Eliseo Núñez
4 de junio 2024

Para romper el ciclo perverso de la violencia y el autoritarismo en Nicaragua

Nicaragüenses exiliados en Costa Rica participan en una marcha contra el gobierno Ortega-Murillo. Foto de archivo de Carlos Herrera | Divergentes.

“La lucha por el poder en Nicaragua es el equivalente a su propia historia”, así lo decía el presidente Enrique Bolaños en su último libro. El título del libro en sí mismo constituye uno de los grandes aportes de este trabajo, porque le da una definición clara a lo que ha sido nuestro transitar independiente en el que, lejos de consolidar una democracia, hemos saltado de conflicto en conflicto, de dictadura en dictadura.

Hemos vivido lo que yo llamo un ciclo perverso de dictadura-conflicto-dictadura, repetidamente desde que nos convertimos en república; 112 jefes de Estado que hemos llamado de varias formas: directores, directores de Estado, jefes supremos o presidentes, es decir si los dividimos entre nuestros 202 años de historia republicana el promedio de sostenibilidad de los gobiernos en Nicaragua no supera los 2 años. Para empeorar este panorama en medio tenemos las largas dictaduras de Zelaya, los Somoza y Ortega, es decir los gobiernos democráticos se reducen a los cuestionables democráticos 36 años conservadores y los 16 años de gobiernos democráticos de 1990 al 2006 —52 de 202 años—. El resto nos deja 150 años de dictaduras o conflictos.

Los nicaragüenses hemos derrotado cada modelo autoritario con un conflicto armado invariablemente y el resultado también ha sido invariable: hemos vuelto al autoritarismo. Si de rentabilidad democrática se tratara, no hemos logrado obtener un cinco de ganancias con este método.

En la actualidad Ortega y su mujer nos tienen sumidos en otra cruel dictadura. Miremos este estado de cosas reflejado en cifras aportadas por el Mecanismo Especial de Seguimiento para Nicaragua (Meseni), creado por la Organización de Estados Americanos con el fin de mantener una vigilancia permanente de la situación de los derechos humanos en Nicaragua. Estas son:

Recibe nuestro boletín semanal

Del 18 de abril de 2018 al 10 de febrero de 2023 se contabilizan 2 090 personas que han sido detenidas por causas políticas; particular atención merece la detención durante el año 2021 de los principales líderes de la oposición, que actualmente permanecen aún en prisión por motivos políticos más de 120 personas.

En el mismo periodo se ha dado el cierre de 3 390 ONG con sus personerías canceladas y sus propiedades confiscadas, lo que representa para el país una pérdida de aproximadamente 580 526 614 dólares, de acuerdo a un análisis de libros contables de 600 ONG confiscadas

Esta es una situación continua, es decir estos números siguen creciendo día a día. Además hay que sumarle los 355 asesinados por violencia política del 2018 y los destierros de los cuales oficialmente son 316, pero hay muchos más por la vía de hecho, ya que hay muchos nicaragüenses que simplemente son impedidos de regresar a su país.

Lo que vemos en estos números es un esfuerzo de Ortega para llevarnos al conflicto armado. Es una huida hacia adelante que persigue la parálisis de la resistencia que ejercemos tanto nicaragüenses como los países de la comunidad internacional que nos han acompañado en el esfuerzo de construir una democracia funcional en Nicaragua.

Esta parálisis es el objetivo real de Ortega. Él quiere llevarnos a la conclusión que este conflicto no tiene solución cívica y que por tanto mejor dejarlo ahí, pues la solución armada no es deseable; es una manera de desmovilizar todo esfuerzo de resistencia.

Lo que debemos hacer es concentrarnos en romper ese ciclo perverso de autoritarismo-conflicto-autoritarismo. El camino de la resistencia pasa por acuerdos entre los grupos pro democracia para tener interlocutores comunes y narrativas comunes. Las presiones internacionales deben ser parte de una estrategia y no de una reacción a los desmanes del régimen, pero además las luchas no violentas son más exitosas en tanto logres politizar y despolarizar a la población a la vez… Es decir, que no sienta un grupo importante de la población que su vida depende de que el régimen se mantenga en el poder, por eso es importante que la Nicaragua que busquemos sea una en la que alcancemos todos. 

El camino no es fácil. Resistir conlleva a tener consciencia de que se avanza poco cada día, el reto es convertir estos avances en progresivos, que no se desande a cada momento sobre lo andado y que logremos mantener un diálogo permanente entre todos los que queremos la democracia para Nicaragua.

Por último, otro paradigma que debemos romper es el que el sociólogo guatemalteco Edelberto Torres Rivas decía con vehemencia de la clase política nicaragüense, refiriéndose a los porqués del fracaso de la transición democrática de los noventa en Nicaragua: “El mal ejemplo viene de los mismos políticos nicaragüenses, que se definen en el pleito menudo, ya que no existen sino en rivalidad permanente. Su naturaleza histórica viene del personalismo más radical y de una pérdida de lealtades hacia la nación”.

Miremos hacia adelante, creamos en nuestra lucha cívica y de una vez rompamos el ciclo que constantemente nos lleva de dictadura en dictadura, no perdamos nuestra lealtad a Nicaragua.

ESCRIBE

Eliseo Núñez

Abogado con más de 20 años de carrera, participa en política desde hace 34 años sosteniendo valores ideológicos liberales.