Un ayuno de agua y suero desató la histeria de la dictadura de Daniel Ortega contra el obispo Rolando Álvarez, voz incómoda de la Iglesia. Él anunció su ayuno como forma de presión para parar el asedio del régimen en su contra, pero el resultado fue peor. Las patrullas de la Policía Nacional, que desde 2018 lo persiguen, han arreciado la persecución en los últimos días. Desde el pasado jueves, Álvarez estuvo refugiado en una parroquia en Managua porque varias camionetas policiales lo seguían de cerca. Afuera de la iglesia formaron un cerco que se mantuvo inamovible hasta en la mañana de este lunes 23 de mayo, cuando se retiraron y el obispo pudo salir rumbo a Matagalpa, su archidiócesis. Sin embargo, la Policía lo siguió. Y en los alrededores de la curia montaron otro cerco para cuando llegara el sacerdote, en una muestra de la irritación del régimen contra un prelado que les ha plantado cara.
Monseñor Rolando Álvarez, obispo de las Diócesis de Matagalpa y de Estelí, es quizás en este momento la voz más crítica contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo dentro de la Iglesia Católica. Luego de los exilios forzados de monseñor Silvio Báez, obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Managua, y Edwin Román, párroco de Masaya, las homilías de Álvarez se han convertido en las únicas dentro del territorio nicaragüense en las que se critica el autoritarismo de la pareja de mandatarios. “No hagan con los fieles lo que quieren hacer conmigo, lo que quieran hacer conmigo, si van a hacerlo, háganlo conmigo y no con los fieles, no con el santo pueblo de Dios, se los digo con toda claridad y sencillez”, dijo en la homilía del 15 de abril, después de contar que una feligresa de Matagalpa fue agredida.
El acoso policial al obispo Rolando Álvarez forma parte de una nueva ola represiva contra la Iglesia Católica. Además de Álvarez, el párroco de la Iglesia San Juan Bautista, de Masaya, Harving Padilla, ha denunciado que está bajo vigilancia policial y paramilitar desde hace nueve días. La Policía hizo un cerco en la parroquia donde no permite circulación ni de vehículos ni de personas. Tampoco dejan entrar a los religiosos a la iglesia. “Tengo iglesia por cárcel”, denunció Padilla.
El obispo había anunciado desde el jueves en la noche que realizaría un ayuno indefinido a base de suero y agua hasta que la Policía le hiciera saber que “iban a respetar mi círculo familiar”. A la par, se anunciaron actividades que se transmitirían por el Canal Católico, un medio administrado por la Conferencia Episcopal de contenido religioso. En redes sociales hubo gestos de solidaridad con el obispo. Muchos empezaron a seguir las páginas del canal religioso para estar al pendiente de lo que sucedía. Sin embargo, al día siguiente el régimen, a través del Instituto Nicaragüense de Telecomunicaciones (Telcor), ordenó la eliminación del canal 51, Canal Católico, de la parrilla televisiva.
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Ese día, Rosario Murillo dijo que “hay quienes usan las mentiras para figurar”, en una alusión hacia los religiosos. “Eso es terrible, hay quienes usan las mentiras para ser jefes en cualquier oficio, para irse arriba [pasar por encima] de los otros en cualquier oficio, oficio que a lo mejor tienen sus beneficios para ellos, para los que mienten”, agregó Murillo.
En redes sociales circulan montajes gráficos en los que se ve a monseñor Álvarez esposado por policías, con el traje azul que le dan a los presos en Nicaragua. “Bajo cada sotana hay un hombre común, lleno de vicios, avaricia y pensamientos impíos”, publicó Juan Carlos Ortega Murillo, hijo de la pareja presidencial, en un tuit este domingo.
Las señales son similares a las que se enviaban a los opositores que luego fueron encarcelados a partir de finales de mayo del año pasado. Feligreses consultados temen que el obispo Álvarez sea el objetivo de una nueva ola de encarcelamientos. “Estamos en oración por monseñor”, dice un feligrés, mientras en el perfil de Facebook de la Diócesis de Matagalpa se realiza una jornada de oración y ayuno “acompañando a monseñor Rolando José Álvarez”.
El exilio a Guatemala
Rolando José Álvarez Lagos nació en Managua en 1966. Actualmente tiene 56 años y 28 de ser ordenado sacerdote. Desde niño fue educado en colegios y grupos de religiosos de Managua. Siendo líder pastoral de la Arquidiócesis de Managua, se opuso al Servicio Militar Obligatorio del Ejército Sandinista en los años 80, y eso provocó que lo encarcelaran un par de veces. Tuvo que abandonar Nicaragua para refugiarse en Guatemala. “Pertenecimos a una generación de jóvenes que nos tocó conquistar a precio de persecución y dolor nuestra libertad”, dijo Álvarez en mayo de 2018 a la revista Magazine.
