El estilo de vida que lleva Samir es de un aislamiento tan severo que le impide incluso asistir a misa o visitar un parque. Este periodista de casi 60 años vive en medio de la incertidumbre del exilio en Costa Rica, y no pierde la esperanza de regresar a jubilarse a Nicaragua.
La mayor posesión de Sayda, una administradora de empresas de 39 años, es una diminuta ventana en la pequeña habitación que sus patrones le ofrecen para que descanse al concluir su jornada laboral, desde la cual contempla el hermoso paisaje de la ciudad española de Sevilla, donde vive desde 2019, pero a la que no puede salir a recorrer, y prácticamente solo conoce a través de las fotografías que mira en su teléfono.
Ernesto, un obrero de la construcción que a sus 32 años enfrenta su segundo exilio en Virginia, Estados Unidos, decidió borrar de su mente y su vocabulario sus costumbres, las fiestas, los partidos de fútbol y los encuentros con sus amigos.
Estos testimonios son solo algunos ejemplos de los sacrificios que hacen gran parte de los casi 900 000 nicaragüenses que migraron a raíz de la crisis sociopolítica de 2018. Los objetivos de su salida: garantizar que un salario en dólares o euros les alcance para cubrir sus gastos, los de su familia que dejaron en Nicaragua y, en muchos casos, pagar las deudas generadas por el viaje.
Recibe nuestro boletín semanal
Samir ha optado por convertir la soledad en su aliada. Ir a misa los domingos y luego recorrer un parque o un centro comercial significan un gasto mínimo de cuatro dólares en el pasaje del bus y seis adicionales para tomarse un fresco o una gaseosa, además de la pieza de pan para “aguantar” mientras regresa a su casa.
Costa Rica, el país centroamericano con precios del primer mundo
“La vida en Costa Rica es muy cara, los salarios no dan para vivir, la mitad del sueldo lo destino para ayudar con los gastos de la casa donde vivo y comprar mis cosas de aseo personal. Entonces, si voy a misa desajustaría la otra mitad que mando a Nicaragua para los gastos de mi casa donde dejé a mi esposa, mi hija y mi nietecita, y otro poquito para ayudar a mi papá que tengo vivo. Entonces ir a misa es un lujo que no puedo darme”, lamenta.
Samir se ha visto afectado por la depreciación del colón costarricense, ya que cuando llegó en julio de 2021, los 1000 dólares que logra ganar en su trabajo se convertían en 700 000 colones costarricenses. Pero en 2024, esos 1000 dólares solo equivalen a 500 000 colones, casi lo que cuesta el alquiler de una casa modesta.
Leer y hablar por teléfono con familiares y amigos le ayuda a sobrellevar el encierro, que además es permanente, ya que de lunes a viernes trabaja en línea para un medio de comunicación.
En medio de las grandes limitaciones que enfrenta, se siente agradecido porque en el exilio puede seguir ejerciendo el periodismo, algo que en Nicaragua es motivo para que lo encarcelen. “Es lo único que sé hacer y aquí en Costa Rica las oportunidades laborales para los migrantes se reducen al sector construcción y de vigilancia, trabajos que a mi edad no me siento capaz de hacer”, expresa.
Estas drásticas medidas de ahorro como las adoptadas por Samir son el pan de cada día para la gran mayoría de los cerca de 900 000 migrantes nicaragüenses que se concentran principalmente en Costa Rica, Estados Unidos y España.
Con la ayuda que envían a sus familias, han impulsado un crecimiento significativo en el flujo de remesas hacia Nicaragua, que pasó de 1501 millones de dólares en 2018 a más de cinco mil millones, según las estimaciones para finales de 2024.
Los que perdieron la vida
Según un conteo realizado por el diario La Prensa, entre el 1 de enero y el 22 de octubre de 2024, al menos 134 migrantes nicaragüenses perdieron la vida en Estados Unidos. Unos durante el viaje y otros después de llegar a ese país. Las principales causas de los decesos fueron los accidentes de tránsito, laborales y enfermedades. A este ritmo se superará la cifra de fallecidos de 2023, cuando el conteo reflejó la muerte de al menos 148 connacionales, la mayoría en Estados Unidos, México, Costa Rica y España.
Estas muertes no le interesan al régimen. De hecho, nunca se ha pronunciado sobre ellas, y ha dejado claro por boca de sus propios funcionarios que lo único que importa es el dinero que envían los migrantes.
