, refiere el centro médico. El militar estuvo aislado en el Hospital Militar desde junio.
Fuentes hospitalarias refieren que el general en retiro murió la madrugada de este lunes 30 de septiembre en el Hospital Militar. Es decir, casi cinco meses después que su hermano y su cuñada le impusieron casa por cárcel. La medida fue fatal para la ya deteriorada salud de Humberto, un hombre de 77 años retirado en su casa, ubicada en Managua, con problemas coronarios y llagas en sus piernas. En el ocaso de sus años, al exjefe del Ejército de Nicaragua le dio por criticar al régimen de Daniel, su hermano, y más grave aún, pecado capital, descartar de la línea de la sucesión constitucional a su cuñada y archirrival, Rosario Murillo Zambrana.
El militar fue cercado el 19 de mayo de 2024 por un contingente policial horas después que dio una entrevista al periodista Fabián Medina para el medio Infobae, y en la que emitió unas críticas que agriaron a la pareja presidencial. Dijo que su hermano mayor, como líder del régimen autoritario, no tiene sucesores. Una crítica que, como dardo certero, dio en la diana del plan de sucesión familiar que empuja, sobre todo, su cuñada.
“Sin Daniel no hay nadie, porque, con todo y todo, Daniel es el único líder, histórico, que aún conserva los créditos de esa lucha. Sin Daniel veo muy difícil que haya unos dos o tres que se junten. Mucho menos uno en particular, y más difícil en la familia. Hijos que no han tenido el acumulado de una lucha política”, sostuvo Ortega Saavedra en referencia a su sobrino, Laureano Ortega Murillo, el hijo que la pareja presidencial aúpa como delfín para la sucesión dinástica.
La respuesta de su hermano y su cuñada no sólo fue cercarlo policialmente, sino que todos los trabajadores de servicios y escoltas de Ortega Saavedra fueron arrestados. Al militar le quitaron sus celulares y computadoras. Lo aislaron y días después, la Policía Nacional reconoció la medida de casa por cárcel de facto en un inusual comunicado: la institución informó que el Ministerio de Salud instaló en las afueras de la casa del exjefe del Ejército una unidad de médicos para monitorear su salud, delicada desde meses atrás, a tal punto que fue sometido a una intervención quirúrgica.
La familia de Ortega Saavedra advirtió que él necesitaba atención médica especializada debido a los problemas coronarios y unas llagas en sus piernas. Sin embargo, la pareja presidencial desoyó y un médico del Ministerio de Salud ingresaba a la vivienda a tomarle únicamente la presión arterial al militar en retiro. Tres semanas después de iniciado su cautiverio, fue trasladado de urgencia por los policías al Hospital Militar con síntomas de haber sufrido un infarto. Luego de esa gravedad, el militar fue devuelto a su casa, donde lo mantuvieron incomunicado. El 28 de mayo de 2024, en cadena nacional, Ortega llamó “traidor” a su hermano.
Ortega Saavedra no es el primer líder histórico sandinista que muere bajo cautiverio de los Ortega-Murillo, es decir en manos del Estado. Antes fue el comandante Hugo Torres Jiménez, general en retiro, quien colapsó en la cárcel de El Chipote por falta de atención médica adecuada para una persona de 73 años con padecimientos crónicos. Torres Jiménez fue trasladado a un hospital, pero ya era muy tarde para recuperar su salud.
Una relación friccionada por la cuñada
Varios exguerrilleros sandinistas y analistas políticos coinciden que el hecho que Ortega Saavedra haya descartado de la sucesión dinástica a Rosario Murillo y Laureano Ortega fue percibido como una afrenta imperdonable para su cuñada. Ella trabaja desde antes de 2018 en un plan para suceder a su esposo.
Si bien la “copresidenta” Murillo ocupa la primera línea de la sucesión constitucional, ha trabajado arduamente por perfilar a su hijo Laureano, actual asesor presidencial para inversiones, canciller de facto, y ahora encargado de las relaciones del régimen de sus padres con Rusia y China primordialmente.
Murillo y su cuñado siempre tuvieron una relación atropellada, incluso desde antes que triunfara la Revolución sandinista en 1979. La entonces primera dama en la etapa revolucionaria no se llevaba bien con la esposa de Humberto, una costarricense que se llama Ligia Trejos. Esta era más dedicada a los hijos, y tenía menos proyección pública que Murillo.
Aunque la animadversión era mutua, las fuentes cercanas a la familia Ortega Saavedra recuerdan que la actual “copresidenta” desdeñaba a Trejos y a Humberto por su “opulento” estilo de vida. “Rosario se dirigía de manera despectiva a los hijos de Humberto; los criticaba hasta por la ropa que usaban”, relata una voz cercana a la familia presidencial. “Ella ocupaba esas cosas para cuestionar políticamente a Humberto y debilitar la relación que mantenía con Daniel, porque los hermanos sí tenían un vínculo político”.
