Félix Maradiaga
9 de abril 2024

Un abril más: post verdad y el discurso de deshumanización de la dictadura

Una mujer observa un discurso, transmitido en cadena nacional, de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Foto de archivo de EFE.

El discurso político en la historia de Nicaragua, salvo pocas excepciones, no ha estado caracterizado por la tolerancia y la búsqueda de la verdad. Sin embargo, con la llegada de Daniel Ortega y Rosario Murillo al poder en 2007, la pareja dictatorial ha instaurado una retórica de odio y de tergiversaciones que supera por mucho cualquier estilo de narrativas políticas que se haya conocido antes en el país. 

La estrategia de comunicación, ideada por Murillo, pero implementada servilmente por todo el aparato estatal del sandinismo, no se limita a una mera retórica inflamatoria. Refleja una estrategia calculada de tres vías: la negación de la verdad, la deshumanización de la oposición y el culto a la personalidad. Sin embargo, abril de 2018 significó el derrumbe estrepitoso de la credibilidad que ese discurso pudo haber tenido en algunos sectores de la población.

La reciente aprobación por parte de la dictadura sandinista de una iniciativa de ley que declara el mes de abril como “el mes de la paz” y “patrimonio del pueblo nicaragüense” es, precisamente, parte de la perversa estrategia orteguista de forzar una imagen distorsionada de la historia. Es además un esfuerzo desesperado de querer pasar una página de un capítulo que marcó un antes y un después en nuestra historia. 

Esta medida, aprobada rápidamente por la Asamblea Nacional bajo el control de la dictadura, sin ningún voto en contra, forma parte de los esfuerzos obsesivos de la pareja dictatorial por ocultar las atrocidades cometidas por el régimen que ellos comandan. El mes de abril es, ineludiblemente, un perenne recordatorio de los asesinatos extrajudiciales, los disparos contra civiles y otras graves violaciones a los derechos humanos, perpetradas por los Ortega-Murillo. 

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Para los hombres y mujeres de buena voluntad, que somos la mayoría de los nicaragüenses, la remembranza de abril, además de ser imborrable, también ha abierto un proceso de búsqueda de la memoria y de la verdad que no se limita sólo a los crímenes perpetrados por los Ortega-Murillo y sus seguidores en el 2018. Aunque lo quieren evitar, la nación nicaragüense entró a un proceso irreversible de búsqueda de la verdad, tantas veces negadas a las víctimas de abril de ésta y de otras generaciones. Es el reconocimiento de que para que podamos tener futuro, necesitamos la memoria.

La ley antes referida, es un intento desesperado de la dictadura por distorsionar la realidad y retomar la retórica de “amor y paz” que imperaba antes de 2018. Es un intento de borrón y cuenta nueva, bajo los términos del régimen. Sin embargo, la verdad es innegable: en abril de 2018, el régimen de Ortega y Murillo perpetró una violenta represión contra manifestantes pacíficos, resultando en cientos de muertes y violaciones a los derechos humanos documentadas por organismos internacionales. Este intento de reescribir la historia solo demuestra la desesperación de la dictadura por mantenerse en el poder a cualquier costo. Aunque busquen manipular la verdad, la realidad es una sola y los nicaragüenses no olvidarán jamás los crímenes cometidos por este régimen.

Es por esa razón que gran parte de la opinión pública no deja de sorprenderse por el descaro con que Murillo se refiere a abril como el mes de “celebración honrosa y gloriosa de esa paz que ni pudieron ni podrán arrebatar”. Sin ocultar su irritación, Murillo se refiere a las masivas protestas que la dictadura sandinista catalogó como un intento de golpe de Estado, y que fueron reprimidas con centenares de asesinatos extrajudiciales, incluyendo el uso de francotiradores.

Rosario Murillo, con sus palabras cargadas de odio, ha trascendido los límites de la discrepancia política hacia una dimensión de fanatismo y paranoia. Su estrategia es doblemente perniciosa: por un lado, radicaliza a las bases del Frente Sandinista, y por el otro, construye una narrativa de post verdad, donde las emociones y las creencias personales prevalecen sobre los hechos objetivos. 

El mundo entero observó la masacre del 2018 y de los años posteriores, hechos que ahora están entre las violaciones a los derechos humanos mejor documentadas en la historia reciente de América Latina. Por su parte, la co-dictadora, no solo insiste en desvirtuar la realidad, sino que intenta crear una justificación de los crímenes de lesa humanidad, cuya responsabilidad directa le ha sido atribuida a la pareja Ortega-Murillo, según el más reciente informe del grupo de expertos de Naciones Unidas. Es esencial reconocer que, aunque Murillo ocupe el foco de atención, ella y Daniel Ortega han sido cómplices en un acto concertado de represiones. 

Un abril más: post verdad y el discurso de deshumanización de la dictadura
Foto de archivo de EFE.

El reciente informe del Grupo de Expertos de la ONU sobre Nicaragua y otros como el reporte del grupo ad-hoc del Parlamento Británico, no deja lugar a dudas. En Nicaragua se cometieron crímenes de lesa humanidad, perpetrados no por un ente abstracto, sino por una dirección conjunta de los Ortega-Murillo y sus operadores. Es inaceptable que esa realidad quede en la impunidad.

Detrás de esa ley hay un intento de insistir en el argumento de que fue la oposición la responsable de los muertos. En ese sentido, el discurso de Murillo se infiltra en la psique colectiva con una mezcla de marxismo dogmático, resentimiento social, superioridad fascista y una dosis de pensamiento mágico de la era New Age. Tras los sucesos de 2018, su tono se ha recrudecido, dirigiendo su veneno retórico contra una oposición demonizada, a la que califica de “traidores”, “mercenarios” y “agentes del imperialismo”. 

Sin embargo, el odio que Murillo fomenta no termina en el ámbito político. La Iglesia católica, con su arraigo en la cultura y estructuras de poder de Nicaragua, se ha convertido en blanco de su hostilidad. Esta institución, profundamente entrelazada en la devoción del pueblo nicaragüense, representa una amenaza tangible a los planes totalitarios del clan Ortega-Murillo.

La pregunta que surge es: ¿Qué se puede hacer ante esta arremetida contra la humanidad y la verdad? La respuesta requiere una conciencia colectiva informada, una oposición resiliente y un llamado a la comunidad internacional para no cesar en la búsqueda de justicia. Solo superando la impunidad, será posible hacer que la verdad se imponga.

ESCRIBE

Félix Maradiaga

Presidente de la Fundación para la Libertad de Nicaragua. Es académico, emprendedor social y defensor de derechos humanos nicaragüense. En el año 2021 fue candidato presidencial en las primarias de la oposición por parte de la Unidad Nacional Azul y Blanco. Por ser una de las voces más críticas contra el régimen de Ortega, fue arbitrariamente encarcelado por más de veinte meses.