“Creemos que este año volveremos a finalizar, o vamos a finalizar con más de cinco mil millones de dólares de ingresos por remesas. Es un importante factor en la economía, pero sobre todo apoya el consumo porque lo reciben familias de muy bajos ingresos y eso es bueno”, dijo recientemente en una entrevista a un medio de la propaganda sandinista, el presidente del Banco Central de Nicaragua (BCN) y operador económico de la dictadura, Ovidio Reyes.
Tal como anunció Reyes, Nicaragua al cierre de 2024 superará la barrera de los cinco mil millones de dólares en remesas. Hasta agosto habían llegado 3394 millones y con una tendencia actual superior a los 400 millones mensuales, sumada al incremento que regularmente se registra en diciembre, es una meta asegurada.
La importancia de las remesas: el porcentaje del PIB que representan
Pero, el monto anual de las remesas no es lo más importante advierte el economista y exreo político desterrado Juan Sebastián Chamorro, porque efectivamente el salto del monto es grande —entre 2018 y 2023 creció en tres dígitos— pero hay países que reciben montos superiores. Por tanto, es más importante la proporción del Producto Interno Bruto (PIB) que representan para el país.
“La proporción del PIB es en relación al tamaño de la economía y esto es extremadamente importante y para mí esa es la cifra más relevante, porque se ajusta al tamaño de la economía y al tamaño de la población. Entonces, por ejemplo, las remesas de México (63 313 millones en 2023) son no sé cuántas veces es más que las de Nicaragua, pero es una economía más grande y con una población de unos 130 millones de habitantes, mientras la de Nicaragua no llega a siete millones, entonces no hay proporción”, señala Chamorro.
Lo que explica Chamorro lo demuestran los reportes de la Secretaría Ejecutiva del Consejo Monetario Centroamericano (Secmca). Estas detallan que en 2018, cuando Nicaragua recibió 1501 millones de dólares en remesas, representaron el 11.53% del PIB. El año pasado cuando la cifra subió a 4660 millones, la equivalencia en relación al PIB se elevó a 26.14%. Es decir, se duplicó el peso de las remesas como proporción del PIB en Nicaragua en tan solo cinco años.
Pese a que la crisis migratoria no es exclusiva de Nicaragua, ningún país de la región registró un salto tan drástico en esta vía de ingresos. Según la Secmca, en 2018 el país que menos remesas recibió fue Panamá, con 456 millones, que representaron el 0.70 de su PIB.
Entre los países que más captó se ubicó Honduras, con 4884 millones de dólares, equivalentes al 20.29% de su PIB. En 2023, Honduras recibió 9177 millones de dólares, los cuales elevaron a 26.68% el peso sobre su PIB. Este es el más alto de la región y el único que supera a Nicaragua, por menos de medio punto.
Además, esto implica que entre 2018 y 2023 en Honduras el peso de las remesas en relación al PIB creció 6.39 puntos porcentuales. En Nicaragua se expandió en 14.60 puntos y ubicó al país muy cerca de superar a su vecino del norte. Esto es algo que podría ocurrir al cierre de 2024, cuando se calcula que dicha proporción rondará hasta un 30%.
En cuestión de cinco años (2018-2023), Nicaragua desplazó a Guatemala y El Salvador como las economías que más dependían de las remesas. Estos dos países, junto con Honduras, convergen en que los orígenes de su oleada migratoria son la violencia desatada por las pandillas y la pobreza.
En 2023 un informe del Banco Mundial (BM) incluyó a Nicaragua entre los cinco países del mundo donde las remesas tienen mayor peso sobre el PIB. En Tayikistán representan el 48%, en Tonga el 41%, en Samoa el 32%, en Líbano el 28% y en Nicaragua el 26%.
Economía nica crece, pero gracias a la exportación de mano de obra
Según investigaciones realizadas por Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del centro de pensamiento Diálogo Interamericano, la economía de Nicaragua mantendrá un crecimiento estable debido al alivio económico que ofrecen las remesas, ya que alrededor del 60% de los hogares dependen de estos recursos, que benefician aproximadamente a 1.05 millones de nicaragüenses.
Chamorro por su parte considera peligroso que la economía dependa tanto de las remesas, porque los países no pueden basar su crecimiento económico en base a la exportación de seres humanos.
