A veces pienso que hemos normalizado toda la violencia que vivimos en Nicaragua. Cuando hablo con amigos o conocidos de otras nacionalidades se sorprenden y les cuesta creer todo lo que comete el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Los jóvenes muchas veces no pueden creer cómo nosotros teniendo sus edades, no tenemos hogar, estudios, ni mucho menos un país…
Todos leemos sobre los estudiantes, sobre el liderazgo y la valentía de salir a las calles, sobre la participación en las diferentes organizaciones, pero poco leemos de la manera en que tratamos de reconstruir nuestras vidas. No existe ningún manual para enseñarte cómo reconstruir tu vida y cómo seguir adelante después que una dictadura te quita absolutamente todo en la etapa más importante y crucial de tu vida.
Según los psicólogos, la juventud es la etapa más importante de todo ser humano, ya que es el momento en que definís tu identidad, tus valores y tus creencias. De ello, principalmente, va a depender el rol que jugarás en todos los ámbitos de la sociedad. Constantemente me hago esta pregunta, ¿qué pasará con los miles de jóvenes y estudiantes que hoy están fuera de Nicaragua sin esperanza de regresar, sobreviviendo o simplemente han decidido olvidar Nicaragua? En lo personal lo entiendo.
Recuerdo que en 2018 me exilié en Costa Rica. A este tiempo le suelo llamar la primera generación de exiliados: cuando llegamos no había redes de apoyo, no había nada. Cuando llegué fue difícil ingresar al sistema educativo, nadie quería darme información y cuando llegué al liceo incluso querían hacerme estudiar desde tercer año. Intenté explicar mi situación de exilio y la razón por la cual no tenía mi documentación completa. Creo que la palabra clave fue decirle a la directora “déjeme demostrarle”.
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En Costa Rica el reto es aprobar los exámenes finales de bachillerato y la mitad de mis compañeros no los aprobaron. Con mucho orgullo yo aprobé los seis. Fue todo un reto adaptarse, incluso vivir la xenofobia, comentarios despectivos de compañeros por el simple hecho de sobresalir académicamente. Ese año solo conocí dos jóvenes exiliados más que nos bachilleramos: Chepito y Ángel. Las becas para ese tiempo eran escasas y había poco o casi nada de acceso a las universidades. Hoy existe un poco más de conciencia y he visto cómo muchos están luchando lejos de sus familias y lo que significa graduarse en el exilio.
Ingresé a la universidad por cuenta propia, pagando. Cuando tomé la decisión de regresar a Nicaragua en 2020 tuve que dejar la Universidad Internacional de las Américas (UIA). Esa fue la última vez que tuve libertad en un aula de clases para opinar sin temor. Continué mis estudios de Ciencias Políticas en línea en la Universidad Paulo Freire, la cual fue confiscada dos días después de mi detención, siendo la gota que derramó el vaso de agua un comunicado sobre mi secuestro el 9 de noviembre de 2021. Al mismo tiempo estudiaba periodismo en la American College. En esta última universidad había varios jóvenes de movimientos estudiantiles incluyéndome. De todos, solo uno estudia actualmente. El resto estamos exiliados y sin, hasta hoy, volver a estar en un aula de clases.
Hoy he vivido en carne propia las consecuencias del destierro y la apatridia, sin poder tener notas y sin tener un documento que certifique que estudié. He visto como a los ministerios de educación de diferentes países no les interesa tu situación y no comprenden por lógica que simplemente no podemos obtenerlos y solo te cierran las puertas. El caso de Kevin Solís, lo he visto, no tiene ningún documento que pruebe que era estudiante universitario, menos un diploma de bachiller. Él salió de su casa en 2018 sin poder regresar, después de más de tres años de cárcel. Lo único que tenía era un uniforme azul que llevaba puesto.
Cada día se cierran las oportunidades para poder regresar a un aula de universidad. Hasta hoy seguimos luchando para que pueda ser admitido en una universidad. Aquí en Estados Unidos, donde nos tocó estar desterrados, trabajar es la prioridad. Luego de más de 12 horas de trabajo, difícilmente puedes tener una vida de estudiante. La prioridad es el pago de tu comida, apartamento, teléfono, gastos básicos, y cuando intentas estudiar pueden pasar años para poder acceder a una universidad o que la misma situación te obliga a abandonar tu educación.
He conocido de cerca que hay cientos de estudiantes que quedaron sin nada después del cierre de la UCA. Casi un año ha pasado y muchos de estos jóvenes que estaban a pocas clases de graduarse no tienen nada. Al ser borrado todo del sistema de la universidad, muchos se exiliaron buscando una oportunidad de continuar, pero muchas instituciones solo les han cerrado las puertas por no tener la documentación.
Son pocas las organizaciones que están tratando desde sus capacidades de responder a una grave crisis que es invisible para muchos. RIDHE e IPEN han logrado ayudar a cientos de jóvenes a retomar sus estudios con becas, pero no somos cientos somos miles y necesitamos más apoyo. Me pregunto cómo responder a una crisis grave de un sector de suma importancia para Nicaragua, pero principalmente para el propio futuro del país.
¿Qué hacer con los miles de jóvenes que no pueden acceder a una universidad en Nicaragua por miedo, o por no someterse al sistema de adoctrinamiento de la dictadura en las universidades públicas que están en su control como toda Nicaragua? ¿Qué hacer ante el cierre de las más de 30 universidades y la afectación de todos estos estudiantes, incluso las generaciones que aún están en los sistemas públicos que no tienen esperanza de tener una buena educación? Todo esto nos pasará la factura en unos cuantos años, porque, al final, ¿qué es un país sin jóvenes ni profesionales? Sin esperanza y sin educación un país no es nada.
ESCRIBE
Samantha Jirón
Era estudiante de Ciencias Políticas y Comunicación Social. Hizo activismo político en la Unidad Nacional en Nicaragua, UN, y la Alianza de Jóvenes y Estudiantes Nicaragüenses (AJEN). Es parte de la 7ma promoción de Formación de Liderazgo para personas jóvenes “Lidera y deja tu Huella” de la Fundación Konrad Adenauer Stiftung; FLACSO COSTA RICA; Consejo de la persona joven, y Ministerio de Cultura y Juventud. Fue presa política de la dictadura Ortega-Murillo.