La Iglesia católica de Nicaragua, específicamente su jerarquía, atraviesa un momento de suma incertidumbre, en especial tras la renuncia que el cardenal Leopoldo Brenes presentó “sin condiciones” al Papa Francisco el 7 de marzo pasado.
La obstinada persecución religiosa que el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo mantiene sobre los católicos, reafirmada con el cerco consecutivo a las procesiones la recién Semana Santa y el destierro de dos obispos, vicarios y sacerdotes a Roma, abre una serie de interrogantes sobre el futuro de la institución religiosa, la más creíble en el panorama sociopolítico del país.
Si bien la renuncia del cardenal Brenes no tiene porqué ser expedita, el nombre de su posible sucesor ha sido materia de tímidas discusiones entre los clérigos y creyentes.
Sin embargo, apostar por un nombre resulta riesgoso, dada la delicada situación de los obispos de la Conferencia Episcopal que quedan dentro del país, y sobre todo porque esa decisión recae en una sola persona, el sucesor de San Pedro en el Vaticano: Francisco. “Solo el Papa sabe”, dice de manera timorata una fuente vinculada a la Iglesia católica a DIVERGENTES.
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“Solo Dios y el Papa Francisco saben el rumbo qué va a tomar todo. El cardenal ya cumplió su tiempo normal de servicio, pero es el Papa el único quien puede decidir al próximo cardenal”, dice la fuente.
Esto confirma lo que DIVERGENTES ya había adelantado hace unas semanas: el silencio de facto impuesto por la Santa Sede a los religiosos nicaragüenses.
Las razones de la Santa Sede son diversas, pero en especial estriba en procurar la seguridad de los sacerdotes que aún quedan en Nicaragua y buscar una salida para que la fe católica pueda seguir siendo practicada.
De acuerdo a las fuentes clericales en Managua, el cardenal Brenes también ha sugerido a los párrocos a no decir nada en los púlpitos referente a la situación sociopolítica y la persecución religiosa que sufren.
En una entrevista publicada por el diario La Prensa este fin de semana, el obispo de Danlí, Honduras, José Antonio Canales, reconoció la imposición de este silencio. Monseñor Canales ha sido el primer jerarca católico en confirmar esta disposición vaticana de manera pública.
– ¿Ha podido hablar con monseñor Rolando Álvarez o los demás sacerdotes desterrados? – preguntó La Prensa.
– Han pedido que haya un silencio. No voy a revelar nada en ese sentido, respetando alguna solicitud que he tenido con respecto a ese tema. Yo obedezco algunos lineamientos que me han dado y prefiero en este caso no emitir comentarios sobre mi comunicación con ellos – dijo el obispo hondureño. Y agregó que los sacerdotes y obispos desterrados como Álvarez “no se encuentran bien”.
“Nadie puede estar bien en una tierra extraña cuando no ha sido enviado por su voluntad allá. No están bien y el sufrimiento continúa para muchos de ellos”, lamentó el hondureño.
¿Una Iglesia a la medida de los dictadores?
Después del destierro impuesto, ninguno de los obispos, vicarios y sacerdotes han hablado en Roma sobre su experiencia. Mientras en Nicaragua, el cardenal Brenes ha nombrado sustitutos para los vicarios y sacerdotes que ocupaban puestos claves en el clero, en especial en la Arquidiócesis de Managua.
Se trata de una reconfiguración de la Iglesia católica sobre la que varios analistas coinciden, va encaminada a formar una Iglesia aséptica de cara al régimen Ortega-Murillo, despojada de toda crítica para poder continuar operando en Nicaragua.
“Mientras Daniel Ortega y Rosario Murillo se mantengan en el poder, yo no veo otro escenario. Las cosas se van a recrudecer más, como lo vimos ahorita en Semana Santa con las procesiones prohibidas y los jóvenes que detuvieron en Malpaisillo. Siete fieles arrestados en esta Semana Santa”, analiza la fuente católica, ligada al clero. “Por eso yo no creo en esas flores, halagos, que Rosario Murillo le echó al cardenal Brenes el día de su cumpleaños”.
La fuente se refiere a las felicitaciones públicas que la “copresidenta” Murillo dio al cardenal Brenes en su monólogo diario el pasado 7 de marzo, cuando el purpurado cumplió 75 años.
Luego, Murillo agregó la siguiente afirmación que causó suspicacias sobre un “arreglo” entre el régimen y el cardenal, señalado de tener simpatías hacia la vicepresidenta: “Gracias a Dios hemos venido dejando atrás los días de campanas y cristales rotos, esos días terribles cuando intentaron romper el sentido de familia y comunidad, así como también la alianza de reconciliación y unión en nuestra Nicaragua”, en alusión a las protestas sociales de 2018.