“El argumento de ellos es que la migración de estas personas no afecta a la economía porque la que se ha ido es mano de obra que no estaba empleada, exceso de mano de obra que no podía absorber el mercado laboral nicaragüense. Pero eso es un argumento absurdo, porque lo que se ha ido es un recurso que le costó muchísimo al país educar, desde que nació hasta que se bachilleró o terminó la carrera que haya estudiado”, explica.
El economista añade que ese capital humano en el que Nicaragua invirtió recursos para prepararlo, ahora es aprovechado como obreros en Costa Rica o España u operario de maquinaria en Estados Unidos o en cualquier tipo de trabajo que realicen en el país donde se encuentren.
“Eso al final es una pérdida, que en la mayoría de los casos es permanente para el país expulsor. No es una estrategia inteligente para sustentar el crecimiento de la economía de un país, porque equivale a comerse o vivir de un capital humano que no se está reponiendo. Entonces, eventualmente el país se va a quedar sin el capital, pero también sin esos ingresos que ahora se generan a través de las remesas”, advierte Chamorro.
Flujo de remesas no seguirá creciendo
A criterio de los especialistas existen diversas razones, entre estas el desarraigo que provoca la lejanía, la pérdida de los seres queridos e incluso la cancelación de deudas pendientes, por las cuales el monto de las remesas no registrará crecimientos similares a los de los últimos años.
Sayda concuerda con esta afirmación. Ella pronto dejará de enviar remesas. Al principio mandaba 500 dólares mensuales. Desde el año pasado que canceló una deuda que dejó pendiente, solo manda 300 dólares para los gastos de su hijo adolescente, que este año concluye el bachillerato y al que espera recibir antes de Navidad en Sevilla.
Relata que desde que llegó a España a finales de 2019, pasa sus días libres confinada. Salir a la calle implica gastar en transporte e incluso en comida, lujo que de momento no puede darse, ya que primero tenía que saldar la deuda que dejó pendiente en Nicaragua.
Ahora esa parte que destinaba al pago del préstamo, lo está ahorrando porque cuando llegue su hijo tendrá que rentar un cuarto y comprar una cama y aunque sea un televisor, para que él no sufra tanto por el cambio que tendrá en su vida.
“Desde que vine a este país lo único que he estrenado son zapatos. Solo gasto en desodorante, pasta de dientes y jabón de baño. En el trabajo aconsejan no usar mucho maquillaje, entonces así me olvido que no puedo comprarlo”, relata.
“Yo salí de Nicaragua en busca de una mejor vida, porque tenía varios años de no tener trabajo fijo y las deudas me estaban ahogando, pero nunca imaginé que fuera tan difícil. La gente te dice ‘allá pagan euros’, pero no dicen que también tenés que gastar euros y mucho menos mencionan lo caro que son las cosas aquí. De momento solo me queda la esperanza de legalizar mi estatus migratorio para conseguir un trabajo con un mejor salario”, dice esperanzada.
Según Manuel Orozco, el tiempo que lleva fuera el migrante también incide en la reducción de los envíos. De acuerdo al resultado de sus investigaciones, en promedio los nicaragüenses que salieron antes de 1999 mandan 125 dólares y los que salieron entre 2000 y 2017 mandan 224 dólares; en cambio, el envío promedio de los que migraron a partir de 2018 es de 450 dólares.
El régimen Ortega-Murillo se beneficia de las remesas
“En otras palabras, existe la posibilidad que aquellos migrantes que lleven más de seis años de haber salido del país, disminuyan su promedio enviado en un 20%”, explica Orozco.
Mientras la gran mayoría de los casi 900 000 migrantes nicaragüenses, para garantizar el envío de remesas deben sacrificarse, el régimen Ortega-Murillo saca provecho de esta tragedia migratoria.
“Lo aprovecha porque le significan recursos. No directamente porque tampoco es cierto que las remesas alimentan o van directamente a las arcas del Estado. Pero sí hay mayor recaudación del IVA (Impuesto al Valor Agregado) porque las remesas lo que hacen es financiar el consumo. Ese es otro elemento de compromiso con la economía, porque es un consumo con un alto componente importado, ya que provoca que mucha de la plata que entra como remesa, regrese al lugar donde fabrican la ropa, el celular o la refrigeradora que la familia compró con el dinero que le mandaron”, explica Chamorro.