Murillo siempre tuvo “una obsesión” por apartar a Daniel Ortega de influencias externas. Esto lo ha logrado en la actualidad, aunque no fue así en los ochenta. Aunque es el hermano menor, el exjefe del Ejército, siempre tuvo un rango de incidencia sobre el caudillo sandinista. A pesar de las diferencias, Daniel Ortega solía tomar en cuenta las consideraciones de estrategia militar, políticas o de diplomacia de su hermano menor.
“Como militar, Humberto es bien pragmático y siempre ha visto a la Rosario como una loca, impulsiva, violenta y agresiva. Pero no solo es por la posición emocional de ella, Humberto es realista: sabe de las antipatías internas que siempre ha generado el liderazgo de ella”, señala una fuente ligada a la familia Ortega Saavedra.
Murillo siempre ha visto en su cuñado a un competidor del poder de su esposo y, por consiguiente, el suyo. Dora María Téllez, exguerrillera sandinista y desterrada política, dijo a DIVERGENTES que la relación entre la “copresidenta” y su cuñado se fue tensando a medida que ella ganaba poder.
“Sin embargo, no creo que al final de cuentas tenga tanto que ver con animadversiones personales, sino que es un tema de competencia política”, plantea la excarcelada. “Ortega y Murillo han visto en Humberto a un competidor, alguien molesto, que no se somete a su control, que no está sujeto a ellos. Él puede decir cualquier cosa, como lo ha hecho. Entonces ese asedio hacia Humberto, el mismo hacia miles de nicaragüenses, es para callarlo. Humberto es una voz fuera del país que se le salió de las manos”, añade Téllez.
“Estratega brillante”, pero…
En una conversación con la exguerrillera Mónica Baltodano, recogidas también en Memorias de la Lucha Sandinista, Téllez asegura que Humberto era “brillante en análisis estratégico, pero nunca ha tenido balance en sus consideraciones”. “Es bien extremista y eso es lo que siempre deterioró su capacidad de análisis. Pasó de ofrecer postes de luz a la burguesía, a convertirse en uno de ellos. Es una cosa totalmente contradictoria”, valora Téllez, la mítica “Comandante Dos” del asalto al Palacio.
Humberto Ortega Saavedra nació en 1947 y en su juventud, siguiendo a su hermano Daniel, se sumó a la lucha antisomocista de manera clandestina. Los hermanos no fueron fundadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional, pero años más tarde se convertirían en dos de las figuras principales de la insurrección y la Revolución. Después de interceptar fallidamente la caravana de Somoza Debayle y salir de prisión en 1967, el joven Humberto se va a Cuba a entrenar militarmente.
La segunda gran operación guerrillera fue la liberación —también fallida— de Carlos Fonseca. Ortega Saavedra regresó a Cuba donde lo sometieron a varias operaciones que le devolvieron, parcialmente, la movilidad de sus manos. En la isla se hizo muy cercano a Fidel Castro. Coinciden exguerrilleros sandinistas que era el “mimado” del dictador cubano. En esa etapa, desde Cuba y Costa Rica donde volvió, el militar desarrolla por completo su faceta de estratega militar.
En 1977, después de los operativos denominados “Octubre Victorioso” en contra de cuarteles de la Guardia Nacional, el Frente Sandinista estaba dividido en tres facciones: los Proletarios, Guerra Popular Prolongada (GPP) y los Terceristas. La facción de los Terceristas era liderada por los hermanos Ortega Saavedra. En este punto de la historia, las fuentes consultadas por DIVERGENTES coinciden que Humberto fue clave en formular una estrategia de insurrección en las ciudades, contrario a la tendencia GPP que prefería guerrear contra Somoza en las montañas.
La estrategia de los Terceristas tuvo mucho éxito, pero sobre todo proyección internacional por gestas como el asalto al Palacio que debilitó al régimen somocista. “Humberto era percibido como un hombre hábil, sagaz, con enorme influencia entre los Terceristas. Humberto también tiene la visión de abrirse políticamente, de alianzas amplias con todos los sectores antisomocistas, incluso formaciones no prosocialistas. Eso fue un acierto. Esa apertura también les permitió acercarse a gobiernos antisomocistas como el de Panamá, Venezuela y Costa Rica. Esa política amplia permitió la formación del “Grupo de los 12”, relata a DIVERGENTES un exguerrillero que trabajó con Ortega Saavedra en los ochenta.
El exguerrillero, que por temor a represalias pide anonimato, asegura que cuando las tendencias sandinistas se unieron y derrocaron a la dictadura en 1979, muchos de los líderes sandinistas le tenían miedo a Humberto. Por eso deciden que sea Daniel Ortega el que encabece la Junta de Reconstrucción Nacional por parte de la Dirección Nacional Sandinista. En 1984, el hermano mayor de Humberto es electo presidente de Nicaragua, mientras que él queda como jefe del Ejército Popular Sandinista (EPS). Dos hermanos convertidos en los dos hombres más poderosos.