En Guatemala terminó el bachillerato y se unió al Seminario a los 21 años de edad. Sus estudios teológicos los realizó en el Seminario Interdiocesano de Fátima, en Managua, y terminó sus estudios en Roma y España. Fue consagrado obispo de la Diócesis de Matagalpa hace 11 años. Desde entonces ha visitado cada una de las 630 comunidades rurales que comprende su jurisdicción eclesiástica para celebrar bautismos y casar a feligreses.
Antes de la crisis de 2018, se le miraba bailando en las comunidades. Se subía a los buses para predicar y fue de los primeros en abrir una cuenta en WhatsApp para estar en contacto con sus feligreses. En 2015 convocó a una marcha en el municipio de Rancho Grande, a la que asistieron unas 15 mil personas, para oponerse a un proyecto de explotación minera que el régimen de Ortega y Murillo había concedido a una transnacional canadiense. El desborde de inconformes provocó que el proyecto fuera declarado “inviable”. En esa ocasión Álvarez agradeció a los mandatarios por “escuchar esa multitudinaria peregrinación que realizamos”.
Álvarez también criticó la actuación policial en el caso de Juan Lanzas, un campesino de Matagalpa al que le tuvieron que amputar las piernas luego de sufrir una golpiza en una estación de policía. “Fue un acto brutal, desmedido, salvaje”, dijo Álvarez.
Las palabras de Álvarez en aquel momento solo iban a ser el preludio de lo que ocurriría a partir del 18 de abril de 2018. Él participó en el primer Diálogo Nacional entre el régimen y la oposición, con la Iglesia como mediadora. Al final de esa situación tensa, los obispos propusieron una serie de reformas en el Estado, entre ellas, el adelanto de elecciones, que fue interpretado por Ortega como un “intento de golpe de Estado”. Desde entonces los religiosos viven perseguidos por policías y paramilitares y la relación entre ellos no podría estar peor. En marzo, el representante del Vaticano, el polaco Waldemar Sommertag, fue expulsado del país, una decisión que la Santa Sede consideró “incomprensible”.
En el ojo de la dictadura
Hace cuatro años, en mayo de 2018, monseñor Rolando Álvarez llegó hasta Sébaco, un municipio de Matagalpa, para solidarizarse con las víctimas de la represión de Ortega y Murillo. “Vengo a rezar por el pueblo y con el pueblo de Dios”, dijo al llegar a la iglesia Inmaculada de ese lugar. Estuvo con los heridos, ofreció una misa multitudinaria, y al final salió a recorrer las calles, junto a la feligresía, mientras ocurrían ataques de policías y paramilitares contra los manifestantes. Los balazos se escuchaban a pocos metros, pero Álvarez siguió al frente de la procesión con la figura del Santísimo alzada con sus brazos.
Unas semanas después, su vehículo fue detenido por unos camioneros que se encontraban varados por los bloqueos de carreteras –que construyeron los manifestantes como forma de protesta– y Álvarez les respondió: “¡Respete la patria!”, una frase que tuvo gran repercusión nacional por su contenido de rebeldía.
Este tipo de acciones y sus homilías críticas en esos meses lo han puesto en el ojo de Ortega y Murillo desde entonces. El obispo emérito de Estelí, Abelardo Mata, contó que en 2019 que Rolando Álvarez fue atacado por unas turbas. Según Mata, en su momento “Álvarez pidió no hablar de eso”, pero lo cierto es que “escapó de las balas y fue perseguido por algunos kilómetros”.
Lo que sí denunció Álvarez fue que en unas de sus visitas en una comunidad de Terrabona, en Matagalpa, fue advertido por los campesinos que estaba rodeado de personas vestidas de militar. “Fue una situación altamente peligrosa, no por mi integridad física, sino por lo que hubiera sucedido al pueblo”, manifestó Álvarez.
En la última imagen que se ha visto, Rolando Álvarez reza el Santo Rosario en una transmisión de Facebook en la noche de este lunes. “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo y refugio contra la perversidad y acechanza del demonio”, dijo Álvarez, con las manos juntas y al frente de la Virgen de Fátima. Y agregó: “Tú, príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno, con tu Divino Poder, a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén”.