“Además, desde el punto de vista político el régimen ve con buena cara la migración, porque se deshace de los opositores que son mayoritariamente los que se van y eso le sirve como válvula de escape para reducir las tensiones políticas”, puntualizó.
Desempeño de la economía receptora influye en los flujos
El informe de remesas del Banco Central de Nicaragua (BCN) detalla que en 2017, el monto promedio de las remesas que entraron a Nicaragua a través de los bancos y agencias especializadas fue de 188.5 dólares por envío. Al cierre del primer trimestre de 2024, este se elevó a 268.5 dólares.
El reporte del BM confirma que el desempeño de la economía en el país de residencia de los migrantes influye en el crecimiento de las remesas. En 2023, la fortaleza del mercado laboral estadounidense dinamizó el envío de remesas y esto benefició especialmente a Nicaragua.
Según el BM, en 2023 la llegada de remesas a México, el mayor receptor de la región creció en 9.7%. En cambio, en Nicaragua se incrementó en 45%.
Pero no solo los viajes obligan a los migrantes a endeudarse. Muchos de los miles de nicaragüenses que han entrado irregularmente a Estados Unidos les han impuesto el pago de fianzas que obligan a las familias a endeudarse.
Ese es el caso de Ernesto que en los próximos dos años tendrá que seguir mandando a Nicaragua 500 dólares mensuales, porque con eso ayuda a sus padres y además va pagando en cuotas los 5000 mil dólares que estos le mandaron para pagar la fianza impuesta en el centro de detención migratoria donde estuvo recluido varios meses después de cruzar irregularmente la frontera. Adicionalmente, manda 250 dólares a Costa Rica para la manutención de su hijo de siete años.
El drama migratorio de Ernesto
Ernesto enfrenta su segundo exilio. El primero fue a raíz de las elecciones municipales de 2008 en Nicaragua. Varios de sus familiares militaban en el partido Liberal y su trabajo en los centros de votación de un municipios de la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur (RACCS) de donde es originario, provocó tantas represalias que tuvieron que huir a Costa Rica. Ahí concluyó el bachillerato y, como la mayoría de los nicaragüenses en dicho país, terminó trabajando en construcción.
Su vida marchaba bastante bien hasta que los efectos de la pandemia de covid-19 y luego la crisis migratoria que enfrenta Costa Rica elevaron tanto los precios que su salario no cubría los gastos. A eso se juntó la ruptura de su matrimonio y tras pasar algunos meses en la casa de sus padres en Nicaragua, en enero de 2024 decidió buscar el sueño americano en Estados Unidos, junto a tres de sus primas y un grupo convocado a través de las redes sociales que les permitió apoyarse mutuamente y ahorrar.
Actualmente trabaja en una fábrica de salsas en la que realiza limpieza industrial y está resguardado del congelante frío que caracteriza los inviernos en la zona de Estados Unidos en la cual reside. Labora de lunes a viernes en un horario de 4 de la mañana a 3 de la tarde. Los fines de semana sale a buscar trabajos de construcción, ya que eso le garantiza ingresos extras, que luego de pagar su alquiler y otros gastos, le permite completar los 750 dólares que manda cada mes.
“En Estados Unidos uno se tiene que limitar y sacrificarse de muchas cosas. Es un sacrificio trabajar de 4 de la mañana a 3 de la tarde. También que los fines de semana, mientras el resto de la gente se va de paseo, visita a los amigos o simplemente se queda en su casa descansando, uno sigue trabajando, pero es la única forma de salir adelante y tal vez hacer algún ahorro para en el futuro poder regresar con la familia”, dice Ernesto.
“Aquí las fiestas tan comunes en el país de uno no existen. Aquí la vida solo es trabajar, aunque el mayor sacrificio fue separarme de mi hijo y saber que pasarán muchos años antes que vuelva a verlo. Me duele mucho cuando lo llamo y me pregunta que cuándo voy a llegar a verlo para llevarlo al parque a jugar”, dice con nostalgia, y agrega que guarda la esperanza de que le aprueben el asilo político para tener documentos y poder ir a verlo o quizás llevarlo a vivir con él.
Este reportaje es realizado en el marco del proyecto “Workshop and Master Classes” de DIVERGENTES con el apoyo del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania y la Embajada de Alemania en Costa Rica.