Analista señala: no hay “cese de cristales rotos”
Al igual que la fuente católica, la abogada e investigadora en temas religiosos, Martha Patricia Molina, opina que la declaración de Murillo “es cínica desde el punto de vista que lo analicemos”.
“El sandinismo tiene sometidos a los obispos y sacerdotes con vigilancia y asedio permanente, inclusive amenazados de muerte a varios de ellos y eso se extiende a sus familiares, principalmente a curas que se encuentran en el exilio. Doña Rosario Murillo se dio cuenta que contra la Iglesia no puede ni podrá, entonces para ella es mejor unirse pero bajo sus propios intereses e imposiciones”, explica Molina, exiliada en Estados Unidos.
“En este momento ella se encuentra con unos líderes religiosos que no tienen alternativa de decir no, porque están amenazados y no están dispuestos a vivir el exilio, la cárcel o la muerte, que es lo único que receta la dictadura”, añade.
Molina sostiene que si existieran “campañas de paz y cese de cristales rotos”, el régimen debería iniciar por descongelar las cuentas bancarias, regresar las más de 16 propiedades confiscadas a la Iglesia católica, que permitan el retorno de los más de 200 religiosos que fueron obligados al destierro, exilios y expulsiones”.
“Y que entreguen la UCA y las demás universidades católicas, que le prohiba a sus alcaldes seguir amenazando de muerte a los curas en el interior del país entre otros”, plantea la abogada.
“Una Iglesia a imagen y semejanza de los dictadores”
La historiadora y exguerrillera sandinista, Mónica Baltodano, dijo a DIVERGENTES que ella no cree que los Ortega-Murillo apuesten por exterminar la religiosidad católica en Nicaragua.
“Ellos pretenden poner a obispos y sacerdotes leales o subordinados al frente de las instituciones católicas del país. Es decir, un poco repetir el fenómeno de una Iglesia al servicio del poder y al servicio de las élites, que en muchas partes de la historia así ha ocurrido”, plantea Baltodano.
Según la historiadora, el régimen ha aplicado “medidas de represión violenta drásticas” contra quienes considera jerarcas y obispos “insubordinados”, pero trata de mantener las creencias religiosas utilizando las autoridades laicas, es decir, alcaldes y policías, a “quienes mandan a determinadas actividades a sustituir de alguna manera a los curas, a los párrocos”.
“Están queriendo construir en Nicaragua una Iglesia a su imagen y semejanza y parece que ha avanzado algo en ello”, dice Baltodano, en referencia a la “cercanía” entre el cardenal Brenes y Murillo.
“Desde que expulsan a los dos obispos y a los sacerdotes a Roma no han comparecido, han guardado silencio, pero también ha guardado silencio el Papa y pareciera que está guardando silencio el obispo Silvio Báez. Entonces parece como que si hubiese habido una especie de arreglo, de silencio, en función de una recomposición de de la situación de la Iglesia a nivel nacional, en la cual Leopoldo Brenes evidentemente juega un papel tal y como lo hemos visto, porque nunca ha terminó de pedir la libertad de sus sacerdotes, nunca terminó de denunciar lo que estaba pasando”, sostiene.
Prosigue la historiadora: “Entonces, ¿es probable que Rosario se sienta ya más tranquila con Leopoldo subordinado totalmente, con la bendición, de alguna manera, de la Santa Sede? Es probable… pero también con la intención de recomponer las parroquias y recomponer los obispados con gente que sea de consenso. Y cuando hablamos de ‘consenso’ quiere decir que sean aprobados por el régimen”.
Sin embargo, la fuente católica consultada por DIVERGENTES no cree que lo que plantea Baltodano sea posible a cabalidad. Sostiene que la Iglesia católica no es únicamente la jerarquía, “sino el pueblo” que, resalta, está en “descontento ni apoyan a la dictadura”.
“La pareja presidencial pensará que va a hacer una Iglesia a su manera, pero no es así. No lo veo posible. De hecho, será que puedan con algunos sacerdotes y obispos afines a ellos, pero esos son muy pocos. Se cuentan con los dedos de las manos, porque la mayoría de párrocos no concuerdan con ellos ni tampoco militan en ningún partido político… y los fieles lo volvieron a decir en esta Semana Santa: allí estuvieron en las iglesias realizando procesiones, a pesar de las prohibiciones. Entonces no lo van a conseguir: la Iglesia sigue allí con sus fieles descontentos con toda la brutalidad”, concluye la fuente católica.