Prontamente explota la guerra entre sandinistas y la Contra, la guerrilla antirevolucionaria financiada por Ronald Reagan. Años cruentos para Nicaragua, de agresiones y graves violaciones a los derechos humanos mutuas entre los bandos. Era la guerra, un conflicto muy fratricida. En ese entonces, Humberto era el principal estratega militar junto al general Joaquín Cuadra, segundo jefe del EPS.
La principal herida que los nicaragüenses nunca dejaron de reprochar a Humberto fue la imposición del Servicio Militar Patriótico (SMP), mejor conocido como el “servicio militar obligatorio” para todo varón entre los 18 y 40 años. Miles de jóvenes fueron asesinados, al mismo tiempo que la Revolución sandinista cometía atrocidades contra civiles, mujeres y la Dirección Nacional del Frente Sandinista vivía una vida opulenta, muy alejada de la austeridad que le exigían al pueblo.
En una entrevista con el diario La Prensa, Humberto justificó el SMP como una medida cuando el Servicio Militar Voluntario fue “insuficiente para repeler la guerra de agresión de Estados Unidos”.
Un militar obsesionado con la profesionalización
En 1990, cuando la Revolución sandinista perdió el poder en las urnas frente a la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro, Humberto Ortega Saavedra mantuvo su cargo como jefe del Ejército. Antonio Lacayo, ministro de la Presidencia de Barrios de Chamorro, aconsejó a la mandataria mantener al jefe militar para poder efectuar una transición política, que al final terminó siendo muy atropellado.
Fuentes militares consultadas para este artículo también coincidieron que Humberto era un general “obsesionado con la profesionalización” del Ejército. De modo que fue clave para reducir el número de militares, quitarle el apellido sandinista a las fuerzas armadas, y hacerlas trascender a un cuerpo apegado a la Constitución Política. “Fue un interlocutor importante durante la transición”, dijo una fuente castrense.
En 1994, la expresidenta Barrios de Chamorro envió a retiro a Humberto, quien se dedicó a escribir libros de memorias y apreciaciones políticas, mientras desarrolló una faceta de empresario de la que siempre renegó. El origen de su fortuna siempre ha sido cuestionada y muchos apuntan que la amasó con la venta ilegal de armas en los ochenta, o con la “Piñata” del noventa, es decir la repartición de bienes públicos que los sandinistas hicieron al perder el poder en 1990.
Otro suceso que persiguió de por vida a al exjefe del Ejército es el asesinato en 1990 del joven de 16 años llamado Jean Paul Genie, a manos de la escolta de Humberto. El caso conmovió a Nicaragua pero las pruebas del crimen “desaparecieron” y los implicados fueron absueltos.
Humberto, aparte de sus gustos exquisitos, fue un hombre que se consideraba “un intelectual”. Vivió apartado de la vida pública desde el año 1994 hasta su muerte, entre Nicaragua y Costa Rica, a excepción que cuando daba entrevistas. Vertía su punto de vista político de manera un tanto enrevesada, aunque tras el retorno al poder de su hermano en 2007 fue endureciendo la crítica ante la deriva autoritaria del caudillo sandinista y su esposa.
En 2021, en una entrevista con Andrés Oppenheimer en la cadena CNN, el general en retiro abogó por los presos políticos y dijo que no eran “terroristas”, como aseguraba el Gobierno de su hermano.
Las críticas subieron de intensidad en sucesivas entrevistas. En marzo de 2023, Ortega Saavedra dio una entrevista a El País y ya ninguneaba el papel de la vicepresidenta Murillo. “Ahí (Gobierno) el fundamental es Daniel Ortega, por eso yo nunca menciono a nadie más que a él, porque sin Daniel Ortega no hay nadie que pueda sostener esta situación en Nicaragua. Yo siempre hablo de Daniel Ortega, sin tratar de irrespetarla a ella, porque él es responsable de lo que pasa en Nicaragua. Yo no puedo estar viendo el lente a través de ella”, dijo.
Fuentes cercanas al general en retiro afirmaron que él ya se sentía muy enfermo, cerca de la muerte, y que por eso dio esa última entrevista al periodista Fabián Medina criticando la sucesión dinástica, a sabiendas que podía sufrir represalias. “Creo que él decidió inmolarse cerca de la muerte. A mí me parece que Humberto lo percibe como una última gran contribución suya para buscarle una salida a Nicaragua”, dijo la fuente.
Por su parte, la feminista y exrevolucionaria sandinista María Teresa Blandón, tiene otra visión tras la muerte de Ortega Saavedra. “Con la muerte de Humberto se va la figura más importante de la guerra de los ochenta y todo lo que supuso esa herida, la herida más grande de Nicaragua. Él era el señor de la guerra”, zanjó Blandón.