Eliseo Núñez
23 de febrero 2024

No es justo pedirle a la iglesia que se inmole, ¿qué hacemos nosotros?

Iglesia católica

Recibimos el 2024 con una persecución inmisericorde en contra del clero católico en Nicaragua: son casi 20 religiosos capturados por el régimen en los últimos días del 2023 y primeros del 2024. Fueron sustraídos de sus parroquias sin órdenes judiciales y buena parte de ellos en horas de la noche o la madrugada para luego ser desterrados al Vaticano a cambio, según se rumora, del silencio de la Iglesia Nicaragüense. 

Estos religiosos desterrados, entre quienes se encuentra el obispo Rolando Álvarez, son parte de una iglesia que sufre con sus feligreses; son parte de una iglesia que asumió su papel de madre y guía, que ejerce a costa de ser sacrificada aquella frase de Rerum Novarum: “la religión no opera en el vacío”. Lo que en palabras llanas quiere decir que la Iglesia no puede predicar ignorando la realidad del pueblo de Dios.

Las relaciones entre Ortega y la Iglesia nunca han sido las mejores. ¿Cómo podrían ser buenas si Ortega en su deriva autoritaria y mesiánica ha tratado reiteradamente erguirse como el hacedor de todo en Nicaragua y, por supuesto, que para estos fines La Iglesia Católica es un enorme estorbo? Sin embargo, aún en medio de la represión más cruenta, la Iglesia le ha ofrecido diálogo y ha puesto sobre la mesa propuestas de salida.

Ortega, en cambio, ensimismado en su visión totalitaria entiende que cualquier propuesta es una agresión a su poder y debe combatirla de cualquier forma y por cualquier medio.

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Estas propuestas no iniciaron en el 2018, siempre han estado en las Cartas Pastorales. Sin embargo, particular importancia merece la que en mayo del 2014 se le envió a Ortega directamente, a través de un documento llamado “En Búsqueda de Nuevos Horizonte para una Nicaragua Mejor”. El documento está dividido por temas: “la familia, el problema social, Derechos Humanos, el caso del Vicariato Apostólico de Bluefields, la evangelización y el respeto por la institución”.  Este documento, en principio privado, fue divulgado por el mismo dictador.

Ortega, de esa manera, dejaba marcada una posición clara de la Iglesia sobre el rumbo que venía tomando Nicaragua, pero a la vez fue profundamente respetuoso del papel diferente del Gobierno y de la Iglesia. Esto último se refleja en uno de los párrafos del documento: “No podemos ni queremos sustituir al Estado; sin embargo, no podemos ni debemos quedarnos al margen de la historia en la búsqueda y la construcción de una sociedad más justa y más pacífica… la Iglesia no tiene soluciones para todas las cuestiones particulares, pero junto con las diversas fuerzas sociales, acompaña las propuestas que mejor respondan a la dignidad de la persona humana y al bien común”. 

Sin embargo, Ortega en su paranoia le da una interpretación diferente a este llamado temprano que le hizo la Iglesia Católica: lo ve como una profecía autocumplida, como la descripción “del plan de intento de golpe de estado” que después estallaría en el 2018. 

Para el dictador la buena fe no existe. Se siente constantemente amenazado y por eso está en posición permanente de ataque. Aún a pesar de su discurso como “representante del pueblo”, sabe que su poder es solo sostenido por la fuerza y no por la legitimidad. Además, Ortega sabe que él no defiende ni una causa, ni una ideología, defiende el bienestar de su familia.

Desde que llegó al poder, Ortega se ha dedicado sistemáticamente a dinamitar cada uno de los soportes de la institucionalidad democrática de Nicaragua, pero esto no basta para sus intenciones de perpetuar a su familia en el poder. También debe dinamitar las fuerzas fácticas del país, es así que después de hacerlo con la Sociedad Civil, ahora lo está haciendo con la Iglesia y al final lo hará con la Empresa Privada, pues a esta solo la ha golpeado en su expresión gremial porque necesita que siga produciendo. Pero llegará el momento en que él crea que está listo para sustituirla por una empresa privada paraestatal, en la que los actuales empresarios sean desplazados por nuevos empresarios formados y beneficiados del poder.

En todas las etapas de este proceso de consolidación de la dinastía, el denominador común es el aislamiento del agredido. Los demás sectores callan porque creen que así sobrevivirán. No obstante, lo que no se entiende es que todos al final serán víctimas del régimen, aunque se queden callados.

Quien no se había silenciado es la Iglesia Católica. Su voz profética acompañó a los nicaragüenses en cada crisis, en cada necesidad y por eso es que hoy están siendo despiadadamente atacados por la dictadura. 

La iglesia Católica hace lo que sabe hacer mejor: Orar y predicar con el ejemplo. Para la Iglesia el martirio es parte de su ADN. Lo que no podemos esperar es que la Iglesia sustituya a los ciudadanos en su papel de buscar la libertad. 

No es justo pedirle a la iglesia que se inmole cuando los demás no hemos estado dispuesto a hacerlo. La mayor responsabilidad es tanto de los ciudadanos como de la oposición organizada. Es de ahí de donde debe venir la solución. No podemos ni debemos seguir apostando por la indolencia. Después no habrá a quien culpar, porque todos estaremos destruidos.

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Eliseo Núñez

Abogado con más de 20 años de carrera, participa en política desde hace 34 años sosteniendo valores ideológicos liberales.